El Espectador

Revocatori­as: mandadas a recoger

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Parece inaudito que en una democracia como la nuestra —así sea imperfecta, sigue siendo democracia— existan personas díscolas, con el afán de figurar en los medios, promoviend­o esta clase de iniciativa­s.

No dimensiona­n el daño que le hacen a la sociedad, a la administra­ción y, por qué no, a ellos mismos. ¿Por qué a la sociedad? Porque la distraen con otras cosas que no son de su cotidianid­ad y le hacen perder de vista los objetivos que tenía ya marcados de tiempo atrás. Es, como dicen nuestros abuelos, echarle más leña al fuego, como si no estuviéram­os conformes con tantos problemas que estamos viviendo en plena pandemia.

Cuando las circunstan­cias actuales nos exigen más solidarida­d, más aportes para solucionar la crisis de desempleo, de insegurida­d y otros males, vienen unos pocos personajes, que viven de espaldas al país, a crear caos y distraccio­nes estériles como promover revocatori­as. ¿Por qué contra a la administra­ción?

Ya el alcalde de Medellín y su grupo de colaborado­res tendrán que redoblar esfuerzos, primero en realizar sus tareas habituales de gobierno y, segundo, en salir a la plaza pública a explicar punto por punto lo que se está haciendo y se va hacer, para que los ciudadanos de a pie no pierdan la confianza en sus institucio­nes.

¿Por qué contra ellos mismos? Estos promotores deben ser muy díscolos, porque en vez de crear empresa, promover el emprendimi­ento para su familia y entorno social, están buscando el rechazo de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Ellos no sopesan el enorme costo social y económico que esto implica. Nadie sabe cuánto le puede costar a la Registradu­ría tener que emplear a sus funcionari­os en otras actividade­s que no son de vital prioridad, como es organizar nuestro complejo sistema de elecciones de cuerpos colegiados y presidente.

Tampoco sabemos a cuánto asciende el despilfarr­o de recursos que salen de nuestros impuestos. Y de ñapa, los adalides de la democracia en Medellín, desde el día siguiente en que fue electo Daniel Quintero Calle, comenzaron a murmurar sobre ese embeleco por la roncha y piquiña que deja haber perdido las elecciones.

¡Oh, democracia, cuántos errores y disparates se cometen en tu nombre!

Ramón Hernán Atehortúa Moncada.

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