El Espectador

Recuerdo de Ricardo de la Espriella

- MANUEL DREZNER

La muerte de Ricardo de la Espriella priva al país de uno de los más eruditos divulgador­es musicales por radio que haya tenido Colombia. Su programa en la emisora de la Tadeo Lozano, Una hora con…, mostraba detalles interesant­es que iban desde la música de los sufitas hasta la del más recóndito compositor contemporá­neo. Pero fue con su vida y obra de Mozart, que la Radiodifus­ora Nacional transmitió durante seis años, donde mostró los altos quilates de sus conocimien­tos. Allí presentó la obra integral de Mozart en algo que fue primicia mundial. De hecho, cuando de una composició­n no existía disco o grabación, Ricardo de la Espriella buscaba quien las tocara, y eso hizo que muchas obras del genio de Salzburgo fueran grabadas por primera vez en el mundo.

Lo que permitía esto era la gran erudición del hombre, una de las personas que más sabían sobre Mozart en cualquier parte (y esto no es exageració­n tropical), quien conocía al dedillo el mundo mozartiano, sino que sabía relacionar­lo no solo con otros músicos sino que tenía la cultura suficiente como para encontrar paralelos con la literatura, la pintura y la historia. En buen momento, la Radio Nacional editó en disco todos los programas y esta es una joya tal que bueno sería que estos, hace tiempo agotados, fueran reeditados.

Yo conocí a Ricardo en la adolescenc­ia, cuando compartíam­os los conciertos del Colón desde la galería del teatro y después me hizo valiosas sugerencia­s cuando presenté por primera vez una ópera de Mozart en Colombia: Don Juan. Sobre esto hay una anécdota personal que vale la pena contar. En la cena del final de la ópera don Juan toma una copa de vino y comenta: “Excelente Marsimino”. Marsimino es un vino de ciertas regiones de Italia, no muy conocido y con Ricardo siempre tuvimos la curiosidad de saber cómo era, curiosidad que por años no pudimos satisfacer; pero una vez, en un viaje por Italia, me encontré en Pisa con una vinería y, ¡oh sorpresa!, allí tenían el Marsimino. Compré un par de botellas, las traje de vuelta y en una comida con los De la Espriella lo probamos. Hay que decir que hubo una desilusión: el vino era bastante pobre de sabor, algo ácido y hostigante. Tuvimos que creer que lo que había tomado don Juan era otra cepa pero no me cabe duda de que al llegar Ricardo de la Espriella al cielo, una de sus primera tareas ha sido buscar a Mozart para compartir con él un Marsimino celeste, segurament­e mejor que el que conseguí en Pisa.

Su sentido del humor y su don de gentes hacen que esta pérdida sea doblemente lamentable. Su ausencia crea un vacío, y todas sus cualidades harán que haga falta en el mundo de la cultura.

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