¿Por qué es tan alta la desigualdad en Latinoamérica?
El Banco Interamericano de Desarrollo acaba de publicar “La crisis de la desigualdad”, un libro que examina esta pregunta desde una multitud de enfoques, que van más allá de ingresos y entran en terrenos como educación, salud, esquemas tributarios y cambio climático. Publicamos un extracto de este texto.
¿Por qué es tan alta la desigualdad en América Latina? ¿Por qué las transiciones democráticas en la región no cumplen la promesa de mejorar las oportunidades para todos? Sin duda se trata de preguntas complejas y no hay una única respuesta para todos los países. Sin embargo, algunos patrones regionales se manifiestan en todos ellos, aunque con diferentes grados de intensidad.
Los niños nacidos en familias con un nivel socioeconómico bajo generalmente carecen de oportunidades. Cuando son adultos, estos niños tienen acceso al mercado laboral con brechas de habilidades considerables, que a su vez se traducen en importantes diferencias de ingresos a lo largo de la vida. Los gobiernos hacen poca cosa para invertir estas tendencias. Allí donde los programas sociales sí existen, el gasto suele ser bajo y los programas a menudo tienen problemas de focalización considerables. La recaudación de impuestos sufre de un fuerte sesgo hacia los impuestos indirectos (por ejemplo, los impuestos al valor agregado), que son más regresivos que los impuestos sobre los ingresos o los beneficios. En este sentido, América Latina ha adoptado escasas medidas a favor de la redistribución. Además, la calidad de los servicios públicos (como la educación, la seguridad, la salud y el transporte público) es baja, lo que genera un círculo vicioso que alimenta la transmisión intergeneracional de la desigualdad.
Las desigualdades comienzan temprano en la vida, incluso antes del nacimiento. Se exacerban durante la infancia y la adolescencia, y, como consecuencia, los niños de diferentes contextos tienen oportunidades desiguales para crecer y desarrollarse. La falta de oportunidades para los niños de hogares con ingresos bajos y medios durante estos años cruciales se traduce en brechas del ingreso cuando esos niños se convierten en adultos y en una elevada persistencia de la desigualdad del ingreso entre generaciones.
La desigualdad de oportunidades debido a los antecedentes familiares existe en todos los paises del mundo, pero en América Latina la brecha de oportunidades entre los niños ricos y pobres es mayor que en otras regiones. Además, los latinoamericanos son conscientes del problema, pues una tercera parte de las familias de América Latina creen que sus hijos no tienen oportunidades para crecer y aprender todos los días, en comparación con solo el 14 % de los hogares en los países de la OCDE.
Los niños de familias más ricas tienden a estar mejor preparados para la escuela que los niños de familias pobres. Al comenzar la escuela, los niños de contextos socioeconómicos altos tienen resultados considerablemente mejores que sus pares de contextos socioeconómicos bajos en desarrollo socioemocional, cognitivo y del lenguaje. Estas brechas no se cierran durante los años escolares. Hacia el tercer grado, un niño del 20 % inferior de la distribución del ingreso acusa un rezago equivalente a 1,5 años escolares en comparación con un niño del 20 % superior. Cuando los ninos tienen 15 años la brecha es aún mayor y representa más de dos años del progreso natural de un alumno normal. Y estas brechas ni siquiera tienen en cuenta a los niños más pobres, muchos de los cuales ya no van a la escuela hacia los 15 años. La brecha en la matriculación en la escuela secundaria entre los quintiles superior e inferior de la distribución del ingreso es de 17 puntos porcentuales.
Estas brechas de habilidades acumuladas son exacerbadas por un mercado laboral caracterizado por una alta informalidad del empleo y una alta variabilidad en la calidad de los empleadores potenciales. El capital humano es un determinante crucial del éxito en el mercado laboral, ya sea medido mediante mayores salarios o a través del acceso a empleos mejores con beneficios añadidos como pensiones, seguro de salud y (en algunos países) redes de protección contra el riesgo de desempleo. Los trabajadores con habilidades diferentes acaban trabajando para empresas distintas y las diferencias de productividad entre las empresas son altas según los estándares internacionales, incluso en sectores estrechamente definidos.
Dado que las empresas comparten las rentas con sus trabajadores, el emparejamiento de trabajadores altamente cualificados con empresas de calidad elevada exacerba las diferencias salariales entre los trabajadores con niveles distintos de habilidades. Además, las medidas correctivas que intentan comprimir la estructura salarial, como los requisitos de salario minimo, tienen un impacto limitado debido a la prevalencia del empleo informal y al no cumplimiento de dichos requisitos.
Asimismo, hay una diferencia crucial entre América Latina y un grupo de países de la OCDE-UE, a saber, la intensidad de la redistribución del ingreso. A través de los impuestos y el gasto público, América Latina reduce la desigualdad en menos del 5 %, y la OCDE-UE la reduce en un 38 %. Por lo tanto, los gobiernos de América Latina son ocho veces menos efectivos que sus contrapartes de la OCDE y la UE en materia de reducción de la desigualdad.