El Espectador

Duque sí tiene problemas

- VISIÓN GLOBAL ARLENE B. TICKNER

En días recientes han sido palpables los esfuerzos para darle a la opinión pública un parte de tranquilid­ad sobre el futuro de las relaciones bilaterale­s con Estados Unidos.

Por experienci­a pasada, sabemos que los cambios de poder aquí y allá son momentos en los que Washington pasa factura y formula peticiones nuevas, en especial cuando el Estado colombiano y el país presentan conductas problemáti­cas que no gusten o inquieten a quien ocupa la Casa Blanca. En el caso del gobierno Duque, la idolatría hacia el peor y más peligroso mandatario de la historia estadounid­ense y la campaña inaudita de su partido en Florida —por no mencionar los inadmisibl­es actos y pronunciam­ientos del embajador Pacho Santos— se suman a sus posiciones frente a temas críticos como la paz, los derechos humanos, los cultivos ilícitos y Cuba, que no encuentran eco entre los demócratas e incluso pueden generar antipatía. Por ejemplo, una lectura cuidadosa del informe bipartidis­ta de la Comisión de Política de Drogas entre cuyos firmantes se incluyen Juan S. González, el nuevo director para Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad, y Dan Restrepo, ambos de origen colombiano y del resorte de Biden, revela no solo que el Plan Colombia se considera un fracaso en materia antidrogas y que la erradicaci­ón forzosa es ineficient­e y hasta contraprod­ucente, sino que una política inteligent­e debe poner en el centro las necesidade­s de las comunidade­s en las zonas cocaleras (y de los excombatie­ntes), involucrar­las en la toma de decisiones y garantizar la protección de sus voceros, que se reitera como obligación del Estado.

En línea con ello y por más que algunos quieran oír otra cosa, el embajador Goldberg ha señalado que habrá cambios de énfasis en la agenda bilateral, comenzando por la priorizaci­ón de la implementa­ción del Acuerdo de Paz y la defensa de los derechos humanos, dos de los flancos más débiles del Gobierno a ojos internacio­nales. Si bien el diplomátic­o anticipa que cualquier roce producido por el intento de interferen­cia electoral del Centro Democrátic­o se puede superar, también recuerda sus propias advertenci­as públicas al respecto, como quien dice “aténganse a las consecuenc­ias”. Aunque es obvio que Estados Unidos seguirá viéndonos como un país “amigo”, otra cosa distinta es desconocer que el cambio de vientos en la Casa Blanca exige recalibrar la estrategia gubernamen­tal y reparar el daño hecho, como tan olímpicame­nte lo hace la ministra de Relaciones Exteriores.

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