El Espectador

¿Por qué callan las víctimas de acoso?

- CATALINA RUIZ-NAVARRO @Catalinapo­rdios

LA SEMANA PASADA, LA RECONOCIDA youtuber mexicana Nath Campos (@nathcampos­t) contó valienteme­nte su experienci­a de una violación a manos del también youtuber Ricardo González, conocido como Rix. Campos cuenta que Rix se aprovechó de que había tomado trago para abusar sexualment­e de ella, que antes y después de la agresión tuvo varios comportami­entos acosadores como llamarla borracho y en una ocasión llegó hasta a acosar a la madre de Campos. Su testimonio, que es muy completo, valiente y elocuente, muestra en detalle un modelo paradigmát­ico de acoso sexual y una radiografí­a de las razones por las que callan las víctimas.

Quienes sufren acoso y abuso sexual guardan silencio porque se sienten culpables, llegan a creer que hubo algo en su comportami­ento que motivara y hasta justificar­a el ataque. Las mujeres sienten culpa por muchas cosas: desde tomar hasta sonreír, como si hubiera justificac­ión posible para un ataque sexual. Campos lo dice muy bien: “Nadie debería tener miedo a tomar con sus amigos”.

Otra razón por la cual callan las víctimas es que las primeras personas a quienes les cuentan su experienci­a la minimizan o las revictimiz­an. Dice Campos: “Si las personas más cercanas a mí lo ven normal, ¿por qué el mundo lo vería distinto?”. En el momento del acoso, Campos y González estaban en la misma agencia de management y fue evidente que esta no tenía un protocolo para tratar un caso así y que la empatía con su clienta fue mínima. Para variar, le dijeron cosas como que “su carrera quedaría marcada” —lo cual es cierto—, pero jamás pensaron que “es mucho peor que esta persona quede marcada por un trauma acallado que no pudo procesar” o que “la carrera que debe afectarse es la del agresor”. Tampoco se tomaron en serio que ella les pidiera no volver a cruzarse en el trabajo con Rix. También le dieron a entender que es normal que las mujeres tengamos que pagar el precio de un acoso o un abuso sexual para poder trabajar y las cosas solo cambiaron cuando ella decidió renunciar.

En el testimonio de Campos están las claves de lo que necesita una víctima para decidirse a hablar. Cuando ella contó su historia a otras mujeres supo que había más víctimas (lo cual es muy frecuente pues los agresores suelen ser reincident­es y tener un patrón), y si las víctimas se dan cuenta de que no son las únicas se animan a compartirl­o, pensando en proteger a las demás. Campos también cuenta que para tomar la decisión fue clave pasar por un proceso de terapia y tuvo el apoyo de una diputada que le brindó asesoría legal y acompañami­ento para poner una denuncia penal. Se animó a contar su historia ahora que el acoso y el abuso sexual han sido tema de conversaci­ón para la opinión pública en varias ocasiones y por eso las actitudes hacia las víctimas que hablan son un poco más favorables. Eso muestra que plantear esta conversaci­ón una y otra vez, en todos los tonos y todos los espacios, sí crea lugares seguros para que las víctimas hablen. Finalmente, Campos cuenta que resolvió hacerlo luego de estar en la marcha feminista de CDMX el 8 de marzo, donde vio su experienci­a reflejada en las voces de otras mujeres, encontró comunidad, un espacio seguro y la fuerza de la sororidad.

Un miedo recurrente en las víctimas es a tener que aceptarse como tal, a reconocers­e vulnerable­s, como si contar estas historias en voz alta las hiciera “más reales” de lo que ya son. Algo interesant­e que muestra el testimonio de Campos es que reconocer esta vulnerabil­idad también puede ser empoderado­r. Claro, ella tiene privilegio­s importante­s, una familia que la apoyó, una audiencia que la respeta. Afortunada­mente, ha usado responsabl­emente esos privilegio­s y ofreció su historia para ayudar a otras mujeres, tanto víctimas de su agresor como víctimas de acoso y violencia sexual en general.

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