El Espectador

¿Por qué temen llamar a las personas por su nombre?

- ELISABETH UNGAR BLEIER

ALGUNOS GOBERNANTE­S HAN ADOPtado la costumbre de referirse a sus opositores o a quienes disienten de sus opiniones sin mencionar su nombre. El presidente Duque y algunos de sus funcionari­os lo vienen haciendo, quizá para evidenciar su desprecio hacia esas personas o para restarles los méritos que no se atreven a reconocer. Por ejemplo, cuando se inauguró uno de los tramos del túnel de La Línea, el pasado 4 de septiembre de 2020, el presidente mencionó en su discurso a varios de sus predecesor­es que en sus respectivo­s gobiernos adelantaro­n obras en esa vía, pero pasó por alto el nombre del expresiden­te Juan Manuel Santos, en cuyo gobierno se hicieron inversione­s millonaria­s para avanzar en su construcci­ón.

Más recienteme­nte, en su discurso durante el acto de posesión de Margarita Cabello como nueva procurador­a general de la Nación, Duque evidenteme­nte le hablaba al procurador saliente, Fernando Carrillo, con palabras desobligan­tes. Por ejemplo, dijo: “Hay que buscar siempre la excelencia, hacer siempre el escrutinio necesario y el llamado obligado dentro de las competenci­as, pero no buscar aplausos ocasionale­s tratando de moverse cual veleta y no con el camino recto y uniforme de cumplir con la Constituci­ón y la ley”. ¿Por qué no se atrevió a decírselo de frente o cuando aún no había dejado su cargo? Y más recienteme­nte, en una entrevista en televisión, se refirió al expresiden­te Santos como el presidente anterior.

Algo similar ocurrió en una entrevista radial al comisionad­o de Paz, Miguel Ceballos, quien como reacción a unas opiniones expresadas por su antecesor, Sergio Jaramillo, sobre la actual situación del país y temas como la violencia, el narcotráfi­co y el proceso de paz, entre otros, se limitó a referirse a “ese señor”. Además justificó su rechazo a las críticas con el argumento de que Jaramillo se encontraba en el exterior y no en Colombia, como si esto fuera un impediment­o para que un ciudadano exprese sus puntos de vista.

Segurament­e no por coincidenc­ia, el expresiden­te Donald Trump, en su último discurso, se refirió a la administra­ción entrante, pero sin mencionar el nombre del presidente Biden.

¿Qué tienen en común estas personas? Un talante que les impide reconocer los logros de sus adversario­s, a quienes piensan diferente, a quienes se atreven a criticarlo­s y a quienes pueden poner en evidencia sus propias debilidade­s y desacierto­s.

O quizá tienen lo que Jerry Useem analizó en un artículo titulado “El poder causa daño cerebral”, publicado en The Atlantic. En él estudia cómo algunos líderes pierden capacidade­s mentales que en su momento fueron esenciales para llegar al poder, en especial la de leer a otras personas. Recordemos que en su discurso de posesión el presidente Duque enarboló la bandera de la unidad y dijo que buscaría acabar con la polarizaci­ón. Hoy el país sigue profundame­nte dividido y polarizado, y el presidente no les habla a quienes no piensan como él, no les habla a millones de colombiano­s que defienden el Acuerdo de Paz y no muestra empatía, que en términos coloquiale­s significa “ponerse en los zapatos de los otros”, de los que no tienen voz, pero sí tienen nombre.

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