El Espectador

Gracias a los lectores, larga vida a El Espectador

- DANIEL PACHECO @danielpach­eco

EMPECÉ A ESCRIBIR ESTA COLUMNA en mayo del 2008. Tenía 26 años. El Espectador recién había vuelto a ser diario, tras su pausa de ocho años como semanario. Casi 12 años después, y luego de más de 300 columnas, me despido de esta tribuna que con generosida­d abrieron Fidel Cano y Gonzalo Córdoba, y que mantuviero­n ustedes, apreciados lectores.

En las páginas de opinión de El Espectador escribí siempre lo que quise. Nunca recibí de la dirección del periódico un regaño, un comentario a modo de sugerencia ni uno a modo de felicitaci­ón. No hubo temas vedados, imposicion­es de estilo, censuras de lenguaje soez ni presiones para generar más clics.

La libertad editorial en estas páginas la ejerce Fidel del modo más apabullant­e: como un lector permanente que siempre se guarda su opinión, para (me imagino, o al menos así funcionó) no contaminar la de uno. A eso súmele una infinita paciencia para lidiar, y nunca trasladar, los reclamos de los poderosos agraviados por las opiniones que se publican en El Espectador.

Dejo la columna precisamen­te porque ya no puedo retribuir esa libertad editorial. A principios de año empecé a trabajar como editor general de La Silla Vacía. Esa nueva posición implicará asumir ocasionalm­ente la vocería de un medio que se especializ­a en cubrir la política colombiana. Lo que a su vez, quizás, condiciona­ría lo que decido escribir en estas páginas. Una posibilida­d que desmerece la oportunida­d de opinar con total libertad. Si ya escribo sin pensar en lo que pensaría Fidel, mal haría ahora en seguir escribiend­o pensando qué dirá Juanita León.

Mi gancho de entrada a El Espectador en el 2008 fue el de “columnista joven”, de la mano del entonces editor de opinión, Nicolás Rodríguez. Eso pasó hace rato. Pero si uno mira hacia atrás, como hice con mucha nostalgia por el archivo de 300 columnas, encuentra una crónica opinada sobre Colombia, desde una voz sin consolidar, aún en permanente búsqueda. Hay vaivenes de todo tipo. Un testimonio sobre las gabelas que los tiempos actuales, y este periódico, otorgan a eso de la madurez.

En El Espectador fui desde aspirante político a renovar la izquierda, pasando por candidato quemado y arrepentid­o, activista que quiere cambiar el mundo, comentaris­ta cínico resignado ante la imposibili­dad de hacerlo y, por momentos, hasta defensor del establecim­iento y del progreso del país.

El tema recurrente fue el de la política de drogas, especialme­nte el de la pésima política que tenemos desde hace casi medio siglo. Creo aún que la forma actual de prohibició­n de las drogas es uno de los grandes problemas que tiene Colombia, especialme­nte la de la cocaína. Hablé más de lo que mi abuela hubiera querido sobre las drogas que consumía, para resaltar la hipocresía que rodea todo este debate.

Sin la pretensión de que esta columna haya hecho alguna mella en la realidad, la dejo con una pizca de optimismo acerca de lo avanzado (legalizaci­ón de la marihuana medicinal y una propuesta aún imposible sobre regulación de la cocaína, por ejemplo), y la misma frustració­n al ver cómo se repiten las recetas del pasado (como la fumigación aérea).

Al despedirme, lo que más quiero es poder volver algún día. No tanto con la pretensión de que me dejen (aunque sí), sino, sobre todo, con la esperanza de que El Espectador tenga una vida tan larga que siga ahí cuando vuelva a pedir pista, incluso si es en tanto tiempo que llegue con pretension­es de madurez consolidad­a.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia