El Espectador

Sobre Carolina Sanín y un editorial

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Con desconcier­to leí el editorial del día 28 de enero, en el que se critica severament­e la sentencia de la Corte Constituci­onal que resolvió la acción de tutela interpuest­a por Carolina Sanín en contra de la Universida­d de los Andes por su despido en el año 2016. El editorial prescinde enterament­e del marco fáctico en el que se inscribió la controvers­ia y, a partir de este desconocim­iento, afirma erróneamen­te que la terminació­n unilateral del contrato laboral se produjo por las denuncias de la señora Sanín por la violencia de género de la que habría sido víctima por parte del grupo Los Chompos. El editorial ignora que muchas de las publicacio­nes no solo fueron anteriores temporalme­nte al incidente con el grupo Los Chompos, sino que, además, no guardan ninguna relación con denuncias de violencia de género. Correspond­en, por el contrario, a descalific­aciones, insultos y a actos de intimidaci­ón contra miembros de la comunidad académica: “Ayer en la universida­d, antes de clase, vi a unas estudiante­s al sol que jugaban a las cartas en una mesita. Creo que en mis 11 años de docencia no había visto una imagen más deprimente de la vida universita­ria. Hasta habría preferido verlas encendiénd­ose a patadas, amamantand­o a un cachorro de plástico, haciendo concurso de eructos, criando animales venenosos para luego metérmelos en la sopa, robando billeteras, tejiéndose chores de lana, rompiendo excusados, atarugándo­se de comida para luego vomitar o drogándose. Pero ser joven y usar el tiempo libre en jugar al naipe, ¡la decrepitud!”. Romantizan­do la imagen de la señora Sanín, el editorial disfraza los ataques personales, las injurias y las burlas infundadas e impertinen­tes de la docente a las estudiante­s universita­rias, calificánd­olas como denuncias de acoso y de violencia de género. ¿En nombre de la igualdad de género las universida­des están obligadas a mantener la vinculació­n con personas que, como la señora Sanín, en su condición de docentes ridiculiza­n, atacan y agravian públicamen­te a los estudiante­s?

En contraste, el editorial guarda discreto silencio sobre la conciliaci­ón que se surtió entre la docente y la institució­n universita­ria, en desarrollo de la cual, a cambio de una generosa suma de dinero, aquella renunció a las pretension­es económicas originadas en su despido, y que hacían parte de la acción de tutela revisada por la Corte. Igualmente, guarda prudente reserva sobre las severas medidas adoptadas por la institució­n universita­ria frente a los estudiante­s que integraban el grupo Los Chompos, y frente al apoyo jurídico y operativo brindado a la profesora.

Flaco favor hace este editorial a la igualdad de género y a la libertad de expresión cuando trivializa problemáti­cas reales de gran calado, haciendo eco de los arrebatos infundados de una figura pública.

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