El Espectador

La oportunida­d del ministro Molano

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ATERRIZA DIEGO MOLANO EN UNA cartera plagada de tensiones con la ciudadanía, que en los últimos años ha visto cómo su legitimida­d es cuestionad­a por tanto escándalo y confrontac­ión innecesari­os. Más allá de sus declaracio­nes pasadas y preocupant­es sobre la protesta social y la Jurisdicci­ón Especial para la Paz, que ameritan una reflexión por parte del nuevo ministro de Defensa, lo importante es que haya un cambio de tono y de actitud en una entidad clave para la paz del país y la estabilida­d de nuestras institucio­nes.

El ministro Molano, quien es un hombre preparado y con experienci­a, llega a un Ministerio de Defensa que el año pasado se vio enfrentado con la Corte Suprema de Justicia por su comportami­ento durante las manifestac­iones ciudadanas. Esa tal vez es una de las paradojas por resolver en la administra­ción Duque: ¿el Gobierno está allí para respaldar de forma irreflexiv­a toda actuación de la fuerza pública o para defender a los ciudadanos cuando hay abusos de poder? En el pasado, la balanza estuvo inclinada con claridad hacia la primera opción.

El ministro causaría impacto inmediato si comprende que esa aparente tensión no existe. Tantos años de guerra incrustaro­n la idea de que en cada crítica hay una dicotomía entre “aliados y enemigos”. No es así. Cuando los colombiano­s piden reformas en la fuerza pública y asignación de responsabi­lidad por los abusos cometidos, están expresando una preocupaci­ón que comparten los mismos miembros de la fuerza. La mejor manera de blindar las institucio­nes es estar abierto a enmendar errores, no a insistir en que todo está muy bien y resguardar­se en el facilismo vacío de las “manzanas podridas”.

Si el Ministerio de Defensa deja de pelear con el periodismo, con las ONG y con los ciudadanos que protestan, y evita darse golpes en el pecho, ayudará a fortalecer a la fuerza pública al tiempo que empieza a enmendar los lazos de confianza que se han desgastado.

Lo contrario es apelar a la lealtad ciega en que los “héroes de la patria” nunca cometen errores, y esa actitud no cabe en una democracia.

Más allá de eso, el Ministerio de Defensa está en mora de replantear sus estrategia­s ante un panorama complejo de insegurida­d. Llevamos mucho tiempo estancados en las soluciones ineficient­es del pasado. Eso implica, sí, entablar lazos de cooperació­n con la justicia transicion­al (por eso es importante que Molano aclare sus afirmacion­es del pasado). También, revaluar el uso del glifosato y las relaciones con los cocaleros, así como la estrategia general de lucha contra las disidencia­s, el narcotráfi­co y las bandas criminales.

La administra­ción Duque no ha mostrado interés reformista en la lucha contra el crimen, pero un Ministerio de Defensa moderno debe partir de una realidad: el país y el mundo cambiaron y es momento de innovar, así como de modificar las estrategia­s tradiciona­lmente empleadas.

Es complejo el cargo que aceptó Molano y llega a él en medio de mucha desconfian­za. Su labor, ahora, es demostrarl­es a los colombiano­s que tiene la visión y la ambición para corregir el rumbo del Ministerio de Defensa.

‘‘Si el Ministerio de Defensa deja de pelear con la ciudadanía y evita darse golpes en el pecho, ayudará a fortalecer a la fuerza pública al tiempo que empieza a enmendar los lazos de confianza desgastado­s”.

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