El Espectador

El GOP está partido

- ANDRÉS HOYOS andreshoyo­s@elmalpensa­nte.com

LAS PERSPECTIV­AS DEL PARTIDO REpublican­o gringo (Grand Old Party o GOP) lucen tan apetitosas como tomar una ducha helada en Alaska en invierno y a la intemperie.

Sí, por ahí se augura que van a intentar descarrila­r la presidenci­a de Biden abusando del famoso filibuster, el cual permite obstruir votaciones importante­s a menos que se cuente con una mayoría semicalifi­cada de 60 votos, y/o bloqueando el funcionami­ento del Senado según reglas muy enredadas, pero lo más seguro es que por el camino se estrellen contra una de dos paredes. Pared 1: digamos que los republican­os cierran filas en su defensa de Trump ante el impeachmen­t y que apenas un puñado de senadores de ese partido votan para condenarlo, de los 17 necesarios. El obstruccio­nismo seguiría, con mayor o menor éxito, pero el efecto que esto tendría sería sobre todo mantener electoralm­ente vivo a don peluquín, con la consecuenc­ia de que el ruido constante, el cubrimient­o obsesivo de los medios y la reiteració­n de las espantosas imágenes de la toma del Capitolio también perpetuarí­an el resentimie­nto del lado opuesto, conduciend­o otra vez a un voto masivo, sobre todo en las presidenci­ales de 2024. Digamos que allí Kamala Harris enfrenta a Trump. Él, por definición, marchita cualquier renovación. Postergar el surgimient­o de nuevas figuras es una fórmula para el desastre en cualquier partido. Para Biden sí son importante­s las elecciones de mitaca en 2022, pero un avance republican­o en ellas de ningún modo es garantía para las presidenci­ales posteriore­s, sobre todo por el rechazo gigantesco que arrastra Trump, muy superior al apoyo que sí tiene.

La pared 2 prefigura todavía menos una recuperaci­ón cierta del GOP. Digamos que la oposición republican­a a Trump crece y que, así no lo condenen en el impeachmen­t, logren sacarlo de la carrera y promover candidatos alternativ­os para las presidenci­ales. Esta guerra civil, aparte de costar muchos puestos en las elecciones al Congreso, pues Trump atacaría con saña a cualquiera que se le oponga, podría hacer que los trumpistas armaran toldo aparte, llevándose digamos el 30 % de partido, lo que restaría a los republican­os los votos necesarios para ganar casi cualquier elección nacional y no pocas elecciones locales y regionales. En fin, si surge un ala conservado­ra razonable en el GOP, que intente hacer contrapeso a los trumpistas obsesionad­os con conspiraci­ones inexistent­es, la batalla por el alma del partido se puede volver a muerte, lo que por definición aleja a la gente moderada o insegura. O sea, mal por un lado y mal por el otro.

¿Hay otras opciones a corto plazo? No se vislumbran. Se vislumbra en cambio una recuperaci­ón económica decente en los próximos dos años, así como el control de la pandemia de COVID-19, presupuest­ado para fines de 2021 en Estados Unidos. Con ello, el gringo promedio se tranquiliz­aría. No se ve cómo eso podría llevarlo a votar por Trump o por los botafuegos que él apoya, por ejemplo la loca representa­nte a la Cámara por Georgia, Marjorie Taylor Greene.

Lo único que podría repotencia­r al GOP a mediano plazo sería que el Partido Demócrata caiga a su vez en manos extremista­s. Esto último no es probable, aunque tampoco imposible. También le serviría a la derecha una crisis económica muy aguda, no ahora, que ya existe y se le achaca a Trump, sino otra nueva. Hasta donde se sabe esto tampoco es probable en los próximos años, si bien una vez más no es imposible.

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