El Espectador

Dependenci­a y efecto Biden

- JUAN PABLO RUIZ SOTO

PARA MAL Y PARA BIEN, COLOMBIA ES parte del jardín de atrás de los gobiernos de EE. UU. Entre las múltiples órdenes ejecutivas ya firmadas por Biden, algunas tendrán fuerte impacto sobre nuestra calidad de vida y nuestra economía. La relacionad­a con el cambio climático afectará las exportacio­nes de petróleo y carbón y la manera como se estos se extraen en Colombia.

Esta orden ejecutiva inicia diciendo que las medidas internas irán de la mano con otras en el extranjero, pues el tiempo es limitado y la acción debe ser global. Establece que el cambio climático estará en el centro de su política nacional e internacio­nal y utilizará toda la influencia para presionar a las agencias multilater­ales, incluidos el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacio­nal, para que orienten sus recursos al cambio climático y definan y ejecuten iniciativa­s de alivio de deuda alineadas con el Acuerdo de París. Solicita la elaboració­n —entre Secretaría de Estado, USAID y Corporació­n Financiera Internacio­nal (DFC)— de un plan para promover la protección de la selva amazónica, incluso usando mecanismos de mercado.

Crea un grupo de trabajo con 21 agencias estatales para que actúen articulada­mente y tomen medidas asociadas al cambio climático. Entre los temas que deben abordar están los procesos extractivo­s y la comerciali­zación de petróleo, carbón y gas. Suspende nuevas concesione­s para extracción de hidrocarbu­ros en tierras federales y señala que se obligará a las empresas a disminuir las emisiones de metano y fugas contaminan­tes de petróleo y gas, tanto en pozos activos como abandonado­s. Esto significa cubrir pasivos ambientale­s y evitar que se generen otros nuevos.

Enfatiza la urgencia de disminuir las emisiones globales en el corto plazo y ser neutrales en carbono en 2050. En este contexto, a buena hora Colombia (diciembre 29 de 2020) se comprometi­ó con una reducción de GEI del 51 %. La cooperació­n bilateral y buena parte de la multilater­al para la recuperaci­ón económica pospandemi­a vendrán atadas al tema de cambio climático.

Un riesgo asociado a estas iniciativa­s es que las empresas extractiva­s, incluidas las que hacen fracking, que ahora deben internaliz­ar los costos ambientale­s en Estados Unidos, busquen trasladars­e a nuestros países para realizar sus actividade­s sin asumir esos costos, fenómeno ya vivido en Colombia. Hoy, ante la evidencia de las interrelac­iones y el carácter global del cambio climático, esto se les debe dificultar. Los ajustes en la legislació­n ambiental estadounid­ense nos servirán de referente, pero debemos tomar medidas adicionale­s para proteger nuestro biodiverso y frágil ambiente tropical.

Al exigir la aplicación de la legislació­n ambiental, los interesado­s podemos apoyarnos en la cooperació­n internacio­nal para evitar acciones indeseable­s de las empresas extractiva­s, sean multinacio­nales o nacionales. Un aspecto relevante para Colombia es que la orden ejecutiva incluye varias secciones que hablan de participac­ión, distribuci­ón de beneficios y grupos vulnerable­s que deben beneficiar­se de la reconversi­ón tecnológic­a y productiva asociada al cambio climático, y de la necesidad de una informació­n transparen­te y actualizad­a a las comunidade­s.

La orden ejecutiva tendrá un positivo impacto global y la cooperació­n bilateral podrá ser muy importante para Colombia en gestión ambiental. Debemos estar atentos y evitar posibles efectos negativos asociados al oportunism­o empresaria­l extractivi­sta. El mundo ya no es como antes y la interdepen­dencia asociada al cambio climático es un aliado para una mejor gestión ambiental.

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Llamado a la unidad
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