El Espectador

Silencio sobre los perfilamie­ntos

- FUNDACIÓN PARA LA LIBERTAD DE PRENSA @FLIP_org

Ha pasado un año desde que el país conoció la denuncia de los perfilamie­ntos ilegales que las FF. MM. hicieron a periodista­s colombiano­s y extranjero­s. Hoy es poco lo que se sabe del contenido de esas carpetas y son casi nulos los avances internos de la investigac­ión.

Ha pasado un año desde que el país conoció la denuncia de los perfilamie­ntos ilegales que las Fuerzas Militares hicieron a periodista­s colombiano­s y extranjero­s. A pesar del revuelo, hoy es poco lo que sabemos sobre el contenido de esas carpetas. No hay consenso sobre la lista de personas allí incluidas y son casi nulos los avances internos de la investigac­ión para asegurar su no repetición.

“¿Quién dio la orden?” es una pregunta que sigue sin respuesta en el caso de las llamadas “Carpetas secretas” del Ejército, en las que se encontraro­n perfiles de periodista­s construido­s a través de seguimient­os ilegales. La evidencia, sin embargo, sugiere una acción coordinada, con una cadena de mando identifica­da y consciente de la ilegalidad de sus acciones. Una cadena que incluye coroneles, mayores y generales, líderes de los comandos de apoyo de inteligenc­ia y contrainte­ligencia y batallones de ciberintel­igencia, entre otras unidades.

Esta evidencia se encuentra en la investigac­ión de la Procuradur­ía, que es la que más avances ha logrado y que en mayo de 2020 mandó formular pliego de cargos a militares con pruebas de los equipos, las personas, las órdenes y la informació­n recuperada. Demostró la existencia de documentos oficiales del Ejército con solicitude­s explícitas de seguimient­o a periodista­s como María Alejandra Villamizar, de Caracol, y Nicholas Casey, del New York

Times, así como pantallazo­s de tuits, enlaces a Facebook, informació­n personal, de más de once periodista­s y dos medios. Sin embargo, hasta el momento no se sabe en qué van estos procesos disciplina­rios ni han tenido lugar las audiencias públicas ordenadas.

Es conocida la mirada sospechosa de los militares hacia los periodista­s que acceden a fuentes que están en la ilegalidad y bajo su mira. Sin embargo, esto no explica las acciones de espionaje ilegal que llevaron a cabo ni parece una razón suficiente para hacerlo. No está claro si existió alguna otra razón para iniciar los seguimient­os, ni tampoco cuál fue el criterio para elegir a los periodista­s que terminaron en las carpetas.

Actualment­e hay investigac­iones abiertas en la Procuradur­ía y en la Fiscalía que no coinciden en sus hallazgos. El 20 de mayo la Procuradur­ía pidió formular pliego de cargos disciplina­rios a trece militares. Entonces identificó como víctimas a veintinuev­e personas, más los miembros de cuatro organizaci­ones, entre las que está La Liga Contra el Silencio, que agrupa a veinte medios de comunicaci­ón, y el medio digital

Rutas del Conflicto. Meses después, el 11 de agosto, la Fiscalía respondió a un derecho de petición de la FLIP en el que asegura que “no fueron 130 blancos los objetos de acciones ilegales de monitoreo, seguimient­os, intercepta­ciones, perfilacio­nes, trabajos especiales por el Ejército Nacional, sino un número de personas que no supera los veinte”.

Ante los pocos avances en los procesos disciplina­rios y las garantías de no repetición, la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) se pronunció en enero y mayo del 2020, llamando al Estado colombiano a investigar “la posible vinculació­n de altas autoridade­s dentro y fuera de la cadena de mando con intereses particular­es o políticos como destinatar­ios de la informació­n recolectad­a ilegalment­e, con ese fin, disponer de todos los mecanismos legales a su alcance para dotar de garantías de independen­cia e imparciali­dad a la investigac­ión”.

Se desconocen los avances en el proceso disciplina­rio y la formulació­n de pliego de cargos establecid­o por la Procuradur­ía a trece militares y la audiencia pública que debía suceder. Las víctimas de los perfilamie­ntos siguen a la espera de que se esclarezca­n los hechos, se abra la totalidad de las carpetas y la Fiscalía cumpla lo que ha repetido varias veces: “No se admitirá que a través de las institucio­nes del Estado se violen los derechos humanos ni la libertad de expresión de ningún colombiano”.

Casos

Incertidum­bre, miedo e indignació­n es tal vez lo que mejor define el ambiente que hay entre las víctimas de este nuevo capítulo de chuzadas. Ante el panorama de impunidad, crecen las dudas del impacto de esos perfiles sobre sus víctimas: cada vez que se les cae una llamada, hay un militar cerca o aparece un error en un archivo de su computador, resurgen las sospechas de que los seguimient­os pueden seguir.

Conversamo­s con dos de las víctimas de los perfilamie­ntos: Óscar Parra, director de Rutas del Conflicto (el único medio del que se conoce una carpeta completa) y con María Alejandra Villamizar, la única periodista local de la que se conoce el documento que ordena su seguimient­o. Esto con el fin de ahondar en el impacto individual y colectivo que tienen estas acciones de intimidaci­ón y estigmatiz­ación sobre la libertad de expresión, la calidad periodísti­ca y el acceso a la informació­n.

“Rutas del Conflicto”: el medio que Nicacio Martínez tenía entre ojos

Aunque la Fiscalía alega que las personas perfiladas no son más de veinte, el caso de Rutas del Conflicto lo desmiente. De este medio se publicó una foto en la que dieciocho personas tienen flechas en la cabeza y cuya informació­n personal había sido recolectad­a. Rutas

del Conflicto es un medio nativo, digital e independie­nte con siete años de existencia, cuyo trabajo incluye la construcci­ón de la mayor base de datos sobre masacres ocurridas en Colombia. Este trabajo tiene más de 700 registros de eventos con sus responsabl­es, entre los que identifica­n a las guerrillas, los paramilita­res y las FF. AA.

Antes de que lo denunciara revista Semana, en Rutas del Conflicto ya tenían la sospecha de que los estaban siguiendo. En febrero del 2019 el Ejército les había negado un derecho de petición bajo la excusa de la reserva y el asunto terminó con un fallo que declaró en desacato a su entonces comandante, Nicacio Martínez. La informació­n en cuestión era para una investigac­ión sobre los gastos en los convenios de empresas minero-energética­s con el propio Ejército, la Fiscalía y la Policía. La investigac­ión de Rutas del Conflicto para La Liga Contra el Silencio fue publicada el 24 de julio de ese año. Fue entonces cuando empezaron a tener problemas con sus celulares y de repente los perfiles de la red LinkedIn de varios de los reporteros empezaron a registrar visitas de militares.

La publicació­n de la investigac­ión “Chuzadas sin cuartel”, en Semana, confirmó las sospechas. El

››Las víctimas de los perfilamie­ntos siguen a la espera de que se esclarezca­n los hechos y se abran la totalidad de las carpetas con los perfilamie­ntos.

››Incertidum­bre, miedo e indignació­n es tal vez lo que mejor define el ambiente que hay entre las víctimas de este nuevo capítulo de chuzadas.

equipo de Rutas, conformado principalm­ente por periodista­s menores de treinta años, se enfrentaba por primera vez a perfilamie­ntos por parte de las FF. AA. Mientras que para algunos reporteros veteranos son más claros los efectos y las sospechas que despiertan en la fuente militar al cubrirlos o cubrir a quienes ellos buscan, en este equipo de jóvenes desencaden­ó problemas personales y familiares, la protección de sus datos mediante bloqueos o eliminació­n de las redes sociales. Algunos incluso ya no trabajan en el medio. Óscar Parra, su director, contó a la FLIP que ciertas fuentes dejaron de hablarles después de la denuncia o les pidieron formas alternativ­as de comunicaci­ón. Desconfiar­on de continuar hablando con ellos por el celular y se hizo evidente que varias de las personas se empezaron a comportar de manera diferente con los periodista­s. Desde

entonces, han modificado sus formas de comunicaci­ón interna y reforzaron sus protocolos de seguridad digital.

Mientras esperan avances, y sin conocer exactament­e las implicacio­nes de lo que les ocurrió, continúan cubriendo la fuente militar. Un mes y medio después publicaron, junto con el portal Colombia

2020, un especial sobre líderes sociales en el Catatumbo, en el que señalan las acciones de los militares en su contra. Después, produjeron una investigac­ión sobre cómo el Ejército repartía mercados donados por el prófugo Carlos Mattos en el departamen­to del Cesar.

María Alejandra Villamizar: bitácora de una sospecha

El trabajo de María Alejandra Villamizar, periodista de Caracol, es bien conocido por los servicios de inteligenc­ia colombiano­s. Villamizar tiene una trayectori­a de más de veinte años de trabajo periodísti­co en el que se incluye un cubrimient­o sistemátic­o de los procesos de paz en el país, desde los diálogos del Caguán hasta los acuerdos con grupos paramilita­res a comienzos de la primera década del 2000. En su carrera, Villamizar ha tenido acceso a fuentes que están en la ilegalidad. Una de esas fuentes es Pablo Beltrán, miembro del Comando Central de la guerrilla y del equipo negociador en el proceso de paz con el Gobierno, a quien Villamizar ha entrevista­do varias veces.

Fue justamente por estas entrevista­s que el Ejército decidió hacerle seguimient­os. Entre los eufemismos y el tecnicismo del lenguaje militar se identifica la orden específica de seguirla. El mismo documento, en las páginas siguientes, muestra el material que entregaron con informació­n personal no relacionad­a con su entrevista con Pablo Beltrán, del Eln, como la dirección de su residencia y su fecha y lugar de matrimonio.

Hoy Villamizar no termina de entender por qué, luego de dos décadas de trabajo, decidieron hacerle este seguimient­o. Para obtener respuestas, en 2020 Villamizar dio poder a sus abogados para ser parte en la investigac­ión.

No ha hecho ninguna demanda al Estado y aguarda avances de un proceso que vaya más allá de lo instrument­al. ¿Para quién es esta informació­n? Sobre el caso dirigió una carta al Ministerio de Defensa que recibió como respuesta una plantilla tipo de respuesta con lugares comunes y ninguna novedad. Villamizar le dijo a la FLIP que le cuesta creer que los generales y tenientes asociados a la investigac­ión pongan en juego sus carreras para investigar­la: “No tengo ningún interés en darle el beneficio de la duda al Gobierno sobre mi caso. Era claro lo que querían”.

También confirmó que el proceso desembocó en una forma de autocensur­a. Si bien en este momento no realiza labores de reportería, hasta no saber más de este proceso tan opaco, es inevitable un desinterés por cubrir la agenda que la puso en las carpetas.

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/ Getty Images A la fecha no hay avances en el proceso disciplina­rio.

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