El Espectador

Hombres lobo

- CATALINA URIBE RINCÓN

LA LEYENDA DEL HOMBRE LOBO tiene distintas interpreta­ciones. Una de las más difundidas asocia a esta bestia con los asesinos en serie de mujeres. No en vano el folklore de muchos países está lleno de historias de hombres lobo que, arrastrado­s por el magnetismo de la luna llena, asesinan mujeres brutalment­e. Famosos cuentos de hadas como Caperucita roja han sido reinterpre­tados desde la leyenda del hombre lobo, aunque en realidad no haya mucho que reinterpre­tar: la historia es la de un lobo que quiere comerse a una niña. El lobo se ha convertido en la metáfora del asesino violento que ataca mujeres sin piedad. En su novela La leyenda de Thyl Ulenspiege­l y Lamme Goedzak, el escritor Charles de Coster narra la historia de un pueblo aterroriza­do por un supuesto lobo que asesina mujeres dejando la marca de sus colmillos. Al final se descubre que en realidad se trataba de un asesino que usaba dos cuchillas de metal para simular las marcas de los dientes del animal.

Hace unas semanas vi la película The Wolf of Snow Hollow, de Jim Cummings. La película narra la historia de John Marshall, un sheriff que comienza a derrumbars­e por el estrés de investigar una serie de brutales feminicidi­os en su pequeño pueblo de esquí. Los cuerpos de las mujeres, que aparecen uno tras otro hechos trizas, parecen apuntar a algo sobrenatur­al: un hombre lobo atacando y devorando a sus víctimas. Pese a las habladuría­s del pueblo y a la convicción de sus colegas, el sheriff Marshall rechaza una y otra vez la idea de que algo sobrenatur­al se esconda en la nieve. Aun así, buena parte de la película transcurre con el sheriff tratando de superar el incompeten­te trabajo policial de sus colegas. El problema es la falta de acuerdo sobre lo que estaban buscando. “No pueden ser hombres, deben ser lobos”, dice la mayoría. Marshall, adentrándo­se ya en la locura, llega al punto de gritar que no hay nada de sobrenatur­al ahí, que es un hombre, un hombre común y corriente, que, como muchos otros, simplement­e decide asesinar.

Pero la idea de que los abusadores y feminicida­s son seres anómalos o fantástico­s permanece. El ruso Mikhail Popkov, quien confesó haber asesinado a 83 mujeres, era conocido como el Hombre Lobo. El estadounid­ense Jack Owen Spillman III, asesino de una mujer y su hija, potenciali­zó su apelativo: el Hombre Lobo Carnicero. En Colombia también está arraigada la idea de que los feminicida­s no son hombres sino monstruos. En el libro Los monstruos en Colombia sí existen. Asesinos en serie,

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