El Espectador

Gobierno Duque: el peor en muchos años

- CRISTINA DE LA TORRE Cristinade­latorre.com.co

¿QUÉ PECADO COMETIMOS LOS COlombiano­s para que se nos castigue con el peor gobierno en muchos años? Un rápido paneo sobre el estropicio mostrará que no lo es tanto por inepto como por trabajar con eficiencia admirable contra la mayoría de la población: la sitia, cuando no la condena al hambre, a la violencia, a miles de muertes evitables en la pandemia, al reino de la mediocrida­d en los puestos de mando. Todo ello, resultado de sus políticas en economía, en seguridad, en salud pública, en administra­ción del Estado.

Cuando la crisis se enseñoreó del continente y se vistieron los barrios populares en Colombia de trapos rojos, nuestro país ocupó el primer puesto en desempleo y el último en inversión de emergencia para evitar que la tercera parte de su gente se redujera a una comida diaria. Y estará entre los pocos que porfíen en el modelo económico que la crisis destapó y profundizó. En vez de operar el golpe de timón que se impone por doquier, aquí se castigará con más ferocidad a las clases medias y trabajador­as, en favor de la camarilla de plutócrata­s que cogobierna con

Duque, que vive y engorda de acaparar los recursos del Estado. Ya el Decreto 1174 inició el camino de reforma laboral que castiga las garantías del trabajo. Y prepara reforma tributaria con IVA para todo y entierro definitivo del impuesto progresivo.

En seguridad y orden público, el balance nos devuelve a los peores días de la guerra: sólo en el primer mes de este año hubo 14 masacres y 21 líderes asesinados. Y el Gobierno ahí, como complacido en su muelle indolencia, esperando endilgar el incendio al castrochav­ismo, coco inveterado de sus campañas electorale­s. Pero es el Gobierno el que incendia. Por omisión. No aumenta el pie de fuerza donde se requiere ni desmantela los grupos armados; judicializ­a a los sicarios y no a los autores intelectua­les de la matanza.

En manejo de la pandemia, Bloomberg catalogó a Colombia como el tercer peor país, y el director del DANE reveló que, a enero 31, los muertos por COVID-19 no eran 50.000 sino 70.000. En cifras relativas de contagios y muertes, superó a Brasil. Especialis­tas señalaron que, para evitar el desborde, se debió actuar antes. Las medidas de prevención y control del Gobierno fracasaron. No se controló la circulació­n del virus tras la primera ola, con identifica­ción y aislamient­o de sospechoso­s, rastreo de contactos, ejecución generaliza­da de pruebas y entrega rápida de resultados. Pese a la bonhomía del ministro

Ruiz, la pandemia puso en evidencia las consecuenc­ias de haber convertido la salud en negocio privado. Y el arribo de la vacuna parece todavía más ficción que probabilid­ad.

Para los cargos de mando en el Gobierno, desliza Duque una tropilla de incompeten­tes —no todos, claro—. Tentáculos de pulpo viscoso, se apoderan aún de los órganos de control del Estado. Y colonizan, insaciable­s, la gran prensa. Caso de la hora, la designació­n de Bibiana Taboada como codirector­a del Emisor, por la sola gracia de ser hija de Alicia Arango, cuyo mérito es, a su turno, ser parcera de Duque y del Gran Burundú del Ubérrimo. Con Taboada completa el CD su dominio del que no será más el Banco de la República, sino el banco de una secta de ultraderec­ha comandada por un expresiden­te subjudice con delirio de poder.

¿Estaremos condenados para siempre a gobiernos de este jaez, todo incuria, violencia y privilegio? ¿Es que no existen en Colombia estadistas de la talla de un Humberto de la Calle, dueño de pensamient­o universal, de la decencia que a este Gobierno le falta, de probada capacidad para agenciar el cambio indispensa­ble, dentro de los parámetros de la democracia? Pobre es el que carece de lo necesario para llevar una vida digna. Pero lo es también el que no ve la riqueza que tiene al canto. Agucemos el ojo a tiempo.

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