Delfines a la carga
LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES de 1974 se disputaron entre tres hijos de expresidentes: la hija del general Rojas Pinilla, el hijo de Laureano Gómez y el hijo de Alfonso López Pumarejo. Desde entonces, los críticos de la política colombiana se han quejado, con razón, del protagonismo que en nuestra democracia ostentan los delfines.
Aun cuando se trata de una inconformidad legítima que le pone la lupa a uno de los muchos problemas de nuestro sistema político -el del acceso al poder por herencia-, no es preciso meter en la misma canasta a todos aquellos hijos de hombres públicos que optaron por seguir el camino de sus padres. Los arriba mencionados, por ejemplo, triunfaron en la política no solo por ser hijos de sus progenitores, sino porque además tenían vuelo propio.
En el contexto electoral actual, más que nunca, resulta importante hacer esa diferenciación entre los delfines que sí merecen su lugar y los que no tienen mérito distinto a llevar un apellido. Digo que el debate es pertinente, pues cada vez toma más fuerza la idea de que Tomás Uribe sea el candidato del Centro Democrático a la Presidencia. No son pocos los parlamentarios del uribismo que están empeñados en ese propósito. ¿El argumento? Que al ser el hijo del fundador del partido es el único que está en capacidad de garantizar su unidad.
Suena risible, pero es así. A diferencia de los candidatos del 74, que fueron figuras que dejaron una marca en la política nacional, Tomás no tiene ni la más mínima experiencia en lo público, apenas completa 39 años y está señalado de haber utilizado la posición privilegiada de su padre para crecer en los negocios. Aun así, varios legisladores oficialistas consideran que Uribe Moreno es el hombre indicado para dirigir los destinos de la patria. Esa idea no solo me aterra porque encarna la decadencia de los liderazgos en esta democracia. Debo decir, también, que me parece una arbitrariedad con Jerónimo Uribe. ¿Por qué Tomás y no Jerónimo si los dos tienen exactamente el mismo mérito?
Aun cuando la candidatura de Tomás, por el folclor que encarna, pueda llegar a inspirar hasta una carcajada, hay que tomarla en serio. La alianza entre Petro y el centro se ve cada vez más lejana. Así las cosas, por la fuerza electoral del senador, es posible que se repita una segunda vuelta entre la Colombia Humana y el uribismo en la que, por las resistencias que despierta el exalcalde, terminaría ganando el Centro Democrático.
Ese escenario podría evitarse de dos maneras. Una sería que todos los llamados sectores alternativos, incluyendo a Petro, pudieran ponerse de acuerdo y llegaran con un candidato único a la primera vuelta. Eso, como se dijo, se ve poco probable. La otra, que empieza a tomar fuerza, es que la coalición de centro sea lo suficientemente sólida como para superar a Petro en primera vuelta. La llegada de los hermanos Galán y del senador Rodrigo Lara a ese sector le inyecta mucha fuerza. Los tres —delfines— son curtidos en política y tienen méritos propios, además de una buena aceptación popular. En 2022, entonces, podría darse un escenario en el que los delfines que sí sirven nos salven del desastroso delfín que quieren imponernos.
Fernán Medrano
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