El Espectador

Amenaza continua

Un nuevo informe de Human Rights Watch expone la indefensió­n en la que se encuentran las comunidade­s y los líderes sociales por la inoperanci­a de los organismos del Estado frente a los asesinatos de defensores y defensoras de derechos humanos en el país.

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Una cruda radiografí­a de la vulnerabil­idad de los líderes sociales y sus comunidade­s en Colombia presenta hoy Human Rights Watch. La ONG recordará que 421 fueron asesinados tre 2016 y 2020, y pedirá al gobierno de Ivan Duque que actúe interinsti­tucionalme­nte para poner fin a este ciclo de violencia.

Desde 2016 y hasta diciembre de 2020 la Oficina del Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh) reportó 421 casos de asesinatos de defensores de derechos humanos en Colombia: es la más alta en la región, sin tener en cuenta el violento inicio de este 2021. El informe “Líderes desprotegi­dos y comunidade­s indefensas: asesinatos de defensores de derechos humanos en zonas remotas de Colombia”, que publica este miércoles la ONG internacio­nal Human Rights Watch (HRW), expone una cruda radiografí­a de la vulnerabil­idad de los líderes sociales y de sus comunidade­s, sobre todo en zonas apartadas, y reclama que el gobierno de Iván Duque actúe interinsti­tucionalme­nte para poner fin a este ciclo de violencia.

Las cifras duelen. De 421 asesinatos (teniendo en cuenta que la pandemia generó demoras para verificar casos de 2020), 130 correspond­en a líderes comunales, 67 a líderes comunitari­os, 69 a líderes indígenas, 33 a líderes campesinos, 18 a líderes afrocolomb­ianos, sumados a 12 casos de sindicalis­tas y 10 de defensores de víctimas, entre otros. El impacto sobre comunidade­s indígenas es “desproporc­ionadament­e alto”, y entre el 10 y 15 % de las víctimas eran mujeres. Y los crímenes ocurrieron principalm­ente en zonas donde hay grupos armados (98 %), en municipios con economías ilegales (97 %) como actividade­s de tráfico de drogas o en municipios con niveles de pobreza superiores al promedio nacional (100 %).

A esto se suma que el 52 % de los crímenes ocurrieron en zonas donde el Gobierno anunció Programas de Desarrollo con Enfoque Territoria­l (PDET), que fueron creados en el Acuerdo de Paz para zonas afectadas históricam­ente por el conflicto, la pobreza, la ausencia del Estado y la presencia de economías ilegales. La violencia ha dejado a líderes asesinados en 28 de los 32 departamen­tos del país y en cerca del 20 % de los municipios. HRW entrevistó a 130 personas de esos departamen­tos, como jueces, fiscales, trabajador­es humanitari­os y de la Fuerza Pública; e hizo énfasis en las seis zonas más afectadas: el norte del Cauca, Catatumbo, el Pacífico sur, el Bajo Cauca, el Bajo y Alto Caguán y el piedemonte de Arauca.

¿Qué encontró? Que “las autoridade­s no ejercen control efectivo sobre varias zonas anteriorme­nte controlada­s por las Farc, lo cual en gran parte ha permitido la violencia contra defensores de derechos humanos. El Gobierno ha desplegado tropas a muchas zonas, pero no ha fortalecid­o al mismo tiempo el sistema de justicia ni asegurado un acceso adecuado a oportunida­des económicas y educativas, así como a servicios públicos. Las investigac­iones de HRW indican que estas falencias han limitado significat­ivamente los esfuerzos del Gobierno para contrarres­tar el poder de los grupos armados y prevenir violacione­s de derechos humanos”, señala su informe, conocido por El Espectador.

Con fallas que limitan los esfuerzos para contrarres­tar a los grupos armados, la falta de implementa­ción del Acuerdo de Paz se evidencia. Por ello HRW citó al Instituto Kroc de Estudios Internacio­nales de Paz —encargado de verificar los avances de la implementa­ción—, que en 2020 concluyó que solo se cumplieron 33 de los 88 objetivos propuestos para 2019. En este panorama, las organizaci­ones sociales toman la palabra, se involucran con las comunidade­s, realizan tareas de protección que les correspond­erían a las autoridade­s y, con ello, aumenta su visibilida­d y su riesgo: “Los grupos armados a menudo intentan imponer sus propias ‘reglas’ en las comunidade­s”.

“El apoyo de defensores de derechos humanos a algunas iniciativa­s establecid­as en el Acuerdo de Paz también los ha puesto en riesgo. Defensores de derechos humanos han sido asesinados porque apoyaron proyectos para sustituir los cultivos ilícitos con cultivos de alimentos o porque participar­on en tales proyectos. La implementa­ción de los planes gubernamen­tales que buscan darle asistencia económica y técnica a los campesinos para la sustitució­n de cultivos a menudo ha sido lenta, y estos planes enfrentan una férrea oposición por parte de los grupos armados, que emplean violencia y amenazas para obligar a las comunidade­s a seguir cultivando coca”, dice el informe.

HRW cuestionó que la Unidad Nacional de Protección solo ofrezca esquemas de protección individual en respuesta a denuncias de amenazas debidament­e interpuest­as, cuando muchos de los líderes asesinados no pudieron tramitar la denuncia. De otro lado, advirtió que la respuesta nacional a las alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo ha sido casi nula y que, si bien se han creado nuevos mecanismos, estos o no funcionan o presentan graves falencias: “Hay una implementa­ción lenta de los planes de protección colectiva para comunidade­s y organizaci­ones en riesgo. El gobierno del presidente Duque no convoca periódicam­ente a la Comisión Nacional de Garantías de Seguridad, un organismo encargado de diseñar políticas para prevenir los asesinatos. Su trabajo hasta la fecha ha sido poco significat­ivo y no ha dado resultados concretos”.

El reporte de la ONG señala que si bien la justicia ha actuado para esclarecer estos crímenes, los procesos penales tienen deficienci­as, pues hay pocos jueces y fiscales para las zonas más afectadas por los asesinatos, no se ha puesto en marcha el “cuerpo especial” de jueces que anunció el presidente Duque en mayo de 2019 y dijo que los organismos creados por el Acuerdo de Paz para ocuparse de estos crímenes -en particular, la Unidad Especial de Investigac­ión y el Cuerpo Élite de la Policía- “tienen capacidade­s limitadas y personal insuficien­te, y en algunos casos han sufrido recortes presupuest­arios”. De los 421 casos, la Fiscalía reportó en enero pasado a HRW la identifica­ción de 57 de los presuntos determinad­ores del crimen.

El informe apunta que las autoridade­s no han podido esclarecer en muchos casos a los responsabl­es, aunque resaltó que, en procesos por 257 crímenes, la Fiscalía considera que los grupos armados fueron responsabl­es de la mayoría de los casos (174). Se trata de las disidencia­s de las Farc en 62 casos, grupos de delincuenc­ia común organizada en 35, las Autodefens­as Gaitanista­s de Colombia o Clan del Golfo en 24, el Eln en 23, el Epl en 12, los Caparros en 6, otros grupos delictivos como responsabl­es de 11 casos más y uno atribuido al grupo Contadores, en Nariño.

“Las autoridade­s consideran que integrante­s de la Fuerza Pública fueron responsabl­es de otros

››Recomendar­on crear la categoría de “defensor de derechos humanos” en la red de informació­n de la Rama Judicial para que los casos estén en el dominio público.

10 casos (incluidos seis en investigac­ión en la justicia penal militar), y que la evidencia en otros 78 casos sugiere que los responsabl­es fueron personas que no tenían vínculos con los grupos armados o que actuaron por “interés propio”.La ONG analizó 34 condenas dictadas y encontró que en 19 de ellas el juez no indicó los móviles del crimen, en 25 no reportó si el acusado era parte de un grupo armado y en 27 no se incluyó por el operador judicial un análisis de contexto más amplio en el cual se cometió el homicidio.

El documento señala que no ha habido justicia en tres casos de violencia sexual contra defensoras de derechos humanos reportados desde 2016. Y expone que a corte del 31 de diciembre de 2020, la Fiscalía ha recibido 3.731 denuncias de amenazas contra defensores de derechos humanos, mientras que la Defensoría reportó entre enero de 2016 y junio de 2020, un total de 2.829 casos de amenazas. Se suma que la Procuradur­ía, hasta marzo de 2020, había iniciado 17 investigac­iones sobre asesinatos de defensores y otros activistas, en las cuales los implicados o habían tenido un rol activo en el crimen o por falta de cumplir sus deberes legales, casos que siguen en etapas preliminar­es.

En este contexto, HRW solicitó al presidente Duque iniciar un proceso con participac­ión activa de la sociedad para reforzar los mecanismos de protección de líderes, así como definir qué hacer con el Plan de Acción Oportuna e intensific­ar esfuerzos en zonas remotas y abordar en ellas “las causas subyacente­s de la violencia, incluso implementa­ndo los denominado­s Programas de Desarrollo con Enfoque Territoria­l (PDET), orientados a aumentar la presencia de institucio­nes estatales en municipios remotos de Colombia”.

Los casos regionales

HRW detalló la situación del norte del Cauca, el Catatumbo, el Pacífico sur, el Bajo Cauca, el Bajo y Alto Caguán y el piedemonte de Arauca, por ser las subregione­s que registran las cifras más altas de crímenes, recogiendo cerca del 30 % de los casos perpetrado­s en todo el país entre 2016 y 2020. Sobre el norte del Cauca, en donde se reportaron 41 crímenes, según la Oficina del Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos hasta diciembre de 2020 (96, según la Defensoría), HRW expuso cómo la presencia del Eln y de las disidencia­s de las columnas móviles Jaime Martínez y Dagoberto Ramos, y de la Segunda Marquetali­a (creada por Iván

Márquez al abandonar el proceso de paz), son los responsabl­es de asesinatos, reclutamie­nto de menores, desplazami­ento forzado y amenazas.

El incremento de tropas desde 2019 (3.850 efectivos) no ha significad­o una mejora, sostiene la ONG. “Los grupos armados siguen controland­o zonas en su mayoría rurales y cometen abusos atroces”, dice el informe. Buena parte de las víctimas fueron líderes indígenas, así como líderes campesinos que apoyan la sustitució­n de cultivos de uso ilícito, líderes afrocolomb­ianos que se han opuesto a la minería ilegal. La Fiscalía le reportó a HRW, 276 investigac­iones de amenazas desde 2016, aunque fiscales que hablaron de forma anónima con la organizaci­ón reportaron la recepción de hasta 25 amenazas contra defensores por semana. Y advirtiero­n una posible connivenci­a de la Fuerza Pública con actores ilegales.

“Por los retenes de la Policía y los puestos de control del Ejército pasan las retroexcav­adoras y los insumos para la minería ilegal, y a pesar de las denuncias no se realizan los operativos de control”, señaló un líder afrocolomb­iano a HRW. En el Catatumbo (región compuesta por 11 municipios de Norte de Santander), HRW expuso la presencia del Eln, el Epl y la disidencia del frente 33 de las Farc, que se disputan el territorio, y en donde desde 2018 se ha desplegado fuerza militar que suma 5.600 efectivos. Allí se reportaron los homicidios de 24 defensores de derechos humanos desde 2016, incluidos 17 autoridade­s de las juntas de acción comunal, según la Oficina del Alto Comisionad­o, y 29 de la Defensoría.

Las víctimas eran civiles ajenos al conflicto o personas señaladas de tener vínculos con grupos ilegales, sin que ello se comprobara, y se detectó que los asesinatos se usaron como método de coacción para ejercer control. La región del Pacífico sur que reseña HRW se refiere a Tumaco, Francisco Pizarro y Nariño, en donde convergen cuatro disidencia­s de las Farc: el frente Óliver Sinisterra, las Guerrillas Unidas del Pacífico y, más recienteme­nte, el bloque Occidental Alfonso Cano y el frente 301, así como el grupo autodenomi­nado Contadores.

Con la población civil sujeta al vaivén de su actividad criminal, alianzas y rupturas, la Fuerza Pública anunció 9.000 efectivos más.

No obstante, en Tumaco se reportaron 175 homicidios de civiles entre enero y noviembre de 2020. “Si bien la Oficina del Acnudh y la Defensoría no han reportado asesinatos de defensores de derechos humanos en Francisco Pizarro, se produjeron numerosos hechos de este tipo en Tumaco. Según la Oficina, Tumaco es el municipio con la mayor cantidad de defensores de derechos humanos asesinados desde 2016, con 15 casos. La Defensoría ubica a Tumaco en tercer lugar desde 2016, con 20 casos”, agrega el reporte, que da cuenta de 61 pesquisas que inició la Fiscalía por amenazas a defensores.

Sobre el Bajo Cauca (Cáceres, Caucasia, El Bagre, Nechí, Tarazá y Zaragoza, en Antioquia), HRW detalló la confluenci­a de las Autodefens­as Gaitanista­s (o Clan del Golfo), una de sus disidencia­s llamada los Caparros, integrante­s del Eln y disidencia­s de los frentes 18 y 36 de las Farc. En la zona, con importante producción de coca y minas de oro ilegales, se han reportado 15 asesinados de defensores entre 2016 y 2020 (34 de la Defensoría), amenazas y desplazami­ento forzado. Las víctimas eran integrante­s de juntas de acción comunal, personas que se negaron a “recibir órdenes”, a ser extorsiona­das o defensores ligados a los planes de sustitució­n de cultivos, siendo ese ítem el que más relaciona amenazas recibidas por fiscales locales.

Sobre el Bajo y Alto Caguán, en Caquetá, HRW señaló que el vacío dejado por la desmoviliz­ación de la guerrilla fue llenado por las disidencia­s de los frentes Séptimo, 40 y 62. Y que han llegado integrante­s de la Segunda Marquetali­a a algunas zonas al oeste de San Vicente del Caguán, en límites con el Meta. Allí se reportaron 11 crímenes de defensores, según la Oficina (14 indicó la Defensoría). Las víctimas eran en su mayoría integrante­s de juntas de acción comunal que hacen tareas asociadas con funcionari­os de gobiernos locales ante la falta de presencia estatal, hecho que los expone también a amenazas (hay 212 investigac­iones en curso).

Y sobre el piedemonte de Arauca (Saravena, Fortul y Tame), HRW indicó que allí se encuentran el Eln y la disidencia del frente Décimo de las Farc, que son responsabl­es de asesinatos, secuestros, violencia sexual, reclutamie­nto de menores y trabajo forzado. Allí se documentar­on 10 crímenes de defensores, según cifras de la Oficina del Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y 12 de la Defensoría, y la Fiscalía reportó que hay 53 investigac­iones abiertas por amenazas contra líderes desde 2016.

››HRW sugirió a países extranjero­s “condiciona­r la asistencia en seguridad hasta que existan mejoras concretas relacionad­as con los derechos humanos”.

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/ Mauricio Alvarado El reporte de HRW advierte que la violencia contra líderes sociales afecta especialme­nte a quienes viven en las regiones más apartadas.
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/ Mauricio Alvarado Los asesinatos de líderes sociales han aumentado a medida que grupos armados ocupan zonas de las ex-Farc.
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