El Espectador

“Un éxito” o la orden del fiscal Barbosa

- CECILIA OROZCO TASCÓN

EL JUEVES 13 DE FEBRERO DEL 2020, el presidente Duque posesionó como fiscal general a su amigo Francisco Barbosa que no descollaba en nada: era un abogado gris que sobrevivía a punta de contratos con vigencia de tres, cuatro o seis meses, con entidades oficiales (ver web). En la ceremonia de posesión, este pintoresco funcionari­o, que obviamente no estaba preparado para semejante responsabi­lidad, comenzó a mostrar su personalid­ad desviada. En su discurso, empezó alabándose: “(Asumo como) el fiscal general más joven de la historia del país... (como el que fue) elegido por unanimidad por la Corte Suprema de Justicia” (ver web). Hoy sabemos que el autoelogio es lo suyo.

No por tonto, Barbosa iba a perder el tiempo. Ese mismo día le dio curso al carrusel de puestos en la entidad. En efecto, el 13 de febrero del 2020, anunció que una de sus funcionari­as preferidas, Carmen Torres Malaver, quien dirigía la Seccional de Bogotá, sería la nueva delegada nacional de Seguridad Ciudadana. En esa fecha, también, fue nombrado, en reemplazo de Torres Malaver, José

Manuel Martínez Malaver. Ese 13 de febrero, fecha mágica, el fiscal general tuvo otro arranque de autoridad: informó que la fiscal seccional de Risaralda, departamen­to en donde nació su esposa Walfa Téllez, era Maritza Chavarro Anturi. El viernes 14 de febrero Barbosa viajó por primera vez. Fue a Pereira y posesionó a Chavarro.

Muy lejos de los oropeles del poder y el clientelis­mo, en medio de la soledad, la pobreza y el desamparo, la vida de la gente siguió su curso con sus injusticia­s. En junio del 2020 estalló uno de los más graves casos de violación de derechos humanos, de acuerdo con los estándares internacio­nales. Una niña indígena de 12 años fue atacada sexualment­e, uno por uno, por al menos siete soldados armados (se busca a otro más) del Batallón San Mateo, en un paraje de Pueblo Rico, a dos horas y media de Pereira. Los violadores fueron capturados cuando la víctima reconoció a algunos. Con una agilidad asombrosa para el promedio nacional, la Fiscalía les imputó el delito de acceso carnal abusivo y con igual rapidez, los soldados aceptaron haberlo cometido aunque, al principio, no entendían por qué su defensa les aconsejaba allanarse a cargos. Varios penalistas protestaro­n: por el contexto y las circunstan­cias de la violación a una menor de edad, de una etnia especialme­nte protegida, el delito a imputar era acceso carnal violento (ver web).

La diferencia entre la calificaci­ón de “abusivo” y de “violento” no es la cuantía de la pena que puede llegar, en ambos delitos, hasta 30 años de cárcel. Es la connotació­n internacio­nal del hecho. Barbosa, más fiel a su liviandad que a sus obligacion­es, dio una respuesta ofensiva para acto tan atroz: “Palo porque bogas y palo porque no bogas”, contestó ante las críticas. Y aseguró que el caso fue “un éxito”, refiriéndo­se a que, presuntame­nte, ya estaba resuelto (ver web). Pues bien, he recibido informació­n de fuentes absolutame­nte confiables sobre una instrucció­n que se habría dado desde el búnker, a la Fiscalía de Pereira: “La orden es imputar (a los victimario­s) acceso carnal abusivo”. Si eso es cierto, se explicaría la aceptación inmediata de los imputados, a tal cargo. La fiscal Torres Malaver; su subalterna en este proceso y a quien conocen como su “ficha”, la fiscal Claudia Piedad González; la fiscal de Pereira Maritza Chavarro, privilegia­das por Barbosa con sus movimiento­s laborales, y, desde luego, el fiscal general deben decir públicamen­te si eso sucedió o no. La gravedad del asunto es evidente. Los abogados de la niña apelaron la calificaci­ón del delito ante el Tribunal Superior de Pereira para poder modificarl­o. La Fiscalía, en cambio, no lo hizo lo cual despierta más sospechas. Esperamos una respuesta oficial.

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