El Espectador

De castaño a Moreno

- RABO DE AJÍ PASCUAL GAVIRIA

SAMUEL MORENO LLEGÓ A LA ALcaldía de Bogotá con la votación más alta en la historia de la capital hasta ese momento: obtuvo el 42 % de los votos, más de 900.000 tarjetones marcados con su sonrisa de “Bogotá Positiva”. Venía arropado por un énfasis en propuestas sociales para elevar la calidad de vida de los más vulnerable­s. Vendía la imagen de un candidato preocupado y comprensiv­o. Como es lógico, los primeros meses de su administra­ción tuvieron la tranquilid­ad de los tanteos. En marzo de 2008 su imagen favorable era del 61 % y un 72 % de los bogotanos decían que las cosas estaban mejorando. Su discurso de campaña tenía un acento en las “tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón”, un candidato de avanzada para los dramas en las calles y los retos de última hora. Su partido era el más fuerte crítico de la coalición de gobierno de Álvaro Uribe en su segundo mandato. Sin embargo, Moreno armó un sólido bloque en el Concejo con apoyos de todos los colores: conservado­res, liberales, gente de Alas Equipo Colombia, Opción Verde y Convergenc­ia Ciudadana.

Viendo las decisiones y las actitudes de Daniel Quintero en la Alcaldía de Medellín, es fácil recordar el primer año de Samuel Moreno. Quintero dice todos los días que ganó con la más alta votación en la historia de la ciudad y ha vendido su pasado en el Viceminist­erio de las TIC como el gran futuro. Su coalición de gobierno, a pesar de los grandes desacuerdo­s con el Centro Democrátic­o, se armó con cinco miembros de esa bancada en el Concejo, con liberales, conservado­res, gente de la U y algún verde. Quintero tiene a la peor clase política del Valle de Aburrá: los liberales del sur (Héctor Londoño en Envigado) y los godos del norte (Suárez Mira en Bello). Al fin y al cabo, los corrillos políticos son su verdadera tecnología.

Tras el escenario se hacen las movidas. Los hermanos mayores, Iván Moreno y Miguel Quintero, forman otro de los ingredient­es en común. Miguel, al igual que Iván en su momento, es el encargado de ajustar burocracia y acomodar contratos. Viene de trabajar con Luis Pérez y tiene manejo en el INDER, el Área Metropolit­ana y Metroparqu­es como un comodín de contrataci­ón. Un ejemplo: la secretaria de Salud fue parte de la UTL de Miguel Quintero en el Concejo. Miembros de esa unidad terminaron haciendo “trabajo legislativ­o” en una empresa del concejal de Medellín radicada en Bogotá. La decadencia de la alcaldía de Quintero tiene mucho que ver con una falta de conciencia de ilicitud, esa omisión grosera de las normas elementale­s que siempre viene acompañada de altanería y ambición.

Luego de 11 meses Moreno ya tenía un 58 % de imagen negativa. La desfavorab­ilidad de Quintero creció 15 % en entre octubre y enero y llegó a 45 %, la más alta para un alcalde de Medellín luego de un año de labores. Los ruidos en la administra­ción Moreno comenzaron terminando su primer año, con la renuncia del secretario de Movilidad por contratos de semaforiza­ción. La salida del gerente de EPM marca los rumbos autoritari­os y las codicias por la caja mayor de Quintero. Ya tiene zumbidos por muchos lados, contratos que suenan y patrones burocrátic­os que truenan los dedos. La desconfian­za comienza a cubrir su gobierno y cada vez estará más solo, en manos de sus compinches de la peor calaña. La samuelmore­nización parece el camino trazado por “Medellín Futuro”.

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