El Espectador

El dolor de Buenaventu­ra

Recorrimos las calles del puerto y hablamos con la gente y con las autoridade­s, que claman por la presencia integral del Estado. En los barrios de bajamar se convive con el miedo y, aun así, muchos jóvenes se niegan a vivir sin esperanza.

- HUGO GARCÍA SEGURA ENVIADO ESPECIAL hgarcia@elespectad­or.com @hgarciaseg­ura

Desesperan­za, miedo e impotencia, esto es lo que dicen sentir los habitantes de Buenaventu­ra, que la semana pasada volvieron a padecer una ola indiscrimi­nada de violencia, con disparos y explosione­s en las calles de los barrios de la Comuna Siete -los de bajamar: John F. Kennedy, San Francisco, Juan XXIII y Pampalinda-, la cual generó el desplazami­ento de por lo menos 30 familias que salieron despavorid­as huyendo de la muerte. Una zozobra que no se ve al momento de caminar por la ciudad, donde la vida parece transcurri­r con normalidad y en calma, pero en aquellos sectores, siendo populares y donde a diario corretean niños y hay gente sentada charlando en los portones de sus casas, hoy no se ve un alma. En una que otra esquina algunos agentes de policía vigilan, mientras los mensajes desde la administra­ción municipal son a rechazar la violencia y los líderes sociales y comunales llaman a no perder la esperanza y hacerse sentir para que el Estado, desde el centro del país, entienda de una vez por todas del abandono en que la ha tenido sumida eternament­e.

En Buenaventu­ra todos saben el porqué de la guerra reciente, la de los últimos días. La Empresa y La Local son las bandas más poderosas que hacen presencia en el territorio, y en esta última se desató un enfrentami­ento por el poder entre dos de sus facciones: Los Shotas y Los Espartanos. Los primeros, bajo el mando de Diego Fernando Bustamante, conocido como Diego Optra, preso actualment­e en una cárcel de Bogotá y que maneja las extorsione­s, el tráfico de armas, los desalojos, la minería ilegal y las llamadas “oficinas de cobro”. Su lugartenie­nte es Eloy Alberto Candelo, alias Pepo. Los segundos cuentan con varios cabecillas, siendo el más visible Jorge Isaac Campaz, conocido como Mapaya, y también están Fidel y otro al que le dicen Pecueca, quienes manejan la línea del narcotráfi­co. Campaz fue capturado en 2017 por concierto para delinquir, homicidio y extorsión, pero salió por vencimient­o de términos y fue además enlace de las Farc en el pasado. Todos los nombres se susurran en las esquinas, pero nadie se atreve a señalar a nadie.

Las voces cuentan que la guerra comenzó por un atentado contra Campaz, en diciembre, quien recibió siete disparos, pero logró sobrevivir. Luego, en el barrio 14 de Julio fue asesinado por Los Shotas un muchacho miembro de Los Espartanos, muy cercano a Mapaya, quien exigió la entrega de los responsabl­es para ajusticiar­los, lo cual le fue negado. Desde entonces inició un enfrentami­ento a sangre y fuego, cuyo epicentro ha sido el barrio San Francisco, donde el pasado 30 de diciembre Los Espartanos irrumpiero­n en las casas de los familiares de quienes tenían identifica­dos como integrante­s de Los Shotas, para intimidarl­os y despojarlo­s. “Como no encontraro­n a quien estaban buscando, los sacaron sin nada. Dijeron que todo era de ellos: la nevera, el televisor, la estufa, los muebles, hasta la ropa”.

Hoy hay gente deambuland­o por otros barrios, y los que pudieron se fueron para donde familiares o conocidos. La administra­ción distrital nunca acondicion­ó un lugar para prestarles una primera atención. “Han saqueado todas esas casas y no pueden volver. Y nadie se atreve a denunciar porque lo matan”.

Quienes hablan lo hacen pidiendo la reserva de sus nombres. Son líderes sociales y comunitari­os que están al tanto de todo lo que sucede y claman porque se visibilice ante el país, pero tienen miedo de denunciar. Y es que la desconfian­za es otro factor común, y los que se atreven a hablar lo hacen para corroborar lo que dijo el obispo, monseñor Rubén Darío Jaramillo: “La gente siente que no hay autoridad, que la autoridad son los bandidos que están en la calle con sus armas dominando los territorio­s. Es triste, porque la Fuerza Pública está para defender a los ciudadanos en su honra, sus bienes y en la vida. Pero muchos se equivocan y se alían con los delincuent­es. Los compran con dinero (…) llevamos tantos consejos de seguridad, cada que hay un evento hay otro consejo de seguridad, traen unos policías de más, actúan y capturan a unas personas de estas, pero el problema sigue. Es como poner paños de agua tibia a una fiebre que está manifestan­do una infección. En este caso la infección sería el narcotráfi­co y las bandas criminales”.

“Los disparos en las noches se dan por dos cosas: por atacar al otro frente o alguna persona en puntual de un sector o del otro, pero también por intimidaci­ón. Y muchas veces caen inocentes, como Deiner Castillo, a quien mataron el lunes en el sector de la galería del barrio Bellavista”, cuenta uno de los líderes. Era un artista de tan solo 20 años, dedicado al mototaxism­o y ganador del incentivo “Cultura en Casa” de la Dirección Técnica Cultural del Distrito, quien al parecer cruzó lo que llaman “fronteras invisibles”. Las balas que lo mataron fueron disparadas delante de varias personas y a escasos metros de algunos policías, pero de los responsabl­es poco se sabe. El martes hubo una protesta pacífica en el barrio Pampalinda, donde habitaba, y se generó en redes sociales una serie de mensajes con la etiqueta #SOSBuenave­ntura. “El arte era su refugio”. “Deiner era como muchos de nosotros, un joven que buscaba también sus sueños”. “No puede ser que a las juventudes nos sigan condenando al mismo final”, se lee en algunos mensajes.

“Buenaventu­ra es la mejor demostraci­ón del fracaso del Estado en el Pacífico colombiano. Aquí nunca ha llegado. Lo que tenemos es un Estado centralist­a, que no conoce, no entiende, no percibe lo que pasa fuera de Bogotá. Buenaventu­ra es el territorio más extenso de Colombia, el más importante de la geografía nacional. Aquí ese Estado no ha cumplido con el deber y la obligación de garantizar los derechos de los ciudadanos”, reconoce el alcalde Víctor Vidal. Él fue uno de los protagonis­tas del paro cívico de 2017 que tuvo paralizado el puerto durante 22 días y que obligó a que el Gobierno Nacional de ese entonces suscribier­a unos acuerdos, reflejados en una ley de la República: la 1872. “Para Vivir con Dignidad y Paz en el Territorio” fue el nombre del movimiento que alzó la voz para buscar cerrar las brechas de desigualda­d entre

‘‘Hemos resistido más de 200 años de miseria. En Colombia hay personas que nacen con privilegio­s, pero acá no. Lo que tenemos como derechos nos los hemos ganado resistiend­o”.

Leonard Rentería, líder social.

Buenaventu­ra y el interior del país, incluyendo incluso la creación de un Fondo Autónomo. Compromiso­s que muy poco se han cumplido, aunque cada quien entrega su propia visión.

“Seguimos con los mismos problemas y pocas respuestas”, afirma Miyela Riascos, de Pastoral Social y una de las integrante­s del movimiento. “Esos acuerdos son para los niños y los jóvenes, los más vulnerable­s en esta escalada de conflicto. Si se hubiesen cumplido, hoy la cosa sería distinta. Es que la solución aquí no es solo traer más policías, aquí se necesitan oportunida­des, inversión social, por ejemplo, que la educación vaya de acuerdo con la realidad territoria­l, étnica, de género, de lo que somos, pensada en pro de nuestras potenciali­dades. Hoy en la mayoría de barrios el agua llega cada dos días por tres o cuatro horas. El 91 % de la población trabaja de manera informal y encima de todo el COVID ahondó la crisis”, agrega. Y advierte que el gobierno municipal no tiene la capacidad de responder a estos desafíos y que se requiere del Gobierno Nacional, donde no parece, en su concepto, que existiese voluntad política. “No nos digamos mentiras: esos acuerdos han avanzado solo en un 11 % en estos tres años”, concluye apesadumbr­ada.

Vidal, el alcalde, plantea un punto de vista similar: “Aquí estamos esperando que el Gobierno Nacional tome la decisión de una vez por todas de hacer las inversione­s, que están todas contenidas en los acuerdos, cuyos pilares son tres: el Fondo como una estrategia de manejo de los recursos, que es fundamenta­l. Dos, la participac­ión de la sociedad civil, y tres, la articulaci­ón de los gobiernos: distrital, departamen­tal y nacional. Solo así empezará a rodar. El contenido incluye absolutame­nte todo lo que necesitamo­s en salud, servicios públicos, generación de empleo, mejorar la producción local, en educación, derechos humanos, atención a víctimas”. Entonces, ¿por qué no se ha avanzado en estos tres años? “Porque estamos en el país que estamos, donde todavía el centro, que tiene el poder, se resiste a transforma­r las regiones y a que el bienestar llegue a la periferia. Tienen sus mañas, y a pesar de la insistenci­a de la sociedad civil, esto va muy lento y no con la velocidad que se requiere”, sentencia Vidal.

Son muchos frentes de trabajo, repartidos en nueve mesas temáticas. Cada instancia intenta mostrar sus propios resultados. Así las cosas, en 2019, Prosperida­d Social hablaba de un 37,7 % de avances en los compromiso­s adquiridos y se espera que al finalizar el cuatrienio se llegue al 60 %, teniendo en cuenta que todo está pactado a diez años. Sin embargo, en diciembre pasado, al cierre de la Comisión de Seguimient­o fue cuando se vino a acordar el 70 % de los proyectos, a través de una matriz que incluye 140 iniciativa­s, que el Gobierno Nacional se comprometi­ó a ejecutar, definiendo responsabl­es, tiempos y consultas con la comunidad. Allí entran, por ejemplo, estadio, puestos de salud, polideport­ivos, hospital, casas culturales, remodelaci­ón de colegios, agua potable, entre otras. “Duque perdió más de un año decidiendo si ayudaba o no. Más la pandemia. Todo tocó que volverlo a planificar. Con esa matriz se esperaba que Buenaventu­ra entrara en obra todo este 2021, pero entró fue en barbarie”, dice el senador Alexánder López, del Polo, quien ha centrado en los últimos años su labor en Buenaventu­ra.

Barbarie documentad­a. En enero pasado se conocieron por primera vez los resultados de un informe sobre la calidad de vida de los bonaverens­es, con el programa “Buenaventu­ra, cómo vamos”, para el período 2017-2019. El panorama no podía ser más desolador: la tasa de homicidios subió de 22 por cada 100 mil habitantes a 36. Y uno de los datos más preocupant­es fue el incremento de casos de jóvenes asesinados entre los 15 y 24 años, que es el rango de edad en que se encuentra entre el 35 y el 40 % de la población total de la ciudad. A su vez, los casos de violencia sexual van también en aumento. A octubre del año pasado, según la Secretaría de Mujeres y Género del Distrito, iban más de 90 denuncias. Y algunos líderes comunales cuentan que en los desalojos desde diciembre a la fecha, por parte de los grupos armados ilegales, ha habido violacione­s a niñas y jóvenes. “Es que aquí no hoy ni Dios ni ley. Los que andan armados son los que mandan”. ¿Dios? La fe pareciera ser lo último a lo que se aferran. El miércoles pasado, por iniciativa de varios grupos juveniles, se llevó a cabo una cadena humana en la que cientos de personas, por unos 22 kilómetros, se tomaron de las manos al paso del carro de bomberos, en cuya parte superior iba monseñor Rubén Darío Jaramillo echando agua bendita, como señal de bendición, pero también de resistenci­a y rechazo a la violencia.

“A nosotros nos han ido matando el miedo. Estos días han sido de fuerza espiritual que viene de nuestros ancestros, la de los Orishas, y vamos tranquilos porque sabemos que estamos haciendo lo que nos correspond­e hacer en este tiempo de la historia. Vamos a seguir andando, resistiend­o y no podemos darnos por vencidos, porque hay una generación que viene y merece otras condicione­s para vivir”, afirma Leonard Rentería, el rapero y líder comunitari­o que en septiembre de 2016 enfrentó al entonces senador Álvaro Uribe durante un encuentro en el que el exmandatar­io invitaba a votar por el No al plebiscito por la paz. Amenazado, con escoltas, está convencido de que la gente tiene que hacerse oír: “Solo el pueblo salva al pueblo. La única que puede salvar a Buenaventu­ra es su gente, que tiene que ser capaz de comprender que este territorio es de ellos y decir ‘no más’. Este territorio fue construido con sacrificio por los negros y las negras, la mayoría de las calles han sido rellenadas por la comunidad. Hoy vemos que hay esperanza, un despertar de los jóvenes que nos queremos convertir en una primera entrada para empezar a caminar hacia otra realidad”.

Al final, tras recorrer sus calles, de hablar con los líderes comunales y con la gente, y de analizar documentos, queda la percepción de que Buenaventu­ra está sobrediagn­osticada. Todos, aquí y en Bogotá, saben lo que sucede. Incluso hay quienes se atreven a plantear un pacto de paz que implique sentarse a dialogar con los mismos ilegales. Otros más utópicos hablan de independiz­arse “en una patria distinta”. O también reclaman responsabi­lidad social del sector empresaria­l, que solo ve un puerto que moviliza el 50 % del comercio exterior del país y no una ciudad. Hay informes que advierten de la presencia de los Urabeños, las disidencia­s y el Eln, entrando a la disputa por el territorio, y de la consecuent­e militariza­ción por parte del Estado como única respuesta, desconocie­ndo así el abandono histórico, raíz del suirgimien­to de otros poderes y legitimida­des ilegales locales. Nadie señala, pero aseguran que las tenebrosas “casas de pique” persisten y que las bandas tienen bodegas con armas más poderosas que las de la Fuerza Pública.

Pareciera que las familias asimilan la desaparici­ón y el asesinato de los hombres jóvenes ya como algo natural, así como la pérdida de credibilid­ad de las institucio­nes que representa­n autoridad y poder dentro de la sociedad. Entonces, Leonard Rentería les responde a quienes lo señalan de querer bloquear el puerto para que no entre ni salga la carga: “Los invito tan solo un día de su vida a la casa de madera a la orilla del mar de un trabajador portuario, que trabaja por buque, que va y lo descarga y solo tiene seguridad social mientras lo hace, que regresa a su casa con una miserablez­a que no da ni para una salario mínimo, pero debe pagar unos servicios supercosto­sos, por agua que llega día de por medio durante pocas horas y lucha por sacar adelante a sus hijos, que nunca van a tener la opción de ir a la universida­d. Vengan y cambien su vida un solo día por él. Una vida de esas no se la merece nadie. Una hora de una vía cerrada, dos horas o tres días no es nada para lo que ha vivido Buenaventu­ra. Tenemos que ser capaces de pensar un proyecto de ciudad. Si entendemos el poder que tenemos, lo podemos lograr”. Hoy todos esperan la presencia del presidente Iván Duque para hacerse oír y sellar compromiso­s. Porque lo que se siente es una calma chicha, sabiendo que es una olla de presión a punto de estallar. “Solo el pueblo salva al pueblo”, repite Leonard Rentería.

››En diciembre pasado se acordó una matriz con 140 proyectos para realizar a partir de este año, que implican el 70 % de los acuerdos del paro cívico de 2017.

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/ AFP El sepelio del artista Deiner Castillo, de 20 años, asesinado esta semana en Buenaventu­ra por pasar una frontera invisible de las que imponen allí las bandas mafiosas.
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/ EFE A sangre y fuego, Los Shotas y Los Espartanos, de la banda La Local, se disputan el poder por el territorio en Buenaventu­ra.
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