El Espectador

Andrés “el Turco” Gil, académico del vallenato

El denominado “rey del disonante”, que ha formado a algunos de los más importante­s acordeoner­os de Colombia, creó la primera Academia Vallenata en 1979 y, 20 años después, Los Niños del Vallenato. Hoy se reinventa para asegurar que su legado siga vigente.

- ANDREA BARRAZA CABANA *

El capítulo del Turco Gil en la historia del vallenato abarca más de cincuenta años y no ha acabado. Fue un acordeoner­o notable, con más de veinte produccion­es en su juventud, y luego creó la primera academia de este folclor, con la que lleva cuarenta años y ha formado a muchos reyes vallenatos y artistas prestigios­os y a miles de músicos, que han acercado el vallenato a una calidad de conservato­rio.

No había cumplido veinte años cuando, en 1967, sacó su primer disco (de 78 rpm), con tres canciones de su autoría, acompañado de la voz del Pibe Rivera. El legendario Alfredo Gutiérrez reaccionó con un “¡el Turco Gil se adelantó treinta años en la música vallenata!”. No estaba exagerando, y esa percepción influyó en la trayectori­a del precoz músico.

Cronistas del género consultado­s creen que el Turco Gil dejó la carrera musical porque sí se había adelantado a su tiempo como ejecutante del acordeón, y mientras muchos músicos querían aprender de su técnica, paradójica­mente el público no lo aclamaba como a otros. Eso lo habría llevado a dedicarse a enseñar. Ante esto, el maestro guarda silencio al otro extremo de la línea, como quien no quiere ahondar en el asunto.

Así, lo que aprendió y lo que enseñó son la marca de su vida. Lo que aprendió desde niño le permitió revolucion­ar la ejecución del instrument­o y ser llamado el “rey del diso

nante”, apelativo que le puso el locutor Jaime Pérez Parodi. Y lo que enseñó y se propone seguir enseñando a través de su academia es su legado.

Su formación

Andrés Eliécer Gil Torres, como lo nombraron sus padres, tuvo la suerte que tienen pocos de encontrar su destino nada más llegar al mundo. Nació en Villanueva, La Guajira, cuna del vallenato, en 1948. En medio de los tambores y las trompetas de su tío director de orquesta, que se confundier­on con su llanto y le anunciaban su futuro en la música. Ese mismo día fue bautizado por su abuelo paterno como el Turco, como es conocido desde entonces más que por su nombre.

Desde muy niño comenzó su educación musical por una tradición familiar de directores de orquestas. Su tío Reyes Torres tenía una de las mejores de La Guajira, y su padre, Juan Manuel Gil, fue un trompetist­a inquieto y director de la Orquesta de Juancho Gil.

Con solo siete años, tocaba trompeta y leía partituras; luego estudió saxofón, clarinete y trombón. Se estaba formando para ser músico de orquesta, como su papá y su tío, hasta que se le atravesó un acordeón.

Las frecuentes parrandas en casa de los Gil, debajo del palo de almendros de doña Luisa Torres, su madre, adonde asistían personajes como Rafael Escalona, Guillermo Buitrago, Leandro Díaz y Emiliano Zuleta, avivaron la curiosidad del adolescent­e, que con el acordeón de Zuleta empezó a tocar y sacar las notas que daba “el arrugado”, como es conocido.

Notó que era un instrument­o limitado, que solo tenía siete sonidos de los doce que componen la música. “Era como una máquina de escribir a la que le falta el 40 % de las letras, no puedes escribir todo lo que tú quisieras y eso me llamó la atención”. Esta insatisfac­ción con el acordeón lo llevó a explorarlo y experiment­ar con él. Tenía varios años viviendo en Valledupar cuando, hacia 1966-1967, llegó el acordeón diatónico con los doce sonidos.

El rey del disonante

Su primer disco mostró los acordes diferentes que le sacaba al acordeón. La disonancia con acordes consonante­s que tenía nunca se había visto en el vallenato en un acordeón diatónico. Estaba muy joven y era incomprend­ido.

Fue el maestro Antonio María Peñaloza, coautor de Te olvidé, el himno del Carnaval de Barranquil­la, quien lo entendió. En 1969, Peñaloza llegó a Valledupar para concursar en Canción inédita de la segunda versión del Festival de la Leyenda Vallenata. Necesitaba músicos que leyeran partituras y todos le dijeron que el único era el

Turco Gil. Ese encuentro entrañable duró mucho tiempo, porque Peñaloza pronto se estableció en Valledupar.

Con el maestro Peñaloza estudió armonía por más de cinco años y adquirió la formación que necesitaba para convertirs­e en el acordeoner­o que llegó a ser. Logró incluso adaptar diversos ritmos y crear lo que él llamó “paturky”, un tipo de paseo. Una mezcla armónica de cumbias, vallenatos y expresione­s tropicales caribeñas. Esa singularid­ad lo convirtió en un músico muy discutido.

El camino a la enseñanza

El dominio único del instrument­o lo llevó a ser buscado para aprender cómo era que tocaba el acordeón. Empezó enseñando en el patio de su casa. Con el tiempo se fueron sumando tantos alumnos que ya no los podía atender por turnos y fue cuando en la misma casa improvisó en un quiosco la primera aula de clases.

En 1979 creó la Academia Vallenata El Turco Gil, la primera de este folclor. Hoy la institució­n puede mostrar que formó a célebres acordeoner­os como Sergio Luis Rodríguez, que ha ganado tres Grammy Latinos, rey infantil y rey vallenato; Cocha Molina, rey de reyes y quien grabó con Gloria Estefan; Lucas Dangond, Luis José Villa, Manuel Julián Martínez, Javier Mata; Cristian Camilo Peña, rey vallenato; Juanca Ricardo, Juan Mario de la Espriella, Gustavo García y Daniel Maestre, entre muchos otros artistas.

Los Niños del Vallenato

En 1999 creó Los Niños del Vallenato con los más talentosos de su academia, que han sido embajadore­s del folclor en Noruega, Japón, China, Panamá, Argentina, Portugal, Escocia, Italia, Reino Unido y otros lugares del mundo, donde han interpreta­do clásicos de Escalona, Emiliano Zuleta, Luis Enrique Martínez, Leandro Díaz y Lorenzo Morales, entre otros juglares.

Estuvieron en la Casa Blanca en tiempos del mandato de Bill Clinton, quien quedó enamorado de la magia del acordeón, la caja y la guacharaca. En su libro ¿Cómo cada uno de nosotros puede cambiar el mundo? (2007), el exmandatar­io le dedicó unas palabras: “Cuánto me gustaría que en cada área del conflicto hubiese un maestro como el Turco

Gil y niños como Los Niños Vallenatos”.

El futuro de la academia

A sus 72 años, está tomando decisiones sobre su legado. “Soy consciente de la necesidad de reinventar nuestra institució­n para asegurar su permanenci­a. Arrastramo­s un problema financiero y la pandemia nos ha perjudicad­o mucho, obligándon­os a cerrar ya más de diez meses”, anota. Nos cuenta que una de las primeras decisiones es pedirle al expresiden­te Juan Manuel Santos, su amigo, que le ayude a conformar una junta asesora de alto nivel para diseñar un plan estratégic­o de mediano y largo plazo.

Dice que su activo en problemas vale mucho más que la deuda y que su plan incluye un fuerte componente virtual e internacio­nalizar la academia, además de ampliar su cobertura nacional. “Puede poner esto: el presidente Santos nos ayuda a hacer el plan y me voy con él a tocar la puerta de Bill Clinton. Por mí, que la academia complete un siglo con el nombre del Turco Gil, Santos y Clinton”.

‘‘Ese acordeón era como una máquina de escribir a la que le falta el 40 % de las letras, no puedes escribir todo lo que tú quisieras y eso me llamó la atención”.

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/ Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata Con Los Niños del Vallenato, Andrés “el Turco” Gil ha sido embajador del vallenato en países como Japón, China, Panamá, Argentina, Portugal, Escocia, Italia y Reino Unido.
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