El Espectador

Sube la marea, baja la marea

- CATALINA RUIZ-NAVARRO @Catalinapo­rdios

EL 2020 CERRÓ CON UN AVANCE IMportantí­simo en materia de derechos para las mujeres, niñas y personas gestantes en Argentina: la legalizaci­ón del aborto, que entró en vigencia el 24 de enero. Eso vino después de que se garantizar­a este derecho en Uruguay hace unos años: el país vecino sirvió para mostrar cómo esta medida no aumenta los abortos, pero sí disminuye la muerte de mujeres y niñas. De la misma manera, uno de los efectos de la ley argentina es que se empezara a discutir lo mismo en Chile, un país que desde la dictadura de Pinochet no tenía ni causales y que en los últimos años avanzó hacia un modelo más parecido al colombiano.

El movimiento por el derecho a decidir con frecuencia recibe el nombre de “marea”, porque las iniciativa­s por la legalizaci­ón y la despenaliz­ación son contagiosa­s: que un país legalice hace que la conversaci­ón sobre aborto se replique en otros países y esto ayuda a la despenaliz­ación social, que a su vez sienta la base para los avances legales.

La metáfora de la “marea” es muy acertada también porque cuando el agua sube en un lugar, disminuye en otros. Y así sucede en este momento en Latinoamér­ica con el movimiento por el derecho a decidir. En otras regiones, la Marea Verde ha tenido un efecto adverso, una embestida de los antiderech­os para pasar leyes retardatar­ias. Primero pasó en Honduras: un país en donde el aborto está criminaliz­ado de forma absoluta y ni siquiera se permite el uso de la anticoncep­ción de emergencia, que no es abortiva. Hace unas semanas el Congreso pasó una ley que hace una reforma al artículo 67 de la Constituci­ón, para impedir que el aborto pueda ser legalizado en el futuro. Fue una movida populista, porque el aborto ya estaba prohibido, y oportunist­a: usó la legalizaci­ón en Argentina para justificar el recrudecim­iento de barreras en Honduras.

Lo mismo pasó en el estado de Aguascalie­ntes en México, en donde se hicieron reformas a la Constituci­ón del estado para “proteger” la vida desde la concepción hasta la “muerte natural”. Estas reformas constituci­onales no eliminan la causal de violación, es decir, mujeres y niñas pueden seguir abortando en Aguascalie­ntes bajo esta causal, pero sí impide procedimie­ntos como la fertilizac­ión in vitro. El retroceso también es una movida populista y una muestra de cómo los antiderech­os están convocando a sus bases de votantes.

En Colombia también rondan proyectos de ley similares en el Congreso, pero tienen pocas probabilid­ades de pasar pues son inconstitu­cionales. Afortunada­mente, lo que sí tiene posibilida­des es el reclamo del movimiento Causa Justa, que busca sacar el aborto del Código Penal. La abogada Mariana Ardila lo explica en Ámbito Jurídico: “Estamos denunciand­o las violacione­s a derechos fundamenta­les que genera cualquier uso del derecho penal en este campo, tanto para las mujeres más vulnerable­s como para el personal de salud. También estamos poniendo en tela de juicio su efectivida­d para proteger la vida prenatal. En otras palabras, incluso un régimen como el argentino, mientras esté enmarcado en lo penal, seguirá produciend­o las mismas violacione­s a la Constituci­ón”, porque la persistenc­ia del delito genera estigmas que dificultan la despenaliz­ación social. El movimiento Causa Justa cumplió ayer su primer aniversari­o y se espera que pronto haya un fallo de fondo por parte de la Corte Constituci­onal.

Los derechos humanos no avanzan de forma lineal y escalonada. Como las olas, implican un ir y venir, se adelanta y se retrocede, los progresos son lentos y a veces accidentad­os. Por eso es tan importante no bajar la guardia: cuando avanzamos en derechos, los antiderech­os ganan una estímulo para organizars­e. Que sea también una motivación para que trabajemos juntas a favor del derecho a decidir.

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