Son los impuestos al capital, estúpido
EL ARGUMENTO DEL GOBIERNO PARA ponerles IVA a los alimentos y otros bienes de primera necesidad es que las exenciones de las que gozan benefician de manera desproporcionada e injusta a personas que bien podrían pagar el impuesto. ¿De verdad es necesario que los consumidores que tienen con qué hacer sus compras en un supermercado gourmet las hagan sin IVA, como si su situación económica fuera la misma de quienes las hacen en una tienda de barrio o en una zona rural? Como la respuesta es que no, el Gobierno hace pantomima de preocuparse por la progresividad del sistema tributario, señalando que complementará el aumento del IVA con transferencias monetarias a la población de más bajos ingresos.
Pero la retórica del Gobierno es eso: ante todo palabras y poco en términos de preocupación por la progresividad del sistema tributario. En primer lugar, la actual compensación del IVA no está diseñada ni siquiera para que les llegue a las personas que ganan el salario mínimo, las cuales entran en esa categoría de “privilegiados” a quienes el Ministerio de Hacienda quiere poner a tributar más.
En segundo lugar, y aunque diste de ser la injusticia mayor, pensar que el gran privilegio tributario que hay que abolir son las exenciones de IVA para los clientes de Carulla es ver el mundo al revés. Incluso dentro de ese grupo relativamente privilegiado hay enormes desigualdades: entran tanto los trabajadores profesionales que no viven de sus herencias ni sus inversiones hasta los dueños de los grandes grupos económicos del país. Ellos —de quien tan acertadamente escribió Margarita Rosa de Francisco en su última columna en El Tiempo— recibieron billonarios recortes de impuestos en 2018, y por eso, antes de preguntarnos si los trabajadores de cualquier estrato deben pagar más impuestos, tenemos que preguntarnos si ellos están pagando lo que les corresponde. La respuesta, sin ambigüedades, es que no.