El Espectador

Yo primero

- BRIGITTE BAPTISTE

¡ES INCONCEBIB­LE QUE ME HAGAN hacer cola para vacunarme! ¡Yo, que he sido entrevista­da por Juanpis, que he defendido las vacunas en todas las redes sociales con caritas felices, que he desfilado por las pasarelas de la diversidad para luchar contra la transfobia, que adopté tres gatos huérfanos y cultivo papas en mi antejardín para adaptarme al cambio climático! ¡No entiendo cómo no ven la prioridad!

Se habían demorado en ofrecer vacunas en las redes sociales, en prometerla­s como ñapa en las compras a domicilio o en garantizar cupos preferenci­ales en las Empresas Piratas de Salud, que engañan a los incautos en una economía robusta… en la informalid­ad. No saben quién soy yo, el lema ya no de personas sin vergüenza sino de gremios, asociacion­es, colectivos, todos empujando para que el Ministerio de Salud y el ministro, que ha mantenido una serenidad a toda prueba, los escoja a dedo, como en feria: hacer cola es probableme­nte la actividad que más odiamos los colombiano­s.

Colarse visiblemen­te, superando los insultos, es una prueba de habilidad heroica; invisiblem­ente, de astucia. Comprar el turno, usar la cédula del abuelito o hacer un curso concentrad­o de enfermería son alternativ­as que deben estar pensando muchos a ver si los dejan salir a rumbear de una vez por todas usando el certificad­o. Bueno, también hay fabricació­n y venta de certificad­os: niveles top de emprendimi­ento.

Colarse —durante toda la república, al menos, porque las filas de las monarquías y los regímenes dictatoria­les son mucho más sencillas— ha sido una de las estrategia­s para luchar contra la inequidad, con el efecto contrario: reafirman el orden social de una cultura de castas. No dejen de ver Tigre blanco. De ahí que el narco gane prestigio derrocando a funcionari­os en los que la mayoría no confía, saltándose todos los turnos para mandar y salir de la pobreza como sea para ordenar la fila a su manera. Ahí están con nombre propio manejando jerarquías con turnos mortales. La corrupción funciona con el mismo principio. La democracia, complicada, tiene que organizars­e distinto, definir prioridade­s luego de discutir criterios y sopesar recursos, interminab­les conversaci­ones a veces tan desesperan­tes que hacen invocar al padre autoritari­o, al líder, así toque vacunarlo primero: se lo merece, resolvió el problema de la fila, a su manera.

Seguro ya hay varios documentos de consultorí­a o tesis de grado en los cuales se basan proyectos de ley para cambiar el programa de vacunación… pero mientras eso se despliega, pierden tiempo en el Gobierno: ¿qué les cuesta traer una vacuna (la mía) por mensajería? ¿Es que las farmacéuti­cas no tienen algún saldo de las pruebas de campo? (De las que salieron buenas, me explico). ¿Qué van a hacer con todos los antivacuna­s y esas dosis que no me llegan? Tengo buenos amigos en Canadá…

Por eso, abiertamen­te, creo que la primera vacuna, la simbólica, debería ser para mí. Me ofrezco a correr el riesgo en nombre de todos los colombiano­s, a protegerlo­s con mi vida si es necesario. No podemos experiment­ar con alguien verdaderam­ente importante ni dar la señal equívoca de que los ricos van adelante, o mejor miremos a ver cómo les va a los abuelos, que no salen a rumbear. Bueno, yo tampoco, pero igual estoy harta del tapabocas. Luego les paso la lista de las verdaderas prioridade­s. Juanpis, ayúdame.

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