Sobre una columna
Me desagradó el estilo de evidencias “filosóficas” que expuso el escritor Héctor Abad Faciolince en su columna “La crisis de la crisis de la verdad”. Su ataque contra el dizque relativismo de la posmodernidad —el coco tanto de la derecha como de la izquierda— descontextualiza y deshistoriza los pensamientos de los filósofos que cita. Primero, su interpretación de “la verdad ha muerto” es reduccionista. Nietzsche proponía que el contexto —como argumentó Walter Kaufmann— define la verdad. La otra forma de interpretar esa muy citada frase es compararla con los varios aforismos que la niegan. Esas paradojas eran parte de la apuesta de Nietzsche. Mejor sería pensarlo como la verdad, en el sentido platónico, que ha muerto. Ludwig Wittgenstein, el gran amigo de Bertrand Russell, le dio la espalda a toda la escuela de Cambridge —después de ser uno de sus miembros—, creyendo que no importaba la verdad universal, sino la verdad contextual. De hecho, es una manera mucho más científica de entender la verdad. Los estudios científicos —sobre los cuales hemos basado nuestras vidas en los últimos 11 meses— salen de un contexto específico, no de uno universal. Los científicos siempre reconocen las limitaciones de sus estudios, dado su contexto particular. Deleuze no era el villano relativista ni posmoderno, como lo describe Abad. Él mismo se proclamaba un “empírico pluralista”. Se alió con el padre del empirismo, el escocés David Hume, desde muy temprano en su carrera. Una verdad contextual no es relativismo. El contextualismo reconoce la fluidez de la identidad de raza y de género o, para usar un término de Deleuze, la multiplicidad que puede ser muchas cosas a la vez. El arcaico conservatismo de Russell no permitiría el pluralismo que algunos sectores —ignorados y perseguidos por tantos años— disfrutan hoy.
Jesse Tangen-Mills.