El Espectador

Los monstruos también se deben jubilar

- CARLOS GRANÉS

A VECES LA SIMPLE LÓGICA PONE A los políticos contra las cuerdas. Ahora que la Jurisdicci­ón Especial para la Paz empieza a revelar datos escalofria­ntes, como esos 6.402 falsos positivos, es decir, esos asesinatos de civiles por parte de las Fuerzas Armadas a cambio de dinero u otros favores, uno tiene que hacerse una pregunta. ¿Cómo es posible que todo esto ocurriera durante la presidenci­a de Álvaro Uribe sin que él se enterara? Y por simple lógica uno llega a una disyuntiva. Una de dos: o Uribe es lo que el país cree —un tipo trabajador que no descansa un segundo y que controla hasta el último detalle— y entonces tendría que estar al tanto de la luciferina política que regía en el Ejército, o Uribe nos ha estado mamando gallo y en realidad es un despistado, sin mando ni autoridad, al que el Ejército le monta una dinámica perversa que echa sangre por los cuatro lados y él ni se entera. O se peca por complicida­d o se peca por ineptitud, porque esos 6.402 muertos están ahí y no hay manera de ocultarlos. Una monstruosi­dad por la que alguien, como mínimo, debería rendir cuentas. O jubilarse.

Díganme si no es raro que los políticos se enorgullez­can de bajar la edad de jubilación de los trabajador­es mientras que a ellos no hay quien los jubile. Algo deben de tener el poder o las curules parlamenta­rias que los hace preferible­s al merecido descanso. Y vaya si hay políticos que necesitan ese descanso y de los que el país merece descansar. Uribe, claramente, porque la prioridad del uribismo hoy es defenderlo a él, no resolver los terribles problemas que están, de nuevo, una vez más, convirtien­do a Colombia en un matadero. Si el próximo presidente llega al poder usando su marca, ya sabemos en qué se irán buena parte de sus esfuerzos.

Esa dinámica ha estancado al país en un charco de hediondece­s donde también son felices los antiuribis­tas. La presencia de este personaje dudoso les ha hecho creer que pueden ventilar sin pudor sus propios odios y sus fantasías asesinas, degradando el debate público hasta la miseria. Yo albergo una fantasía muy distinta: ver a Uribe pasando por la JEP, previo a una jubilación dichosa que le permita a él vivir tranquilo y al país, cambiar de tema. Sé que no ocurrirá, porque personas como Uribe jamás reconocen haber errado, pero sí sé que ese debería ser el camino. Y no sólo para él.

Porque después de pasar por la JEP y de dar cuenta de la magnitud de los crímenes que cometieron, uno la verdad no se explica cómo los ex-Farc siguen creyendo que el país los necesita o que en realidad representa­n a alguien. Ellos son otros que deberían agradecerl­e a la sociedad el haberles permitido reinsertar­se, antes de hacer uso de buen retiro. Su pretensión de sumarse al “pacto histórico” de la izquierda sólo puede estar inspirada en el deseo de sabotear a Petro. Sus ideas, viejísimas, y sus crímenes, recientísi­mos, son más tóxicos que el COVID. No me imagino a Margarita Rosa de Francisco leyendo un manifiesto de cualquier tipo, menos aún uno feminista, al lado de Timochenko. Si quiere ser presidente, le tocará al mismo Petro decírselos: a jubilarse, señores.

Es el mejor servicio que podrían hacerle al país. Envejezcan tranquilos y felices, caudillos y guerriller­os, y sobre todo dejen de salvar al país, que en esto lo han convertido.

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