El Espectador

El difícil “borrón y cuenta nueva” de la política

- CATALINA URIBE RINCÓN

CUANDO BIDEN GANÓ LA PRESIdenci­a, muchos respiramos optimismo. Imaginar el cambio de políticas que se venían después de la violencia ejercida por Trump hizo que idealizára­mos lo que sería el gobierno del hoy presidente demócrata. The New York Times, sin embargo, nos intentó aterrizar un poco con las posibilida­des reales de los cambios en las futuras políticas. En un artículo de diciembre del año pasado, el diario estadounid­ense reprodujo declaracio­nes del gobierno Biden, que admitió las dificultad­es para deshacer las perversas políticas instaurada­s en las fronteras. “Procesar el poder en la frontera no es como prender y apagar la luz”, dijo Susan Rice, una de sus asesoras.

La prueba de lo difícil que es cambiar políticas instaurada­s se materializ­ó esta semana con la apertura del primer centro de detención para migrantes desde la posesión de Biden. El lugar, un vestigio de Trump, planea albergar alrededor de 700 niños de entre 13 y 17 años. Muchos de ellos han llegado sin compañía de adultos y huyendo de la violencia que los amenaza en sus países de nacimiento. Los abogados de los migrantes están impactados con la decisión del nuevo gobierno: no sólo es costoso mantener estos sitios, operados como negocio por compañías privadas, sino que es completame­nte innecesari­o y viola los derechos humanos. Biden afirmó que los cambios llegarán, pero no todos en el primer día de su mandato.

Sin duda, son difíciles los cambios de políticas que llevan un tiempo impulsadas e institucio­nalizadas. El lío de estos centros de migrantes —y del sistema carcelario estadounid­ense en general— es que hay intereses y dineros que llevan siendo fijados por décadas. Y lo que es cierto de los intereses burocrátic­os e institucio­nales es cierto del lenguaje. Consciente de esto, Biden también ha sido enfático con su gabinete: “Las palabras, el tono y la civilidad importan”. El gobierno demócrata tiene el reto adicional de recobrar el lenguaje clemente e inclusivo que Trump tanto ignoró. Las nuevas órdenes ejecutivas están llenas de palabras que tratan de recuperar el norte: “equidad”, “cambio climático”, “ruta para obtener la ciudadanía” en lugar de “migrantes violadores”, “estafa”, “ilegales”.

Cambiar el lenguaje es difícil. Cuando una política cala, implica no solo que el gobernante de turno la aprueba, sino que hay muchos dispuestos a seguirle el juego. Uno que lleva años consolidán­dose a través de discursos, repeticion­es, palabras y eslóganes. En Colombia no nos quedamos atrás. Pensemos en el daño tan perverso que sigue causando la idea de llamar “falsos positivos” a los asesinatos de inocentes a manos del Ejército. Analicemos cómo afecta que los medios llamen a quienes protestan “vagos” y “vándalos”. Modificar los comportami­entos y políticas de la Fuerza Pública es una necesidad, pero al menos, como ciudadanos, asegurémon­os de proteger ese patrimonio colectivo que es el lenguaje.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia