El Espectador

Como piedra en el Zapateiro

- RABO DE PAJA ESTEBAN CARLOS MEJÍA @EstebanCar­losM

LA MAÑANA DEL VIERNES 9 DE MAYO de 1958, hace ya casi 63 años, Alberto Lleras Camargo, electo presidente de Colombia el domingo previo, entró inerme, o sea, desarmado, sin edecanes ni comitiva, al Teatro Patria, al pie de una guarnición en Bogotá. El recinto estaba lleno de milicos. La mera cúpula.

Una semana antes, el 2 de mayo a las 3:10 de la madrugada, el coronel Hernando Forero Gómez, comandante de la Policía Militar, emprendió un coup d'état para arrestar a la Junta provisiona­l de gobierno, boicotear las elecciones presidenci­ales del domingo 4 y reinstaura­r en el poder al teniente general Gustavo Rojas Pinilla, Gurropín. La intentona fracasó por una azarosa combinació­n de buena fortuna civil y pésimo desempeño insurrecci­onal. Siete días después, Lleras Camargo, con su voz resonante y su dicción pluscuampe­rfecta, les cantó la tabla a los gorilas.

“No hay mucho peligro en las controvers­ias de los civiles cuando la gente está desarmada”, les dijo para empezar. “Pero si alguien tiene a sus órdenes para resolver la disputa, cuando ya carezca de argumentos o pierda la paciencia, una ametrallad­ora, un fusil, una compañía o las Fuerzas Armadas, irá a todos los extremos, se volverá más violento, será irrazonabl­e, no buscará el entendimie­nto sino el aplastamie­nto, y todo acabará en una batalla.”

Supongo que en ese momento hubo ceños rabiosos, braguetas fruncidas y puños apretados. Lleras Camargo no se inmutó: “Las Fuerzas Armadas no deben deliberar, no deben ser deliberant­es en política, como dice la Constituci­ón”. A renglón seguido recordó su pecado original: “Han sido creadas por toda la Nación. Porque la Nación entera sin excepcione­s de grupo ni de partido ni de color ni de creencias religiosas sino el pueblo como masa global les ha dado las armas, les ha dado el poder físico con el encargo de defender los intereses comunes, les ha tributado los soldados, les ha dado fueros, les ha otorgado el privilegio natural de que sean gentes suyas quienes juzguen su conducta”.

Duélale al que le duela. Lleras Camargo prosiguió con irrefutabl­e certeza: “Y todo ello con una sola condición, la de que no entren con todo su peso y su fuerza a caer sobre unos ciudadanos inocentes por cuenta de otros ciudadanos”. Más claro no canta un gallo. “Si las Fuerzas Armadas tienen que representa­r a la Nación ante presuntos enemigos exteriores, necesitan del respeto colectivo, y no lo podrían conservar sino permanecie­ndo ajenas a las pugnas civiles. Las Fuerzas Armadas no pueden, pues, tener partido”.

Y así durante casi 45 minutos. Al pan, pan y al vino, vino. Cerró con broche de oro: “Las Fuerzas Armadas entran a la política y la dañan, la dañan simplement­e porque nadie las invita a entrar en la política sino con el ánimo de que echen bala por su cuenta, pongan los muertos, destruyan a sus enemigos y defiendan intereses ajenos a las convenienc­ias generales de la República”.

Dudo que el ministrico de Defensa, cuyo principal mérito político es haber sido parido en un hospital militar, haya leído o escuchado este discurso. Ni tampoco el mismísimo general Zapateiro Altamirand­a con sus apellidos de novela de dictadores. Lo transcribo aquí y ahora como constancia de que “hasta las palabras, no digo ya las acciones, deben ser en este tiempo cautelosas, tranquilas, pacíficas”.

Rabito: “La Fuerza Pública no es deliberant­e”. Título 7. Capítulo 7. Artículo 219. Constituci­ón Política de Colombia, 1991.

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