El Espectador

Lenguaje no sexista: algunas considerac­iones (1.ª parte)

- MARÍA ALEJANDRA MEDINA C. mmedina@elespectad­or.com, @alejandra_mdn

EN UNA COLUMNA PASADA ME REFErí al asunto del lenguaje no sexista. Hoy quisiera empezar a ahondar en por qué esta discusión es importante y compleja.

En la gramática actual, el género muchas veces correspond­e con el sexo. «Emperador» (palabra de género masculino) por lo general se refiere a una persona de sexo masculino y «emperatriz» (género femenino), a una de sexo femenino. Sin embargo, no siempre ocurre así. «Personaje» es de género masculino, pero nos podemos estar refiriendo a una mujer cuando, por ejemplo, hablamos del personaje principal de una novela («ella es el personaje principal»). «Persona», palabra de género femenino, se refiere a hombres y mujeres. Este tipo de palabras son de género epiceno, es decir, las que siendo masculinas o femeninas cobijan tanto a hombres como a mujeres.

Gran parte de la discusión del lenguaje no sexista ha surgido del rechazo al masculino genérico; por ejemplo, que «los ciudadanos» incluya también a las ciudadanas («ciudadanos» no es una palabra de género epiceno).

Algunas situacione­s muestran que el masculino genérico se queda corto. En un testamento —ha señalado la propia RAE como ejemplo— se podría aclarar que los bienes serán heredados por «hijos e hijas», pues decir solo «hijos» podría llevar a la interpreta­ción de que se habla solo de los varones.

El lenguaje y la realidad están conectados. Convocar a «ingenieras e ingenieros» (desdoblami­ento léxico) para vacantes en un sector históricam­ente dominado por los hombres puede tener un impacto.

En próximas columnas me referiré a las complicaci­ones del desdoblami­ento, a otras alternativ­as que se han planteado —para nombrar también a las personas con identidade­s no binarias— y quizá a lo más importante de todo: que en esta discusión nos escuchemos mutuamente.

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