El Espectador

Los guardianes de la memoria del Catatumbo

La Asociación de Desplazado­s de la Provincia de Ocaña publicó recienteme­nte un libro escrito a decenas de manos de dos generacion­es, que recoge la historia de sus miembros en el marco del conflicto armado en la región.

- MIGUEL BOTERO ECHEVERRI* miguel@memria.org @MiguelBote­roE

Cuando las familias de la Asociación de Desplazado­s de la Provincia de Ocaña (Asodepo) decidieron erigir un monumento para recordar a las víctimas del conflicto armado en el Catatumbo, pensaron en un bocachico, el pez que habita las cuencas del norte de Colombia y remonta las aguas de los ríos en migracione­s masivas conocidas como subiendas. Para las familias, el bocachico es testigo silencioso de los horrores de la guerra en la región, sus ríos Magdalena y Catatumbo hechos vertederos de cuerpos.

El monumento se alza en Brisas del Polaco, un barrio en Ocaña en el que las familias de desplazado­s construyer­on sus hogares tras una lucha de años por sus derechos como víctimas de la guerra. Estas familias, que sufrieron y atestiguar­on la violencia de paramilita­res, fuerzas armadas y grupos guerriller­os, crearon un segundo monumento, uno que no representa el silencio, sino que lo rompe.

En el libro Reviviendo el pasado, construyen­do el futuro reunieron 60 historias de víctimas del conflicto armado en el Catatumbo: 30 de personas que sobrevivie­ron a la violencia y 30 de personas asesinadas o desapareci­das. Con el bocachico y el libro, publicado a finales de diciembre de 2020, completaro­n una iniciativa de memoria histórica que trazaron hace 17 años. Ahora quieren culminarla con la difusión de las historias que recogieron.

El libro, escrito entre dos generacion­es y a varias manos, se produjo con el apoyo del Programa de Apoyo a la Construcci­ón de Paz en Colombia (Propaz), de la Cooperació­n Alemana para el Desarrollo (GIZ). Treinta hombres y mujeres de 14 años en adelante hicieron las entrevista­s y contribuye­ron en la redacción.

Para hacerlo, se formaron como Guardianes de la Memoria con el apoyo de la Corporació­n Construyen­do Poder, Democracia y Paz (Poderpaz), la Comisión para el Esclarecim­iento de la Verdad (CEV) y la Jurisdicci­ón Especial para la Paz (JEP). Durante el período de formación, estudiaron iniciativa­s afines en Latinoamér­ica, proyectos de construcci­ón de memoria y protocolos de documentac­ión de violacione­s de derechos humanos.

El diálogo intergener­acional es, quizás, el aspecto más importante de la iniciativa. La memoria histórica es un legado de las familias a sus hijos. Al hacer a los jóvenes custodios de las historias de sus mayores, la Asociación sentó las bases de un relevo generacion­al para el futuro avance de las luchas de esta. “Nosotros como jóvenes aprendemos de cada uno de ellos, y aunque no entendamos totalmente lo que sienten, ahora nos sentimos más admirados y comprometi­dos por todo lo que han vivido y construido, y sobre todo por el deseo que tienen de que nada de eso vuelva a ocurrir”, cuenta uno de los jóvenes que trabajaron en el libro.

Para entender la historia del colectivo, revisaron documentos y organizaro­n un Círculo de la Memoria, espacio de diálogo con algunas de las personas que fundaron la Asociación. Luego entrevista­ron a las 60 familias, elegidas de diferentes municipios y con diversas experienci­as del conflicto para lograr con la totalidad de los testimonio­s una visión amplia de las formas de la violencia y resistenci­a en el Catatumbo.

El resultado es una colección de relatos cortos que narran los hechos violentos y describen a las víctimas sus intereses y proyectos de vida.

“Le gustaba mucho el pescado guisado, disfrutaba mucho de ir al río a pescar, preparaba los anzuelos la tarde anterior y luego iba en la mañana a sacar bocachico”, cuenta uno de los familiares de Abdiel, campesino de 22 años que, según los testimonio­s, fue torturado y asesinado por el Ejército Nacional.

“A Ezequiel lo recuerda su familia como una persona amable, sociable y colaborado­ra, fue parte de la junta de acción comunal y participab­a en la construcci­ón de caminos veredales”, cuentan sobre Ezequiel, padre de nueve hijos. Desapareci­ó, según testigos, en territorio bajo el control de las Farc.

Estos relatos cumplen con el primer propósito enunciado en el título de la investigac­ión, el de revivir el pasado. El conflicto ha cambiado, pero sigue vivo. Según “Líderes desprotegi­dos y comunidade­s indefensas”, informe de Human Rights Watch, se registraro­n 179 homicidios entre enero y finales de noviembre de 2020. La Defensora del Pueblo reportó los asesinatos de 29 defensores de derechos humanos desde 2016. El año 2021 abrió con confinamie­ntos y desplazami­entos. A mediados de enero, alrededor de 250 personas tuvieron que abandonar sus tierras en La Silla, zona rural de Tibú, por enfrentami­entos entre grupos armados, como los Rastrojos y el Eln.

La conclusión del libro es una serie de recomendac­iones de las víctimas para que el conflicto cese. Todos los reclamos de la Asociación están en el terreno de la justicia restaurati­va. “No compartimo­s las penas que se les dan a los victimario­s, ya sean guerrilla, paramilita­res o miembros de la Fuerza Pública”, dice Alfredy Galvis, integrante de Asodepo y líder del proyecto de investigac­ión. “Son normativas que se respetan, aunque no se aceptan. Asodepo no discute ni pierde el tiempo en algo que en la normativa no va a cambiar. Uno prefiere sacrificar derechos para que el derecho de la paz se vuelva una realidad”. *Periodista y profesor de cátedra del Centro de Estudios de Periodismo de la Universida­d de los Andes.

**Este texto forma parte de un mapeo de iniciativa­s de memoria acompañado por el Programa de Apoyo a la Construcci­ón de la Paz en Colombia (Propaz), programa de la Cooperació­n Alemana para el Desarrollo (GIZ).

››El diálogo intergener­acional es, quizás, el aspecto más importante de la iniciativa. La memoria histórica es un legado de las familias a sus hijos.

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/ Comisión de la Verdad Miembros de Asodepo eligieron un monumento de un bocachico, el pez que habita las cuencas del norte de Colombia, para rendir un homenaje a las víctimas.
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