La llegada de las vacunas
GARCÍA MÁRQUEZ NO SOLO FUE EXCElente escritor sino además profeta. Cuando apareció por primera vez Los funerales de la Mamá Grande (1962) nadie se imaginaba por estos lares que el papa vendría a Colombia y cuando lo hizo, en 1968, quién iba a creer que nuestro presidente sería calvo y rechoncho (Lleras Restrepo). Dice que él se plantó con su redoblante en el centro de la plaza y leyó el bando de la decisión: “Se declaraba turbado el orden público, tarrataplán, y el presidente de la República, tarrataplán, disponía de las facultades extraordinarias, tarrataplán, que le permitía asistir a los funerales de la Mamá Grande”.
Entonces eran los funerales de la Mamá Grande y recientemente el himno nacional y el redoble de tambores se vivió en nuestro tropical y provinciano país con la llegada de las primeras vacunas. Allí estaban, en el lenguaje de García Márquez, las lavanderas de San Jorge, los pescadores de perla del Cabo de la Vela, los camaroneros de Tasajera, los brujos de La Mojana, los acordeoneros de Valledupar, los papayeros de San Pelayo, los improvisadores de las Sabanas de Bolívar, los camajanes de Rebolo, los bogas del Magdalena, los tinterillos de Mompox…
Y, por supuesto, el presidente de la República, tarrataplán, la vicepresidenta, los ministros, los superintendentes, el secretario general, el vocero de Palacio, el gobernador, el alcalde, el consejero de guerra, el bachiller Macías, el Centro Democrático, tarrataplán, rataplán, plan, plan…
Era la llegada de las primeras vacunas en avión DHL, pero no DIH (Derecho Internacional Humanitario). Y eso que fuimos los últimos en recibir vacunas. Por eso nos llaman el “Reporter Esso” (el primero con las últimas), como se identificaba el noticiero radial de Caracol de los años 60.
Y nadie le reconoce a García Márquez que además de buen escritor era profeta… en su tierra.