El Espectador

Un tiro en el pie

- FEDERICO GÓMEZ LARA @federicogo­mezla

LOS MEDIOS PUBLICARON SUS TItulares con apartes del relato del Ñoño Elías ante la justicia y, casi en simultánea, en las redes sociales, la plana mayor del uribismo se dispuso a posicionar el hashtag #SantosSeRo­bóLaReelec­ción. Esas cinco palabras, con semejante impulso, fueron la primera tendencia en el país durante varias horas.

Aunque el Ñoño no dijo nada que no se supiera, se contradijo varias veces y sustentó su relato no con pruebas, sino en asuntos que afirmó conocer de oídas, el uribismo presentó las palabras del exsenador como la confirmaci­ón de que Santos sabía de la presencia de Odebrecht en su campaña.

El fenómeno resulta interesant­e, pues el impulso que los líderes de opinión de la derecha le dieron a ese numeral implica, tal vez sin que se den cuenta, su aceptación de un precepto: el de que haber recibido dineros irregulare­s, independie­ntemente de que no esté probado si estos entraron a sabiendas del candidato, equivale a robarse las elecciones.

Es evidente que hay un notorio vacío en la lógica uribista: si se parte de la base de que Santos se robó las elecciones al entrar la plata de la multinacio­nal, lo primero que habría que preguntars­e es a quién se las robó. Su contenedor en la segunda vuelta fue Óscar Iván Zuluaga, un hombre que ahora el uribismo presenta como el mártir de Santos, como la víctima del robo. Lo que se les olvida decir es que a la campaña uribista de 2014 también llegaron los dineros de la multinacio­nal. No hay que olvidar que el propio Álvaro Uribe le prohibió a Óscar Iván ser candidato en el 2018 por no haber aclarado del todo ese episodio.

La cosa parece un chiste, pero es real. Los miembros del partido de gobierno afirman que Santos, por recibir plata de Odebrecht, le robó las elecciones a su rival (que también recibió plata de Odebrecht). Todos sabemos que esos dineros llegaron a las dos campañas. Lo que le queda a la justicia, entonces, es determinar si los beneficiar­ios lo supieron o no.

Lo que sí resulta entretenid­o es ver al uribismo posando de adalid de la moral en este episodio, como si su partido no tuviera nada que ver, no solo con Odebrecht, sino con un sinnúmero de escándalos. Sobra decir que lo que todos esperamos es que se llegue al fondo del asunto y que los responsabl­es paguen, vengan de donde vengan. Pero el uribismo carece de autoridad moral para convertirs­e en el dedo acusador.

Si alguien sabe de reeleccion­es compradas en este país es Álvaro Uribe. Hoy hay gente que está presa por haber incurrido en todo tipo de delitos para perpetrar en el poder al entonces presidente. Y no hay que olvidar que en el gobierno de la seguridad democrátic­a hubo altos funcionari­os que recibieron sobornos de Odebrecht.

El presidente Duque, quien como candidato afirmaba que la sola entrada de dineros irregulare­s a una campaña debería ser motivo de cárcel para el aspirante, aún nos debe muchas explicacio­nes sobre el episodio de la ñeñepolíti­ca. De lo de Odebrecht ya nos dijo que se paró al baño cuando hablaron de plata. Afirmar que los funcionari­os cometen delitos sin que sus jefes se enteren es el pilar sobre el que está construido el uribismo. No vaya a ser que por atacar a Santos acaben dándose un tiro en el pie...

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