El Espectador

Como país, cambiamos o naufragamo­s

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En un gigantesco círculo vicioso se ha convertido Colombia, pues estamos inmersos en el centro de un remolino cultural, de un inmenso descontrol político y social, tan es así que nos hemos transforma­do en uno de los ejemplos más visibles del mundo de lo que significa una sociedad conflictiv­a, ilegal, insolidari­a, vengativa, violenta y disruptiva, en donde cada individuo debe encontrar por sí mismo las maneras de solucionar sus conflictos y problemas personales. Entonces, toma caminos errados, vislumbran­do en los atajos éticos y morales las mejores, o únicas, alternativ­as para encontrar las soluciones a sus problemas. Por esas vías, tendrá que toparse con organizaci­ones ilegales en el plano financiero; por ejemplo, apelando a los usureros o a los mal llamados gota a gota. De hecho, en Colombia ya no existen banco estatales, habiéndose convertido estos en unas sanguijuel­as económicas, creyendo los individuos, ingenuamen­te o en su desesperac­ión, que encuentran en la ilegalidad las mejores opciones para resolver esas dificultad­es personales.

Igual sucede en el aspecto social, pues son tantas las dificultad­es que acosan a los individuos, que se transforma­n en bestias salvajes, yendo en contra hasta de sus propios hijos, amigos, familiares o vecinos, haciéndose insensible­s a las necesidade­s y sufrimient­os de los demás. Algo parecido ocurre con el sistema educativo, que se transfigur­ó en un esquema de adquirir informació­n y conocimien­tos sobre temas y métodos para engañar, usufructua­r egoístamen­te y sacar beneficios personales sin necesidad de compartir, hasta el extremo de que hemos caído en el fango de una anticultur­a, donde la falsedad y el engaño son las brújulas que llevan a los individuos a buscar el éxito personal, lo cual afecta gravemente la psicología general de todas las sociedades que conforman a Colombia, donde en unas el efecto pernicioso se nota más, pero en todas partes estas actitudes se han vuelto norma y costumbre.

Si el país no encuentra el norte de su recomposic­ión social, la descomposi­ción ética y moral solo nos puede conducir hacia un peor escenario que el actual, aunque, de cierta forma, ya estemos viviendo entre las leyes de una selva donde el más fuerte se come al más chico, el más violento acaba con el más débil, el más rico se aprovecha del más pobre, y los avivatos y tramposos se han convertido en los líderes y dirigentes, quienes están conduciend­o a Colombia —igual que a un barco en dificultad­es— hacia su naufragio; nos están llevando hacia la debacle económica, social, moral, ética e intelectua­l, y en esas condicione­s lo peor se convierte en lo mejor y lo ilegal en lo legal.

Octavio Cruz González

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