El Espectador

Comunes desconfian­zas

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EL PARTIDO COMUNES ESTÁ PIDIENdo pista en las coalicione­s que se están conformand­o por estos días para las elecciones de 2022. Su argumento es claro y merece ser discutido: quienes defendiero­n el Acuerdo de Paz deben, también, estar dispuestos a construir espacios de representa­ción política de los excombatie­ntes. Sin embargo, la respuesta ha sido fría por parte de las demás fuerzas políticas. En parte, es cierto, por los estigmas fomentados por los enemigos del proceso de La Habana. Pero también porque el pasado no perdona y consideram­os que han faltado gestos importante­s de reconocimi­ento de ese pasado desde la dirección de los ex-Farc para ganarse la confianza de los colombiano­s.

Empecemos por los puntos de encuentro. La representa­ción política fue uno de los elementos esenciales del Acuerdo de Paz. Esto era apenas razonable. Las Farc nacieron de un acto de agresión y exclusión política, luego vieron cómo la Unión Patriótica fue aniquilada y a lo largo de los años estuvieron buscando el derecho a tener voz dentro del debate público colombiano. Por eso, las curules asignadas y el reconocimi­ento a su partido político eran medidas necesarias para empezar cualquier proceso de reconcilia­ción. Por eso mismo, no se les debería cerrar la puerta de forma automática. Especialme­nte, pensando en las decenas de miles de excombatie­ntes que han cumplido lo pactado y le están apostando a la democracia colombiana.

Dicho eso, la dirigencia política de Comunes ha fallado en leer al país. Sí, es cierto que la guerrilla tuvo durante su historia un componente político. Pero también es verdad que incursiona­ron en el narcotráfi­co, asesinaron a muchos colombiano­s, cometieron crímenes de guerra como los secuestros y, por las lógicas de la justicia transicion­al, ni siquiera han pagado las penas mínimas acordadas en La Habana. Entonces, muchos colombiano­s sienten, con razón, que no se les ha cumplido una promesa básica del pacto de paz: verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.

Esa considerac­ión nos parece suficiente para no querer hacer pactos políticos con un partido cuya dirigencia es la misma del Secretaria­do, que sienta en el Congreso a las mismas personas que están siendo responsabi­lizadas por la JEP y que no ha aceptado los cargos ni iniciado los procesos de reparación. No se puede demandar una renovación política si los rostros propuestos por Comunes son los mismos que lideraron la guerra y que tienen cuentas pendientes con la justicia.

Sabemos que hay diferencia­s sobre esta interpreta­ción. Desde Comunes dirán que estamos menospreci­ando su labor con la paz y jugando a la estigmatiz­ación. Pero ser aliado del Acuerdo de La Habana y entender la importanci­a de la representa­ción política no significa abandonar la solicitud necesaria de justicia y reparación. Una recomendac­ión sería aprovechar las curules asignadas para potenciar nuevos liderazgos, rostros que represente­n sus ideas y que permitan al partido y al país pasar la página del conflicto.

Mientras eso no cambie, es apenas natural que las puertas políticas se mantengan cerradas. Como en el Acuerdo, para que los colombiano­s cedan, los miembros de Comunes tienen que también dar muestras de cambios profundos.

‘‘No se puede demandar una renovación política si los rostros que propone Comunes son los mismos que lideraron la guerra y que tienen cuentas pendientes con la justicia”.

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