Estrato 26
EN EL MUSEO DE LA INOCENCIA, LA novela de Orhan Pamuk que cuenta una historia de amor entre Kemal, un joven de la llamada “burguesía” de Estambul, y Füsun, una pariente lejana y de otra condición económica, aparece esta frase: “En Europa, los ricos son lo suficientemente refinados como para actuar como si no fueran ricos. Así es como se comporta la gente civilizada. Si me preguntas, ser culto y civilizado no se trata de que todos sean libres e iguales; se trata de que todos sean lo suficientemente refinados como para actuar como si lo fueran. Entonces nadie tiene que sentirse culpable”.
Esta reflexión literaria saltó de alguna esquina de recuerdos, a propósito de una noticia conocida hace unos días según la cual varias personas en una ciudad colombiana se saltaron la línea para la vacuna contra el COVID-19; aunque la investigación no ha concluido, existe la sospecha que entre ellos hay algunas personas con buen poder adquisitivo para lograrlo.
Además de sacar a la luz aquello que está débil o fuerte, la pandemia ha afianzado las brechas de inequidad entre las personas y también ha generado un debate: ¿deben o pueden los estratos (sistema creado en Colombia para definir el pago de servicios públicos o el valor de los inmuebles) más altos pagar por el costo de la vacuna? ¿Puede vacunarse una persona si tiene el deseo y puede asumir el costo? El tema generó debates desde el año anterior debido a un punto constitucional: exigir el pago a algunos grupos va en contra del principio de igualdad en el acceso a la salud y fortalecería las diferencias económicas y culturales existentes.
A raíz de este debate y del texto recordado al comienzo, surgen varias preguntas: ¿es posible escribir una historia actualizada de los ricos en Colombia? ¿Quién se considera como tal? ¿En qué se diferencian los nuevos herederos surgidos con dinero ilegal de aquellos que han consolidado sus fortunas con inteligencia, herencias ancestrales o capital honesto? ¿Cómo se han involucrado en la sociedad, cómo han aportado y qué rol tienen en el futuro por venir? ¿Cuál es su responsabilidad social?
En ciudades como Medellín y como herencia oscura de los días turbulentos, para algunos la costumbre es viajar en un carro ruidoso, comprar un apartamento en un edificio cuyas obras de construcción enloquecerán de ruido a los vecinos durante meses, tratar mal a los profesores de los hijos cuando no siguen su voluntad o dañar la vida de quien da un no como respuesta y no está dispuesto a venderse por su dinero o voluntad.
Para otros, comportarse como rico es soñar con un Parque del Japón en lugar de Parques del Río o tomarse una foto con una chimenea de fondo para borrar el pasado humilde que ya no es vendedor.
Para otros, su honor será cantarle al mundo su fortuna ganada y hablar mal de todo aquel que la haya tenido desde la cuna. También hay otros ricos que se enorgullecen de su lejanía con la ciudad: no visitan un museo, no viajan en metro, no conocen una biblioteca pública y no pertenecen a ninguna comunidad. Y están aquellos que usan los regalos recibidos para crear empleo, ayudar a otros y a la ciudad, trabajar en grupo y acabar con un mal existente que ha revelado la pandemia y que es muy común en el estrato 26 soñado por algunos: la individualidad.