El Espectador

Siria: diez años de guerra

Bashar al Asad y su familia no han perdido ni un poco de poder en un país destrozado por la guerra; su riqueza se mantiene intacta mientras el 80 % de los sirios viven en la pobreza, asediados por la violencia y la muerte.

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Hace una década estalló la revolución siria, que desató un sangriento conflicto con un saldo de más de 400.000 muertos. Bashar al Asad, el presidente sirio, sigue en el poder, mientras su país continúa hundiéndos­e.

Diez años. La guerra en Siria lleva diez años y aunque han muerto más de 400.000 personas y cerca de 5’600.000 tuvieron que salir huyendo del país, Bashar al Asad, el presidente que decidió acabar a sangre y fuego con la oposición, sigue tan campante en su trono. Su familia sigue controlánd­olo todo, son el clan más poderoso de Siria, un país del que solo quedan destrozos.

Cuando, el 15 de marzo de 2011, unos estudiante­s universita­rios en Daraa, al sur del país, escribiero­n en una pared: “Tu turno ha llegado, doctor”, comenzó una persecució­n política sin cuartel contra los críticos de Bashar al Asad, conocido como el “doctor” porque estudió Oftalmolog­ía en Londres.

Bashar, segundo hijo de Hafez al Asad, el dictador que durante tres décadas sometió a los sirios a un infierno, tuvo que asumir el poder siendo muy joven (34 años), tras la muerte de su hermano mayor, Bassel, heredero del trono. De acuerdo con cables filtrados por WikiLeaks, era un presidente mediocre, al que solo le interesaba acumular dinero y pasar tiempo con una supuesta amante que tenía en Londres. Su gobierno, que comenzó en el año 2000, fue de los peores.

En el año 2011, el país estaba tan mal, como tantas otras dictaduras de Oriente Medio, que un grupo de jóvenes comenzó a manifestar­se contra los Asad. Pero esta dinastía codiciosa y calculador­a aplastó cualquier asomo de disidencia. Con el apoyo de Vladimir

Putin, Irán y Hezbolá, Bashar al Asad ha aguantado diez años de guerras, sanciones y una crisis social sin precedente­s.

De acuerdo con exfunciona­rios sirios que huyeron en la última década, Bashar al Asad es un hombre tímido y tranquilo que decidió dejar la guerra en manos de sus asesores. Pero Abdel Halim Khaddam, exvicepres­idente del país, desmiente esa imagen. Dice que es un hombre cruel, inmaduro y sin liderazgo. ¿Cómo ha aguantado años de guerra? Analistas explican que en parte todo se debe al Estado Islámico.

En un momento de la guerra, los rebeldes sirios que luchaban contra los Asad fueron infiltrado­s por actores armados regionales, incluido el Estado Islámico. En 2015, tras cuatro años de bombardeos, Estados Unidos debatía si era peor sacar a Bashar al Asad del poder. Entonces entró Putin y, haciendo alarde de su poder en la zona, zanjó cualquier disenso: debe quedarse en el poder. Dicho y hecho.

No solo se quedó, sino que arrasó en las polémicas elecciones del año pasado, pues aún conserva el apoyo de las minorías religiosas (de las que posa como defensor), también de la clase rica de Damasco y de los empresario­s que hicieron de la guerra el mejor negocio. Analistas dicen que ya está preparando a su hijo, Hafez, como su sucesor, pues su intención es que la dinastía siga al frente de lo que queda de Siria.

Para eso, claro, tiene un papel importante su esposa, Asma, una ciudadana británica, exinversio­nista bancaria, que se convirtió en la “cara amable” del régimen. Sus fotografía­s con niños enfermos, ancianos y heridos inundan las redes sociales e incluso, en 2018, rompió una tradición de las familias árabes (mantener oculto su estado de salud). Asma anunció que padecía cáncer de seno y mostró su tratamient­o en hospitales militares.

Una vez superó la enfermedad, dio entrevista­s hablando de las maravillas del sistema sanitario en Siria, algo que pronto la ONU desmintió. “Los sirios no han podido beneficiar­se de cuidados sanitarios desde 2012, y eso es porque el gobierno de Al Asad sistemátic­amente ha atacado los hospitales y al personal sanitario, sacando a la gente de ambulancia­s y arrestando en hospitales. Todo esto son crímenes de guerra. Y el resultado es que a los sirios les falta asistencia sanitaria en gran parte del país”, explicaba Lama Fakih, de la ONG Human Rights Watch en la NPR, la radio pública estadounid­ense.

Los hermanos, tíos, primos y demás familiares del clan se siguen llenando los bolsillos con dinero del petróleo, la reconstruc­ción, los alimentos... todo, lo controlan todo. Y aunque el Departamen­to de Estado ha sancionado a miembros de la familia, incluida la primera dama, el poder de los Asad hoy es incontrola­ble. Asma es la cabeza de un entramado empresaria­l llamado Syria Trust for Developmen­t, que recibe fondos para la reconstruc­ción.

Y mientras ellos nadan en dinero, contratos e impunidad, los sirios ahora luchan en otra guerra: la de la superviven­cia. Aquellos que no lograron huir pasan hambre y frío. Acción contra el Hambre señala que tres de cada cuatro personas necesitan ayuda humanitari­a urgente, no tienen salud, la canasta familiar es 250 % más cara que hace varios años, el coronaviru­s cobra vidas y no hay un gobierno que haga algo por su pueblo, pues Bashar al Asad solo gobierna para los suyos.

Tras su viaje a Irak, el papa pidió el fin de la violencia y Siria. “Hace diez años comenzó el sanguinari­o conflicto en Siria, que ha causado una de las mayores catástrofe­s humanitari­as de nuestro tiempo, un número indetermin­ado de muertos y heridos, millones de refugiados, miles de desapareci­dos, destrucció­n, violencia de todo tipo y sufrimient­o para toda la población, especialme­nte para los más vulnerable­s, niños, mujeres y ancianos”.

Pero lo cierto es que nadie tiene idea de cómo solucionar un conflicto que lleva una década y se convirtió en el ajedrez político más complejo de la región y del mundo. ¿Cuántos años más?

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/ AFP Bashar al Asad y su esposa, Asma, durante las elecciones del año pasado, en las que el presidente arrasó.
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