El Espectador

La reforma “social” tributaria es puro cuento

- CLARA LÓPEZ OBREGÓN

CADA VEZ QUE SE BUSCA VENDER una medida impopular que desmejora la condición de las clases medias y trabajador­as, se le califica de “social”. Pocas veces se explica el costo verdadero que pagarán los sectores a los cuales supuestame­nte beneficia. Ese es el caso de la nueva reforma tributaria anunciada por el Gobierno.

El ministro de Hacienda plantea que va a reducir la pobreza en más de diez puntos porcentual­es, esta vez sí “de una vez y para siempre”; bajar el Gini en más de cuatro puntos y tener cobertura universal en materia de recursos para eliminar la pobreza extrema entre la población mayor. Para ello busca hacer permanente­s el programa de Ingreso Solidario y la ampliación a $160.000 mensuales de los programas existentes de Familias y Jóvenes en Acción y Colombia Mayor. Se trata de una contraprop­uesta gubernamen­tal a la iniciativa de renta básica que impulsó un sector mayoritari­o del Senado en la legislatur­a pasada, pero que no contó con el visto bueno requerido del Gobierno nacional ni el apoyo de su bancada y que ahora regresará al Congreso.

Una renta básica debe transferir a título de derecho el mínimo vital reconocido por la Constituci­ón. Este equivale a un valor que asegure que los más pobres puedan suplir las mínimas necesidade­s de una vida digna, entre ellas la alimentaci­ón. Dicho monto debe estar alrededor de la línea de pobreza, que señala el DANE en $320.000 mensuales por persona, el doble de lo girado durante la pandemia y a una población pobre mayor. Según los cálculos realizados para el proyecto de renta básica, reducir la pobreza “de una vez y para siempre” requiere un esfuerzo fiscal bastante superior al planteado por el Gobierno. Exige además el reconocimi­ento del mínimo vital a título de derecho y no de subsidio que se da y se quita.

Respecto de la meta del Gini, resulta engañosa pues este indicador de equidad se calcula a partir de la encuesta de hogares, que no refleja la concentrac­ión real de ingresos pues no comprende a los superricos. Esta meta se conseguirá con la sola terminació­n de la pandemia, si se cumplen las metas de vacunación y si se estimula la demanda poniendo más pesos en manos de quienes gastan lo que aquí se produce.

Ni la equidad, ni la reactivaci­ón económica se logran con la ampliación del IVA a los productos de la canasta familiar, ni con la inclusión en el pago del impuesto a la renta de la clase media vulnerable. Tampoco se consiguen con el aplazamien­to de algunas de las gabelas tributaria­s contemplad­as para los grandes capitales en la pasada reforma tributaria. Los superricos deben pagar la parte correspond­iente a su elevada capacidad de pago, en lugar de poner a los pobres y a las clases medias a tributar dinero que necesitan para sobreaguar. ¿Que se compensa el IVA? ¡Mamola! Le sacan cien y le devuelven diez a la décima parte de los pobres que lo pagan.

“Social” solo puede ser una reforma que introduzca progresivi­dad real al sistema tributario y transparen­cia pública en las cifras que permita calcular cuánto se recibe y paga por nivel de ingreso. De ahí que la reforma “social” tributaria sea puro cuento.

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