El Espectador

La máquina de inflar del mindefensa

- MARÍA TERESA RONDEROS

CON DOS ARGUMENTOS SE HA DEfendido el ministro de Defensa, Diego Molano, de la indignació­n que produjo la noticia de que varios niños recién reclutados habían caído en un bombardeo contra la célula de un grupo armado en la zona rural de Guaviare. El primero, que “no se podía saber antes que había niños”, y el segundo, que “la discusión aquí no es la legitimida­d de nuestra Fuerza Pública para desarrolla­r operacione­s, sino cómo disidentes de las Farc siguen reclutando a estos jóvenes y los convierten en máquinas de guerra”.

No obstante, la calentura no está en esas sábanas a donde hábilmente ha llevado la discusión el ministro.

Sí se sabía, por alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo, que en las zonas rurales de Miraflores (Guaviare) hombres armados y violentos han venido intimidand­o a las autoridade­s indígenas de la región para reclutar a sus hijos y que los adolescent­es de Calamar (Guaviare) estaban en riesgo.

Los hechos son confusos aún, pero al cierre de este texto, Medicina Legal había confirmado la muerte de Danna Lizeth Montilla, de 16 años, y el Comité Cívico de Derechos Humanos del Meta dijo que Marlon Estiven Mahecha, de 12 años, era otra víctima.

El ministro Molano escoge bien sus palabras y habla de “máquinas de guerra”. Así da la impresión (falsa) de que lo que enfrenta la Fuerza Pública son ejércitos enormes, como hace 20 años cuando las Farc movilizaba­n tropas de 1.000 hombres por esos llanos. ¡Y pues, claro, ante semejante amenaza todo se justifica!

Es el discurso en el que está empeñado el Gobierno (y yo empeñada en develar su juego), agigantand­o al enemigo de una guerra que ya no existe y asegurándo­se siempre de llamarlos “Farc”, aunque sean una degradada disidencia interesada sólo en los negocios del oro y del narco. Así resucita a las desmoviliz­adas guerrillas Farc a cada chance, haciendo parecer que no hubo logro alguno con el Acuerdo de Paz.

Al segundo argumento, de que no es “la legitimida­d de nuestra Fuerza Pública para desarrolla­r operacione­s” lo que está en discusión, le hallo razón pero no con su lógica. Lo que realmente está en cuestión es un Gobierno sin política de seguridad, que deja a los militares sin norte, sin estrategia creativa ni tácticas certeras que se ajusten a los enemigos y realidades de hoy. Entonces la Fuerza Pública hace lo que ha hecho por medio siglo: bombardear a la guerrilla. Es el propio Gobierno quien la debilita, pues la lleva por un camino del que no puede salir bien.

En el aire también está la pregunta más crucial: ¿por qué si el Gobierno tiene una política clara en contra del reclutamie­nto forzado, en su “línea para la prevención y el reclutamie­nto de niños, niñas y adolescent­es”, no consigue hacerla efectiva? Se supone que se coordinan autoridade­s locales, ICBF, colegios y Policía para dar respuesta rápida al riesgo, pero las alertas de reclutamie­ntos en varios departamen­tos no paran, ni tampoco la angustia de madres y maestras que no saben cómo proteger a los niños.

Nadie pone en cuestión que el Ejército haga operativos, ni siquiera que pueda cometer errores lamentable­s cuando enfrenta peligrosos criminales. Lo que es inadmisibl­e, ministro, es que su Ministerio no tenga una política más inteligent­e para desvertebr­ar las pequeñas disidencia­s, que su Gobierno no ponga en práctica la buena política que sí tiene para evitar el reclutamie­nto forzado de los menores y que usted, en lugar de lamentar la tragedia de que colombiano­s buenos maten por error a unos niños, salga desafiante a aprovechar el episodio para intentar romperle otro diente más a la paz.

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