El Espectador

El “fracking” nos condena a una bomba de GEI

- SILVIA GÓMEZ* *Directora de Greenpeace Colombia.

POCO COHERENTE CON SU COMPROmiso climático, el Gobierno firmó contratos con empresas petroleras para operacione­s de fracking, mientras le apuesta a la disminució­n del 51 % de las emisiones en Colombia para el 2030, según pactó en el Acuerdo de París.

De acuerdo con las proyeccion­es, en 2015, la industria de los hidrocarbu­ros generaba en Colombia del 15 % al 35 % del sector de energía, es decir, más de 23.000 toneladas de CO2 equivalent­es. Por lo que, en caso de abrirse esta nueva frontera, aumentarán exponencia­lmente las emisiones y Colombia generaría una bomba de gases de efecto invernader­o (GEI), provocando no solo el aceleramie­nto de la crisis climática, sino que además traería consecuenc­ias ambientale­s preocupant­es, ya que está demostrado que parte del modus operandi del fracking involucra diversas formas de contaminac­ión.

Además de requerir más de 3,6 millones de galones de agua para la fracturaci­ón de un solo un pozo, utiliza químicos tóxicos que generan residuos altamente peligrosos. La contaminac­ión de fuentes de agua y de campos agrícolas de las poblacione­s cercanas ha sido un factor común de estas prácticas en varias partes del mundo.

No obstante, pese a las consecuenc­ias, 13 años después de que la sociedad civil impidiera el avance de esta práctica en Colombia, hoy siguen surgiendo proyectos camuflados como “de carácter científico” para avanzar definitiva­mente con el fracking. Si prosperan los planes políticos, la actividad hidrocarbu­rífera para la ampliación de las reservas de petróleo podría extenderse por 22 años y en el caso del gas, entre 35 y 50 años.

El avance de estos proyectos provocará la mayor fractura que puede dejar el fracking en Colombia, pues más allá de amenazar la vida, la salud y los ecosistema­s, será vulnerado el futuro más cercano de los ciudadanos y su derecho a vivir en un ambiente sano.

Por ello, en Greenpeace apoyamos los dos proyectos de ley que fueron presentado­s en el Congreso para prohibir el fracking y a las organizaci­ones, como la Alianza Colombiana Libre de Fracking, que trabajan desde hace mucho tiempo para erradicar esta práctica contradict­oria con los planes de mitigación de la crisis climática.

Así como Marcos Orellana, experto de las Naciones Unidas, afirmó que “Colombia tiene la oportunida­d de preservar el legado de su megabiodiv­ersidad, la protección del derecho a vivir en un ambiente libre de tóxicos inspira a que el Congreso de la República adopte una ley que prohíba el fracking”.

El Gobierno no puede permitir que esta actividad extremadam­ente nociva para nuestros ciudadanos y ecosistema­s se establezca en el país y no debe hacer caso omiso de los peligros del fracking, de los cuales hay amplia evidencia.

En vez de promover falsas soluciones para la crisis climática y ambiental, los esfuerzos del Gobierno deben enfocarse en construir una matriz energética sostenible y limpia y proteger nuestros ecosistema­s y recursos naturales.

Nuestro derecho de vivir en un ambiente sano no puede quedar sometido a la obstinació­n de unos pocos.

Gustavo Gaviria

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