El Espectador

Una década de horror en Siria

-

LA GUERRA QUE HA MARTIRIZAD­O A Siria en los últimos diez años es una vergüenza para la conciencia del mundo. La violación sistemátic­a de los derechos humanos, mediante la comisión de delitos de lesa humanidad por parte del régimen de Bashar al-Ásad, deja ya más de 400.000 muertos, una cifra mucho mayor de heridos, personas torturadas, cerca de siete millones de migrantes forzados a huir a naciones vecinas y la destrucció­n de la mayoría del país son parte del saldo parcial de esta confrontac­ión.

Este drama, que comenzó con los vientos de cambio de la Primavera Árabe, parece no tener fin. Ahora, las partes continúan recriminán­dose por el uso de armas químicas y adjudicand­o al otro la responsabi­lidad por el alto número de muertos y la destrucció­n. El apoyo ruso al régimen de Damasco, así como el de Irán y milicias chiíes, tiene algún contrapeso en una tercera parte del país, en especial en Idlib, posición fronteriza con Turquía, que se encuentra ocupada por soldados turcos con el apoyo de Estados Unidos y Europa.

El juego geopolític­o actual está vinculado con la posición que asuma la nueva administra­ción en la Casa Blanca. Uno de los factores esenciales para la derrota del Estado Islámico (EI), en el noroeste del país, fue la participac­ión activa de soldados kurdos que, en alianza con tropas árabes, revirtiero­n la presencia de los yihadistas en la región. Turquía tiene un conflicto interno con los separatist­as kurdos, que unidos a los separatist­as sirios e iraquíes vienen luchando por la creación de un Estado autónomo, el Kurdistán. La administra­ción Trump optó por el pragmatism­o y, luego de que Estados Unidos los había armado y entrenado para derrotar al EI, los dejó a su suerte. La pregunta es qué tanto está dispuesta la administra­ción Biden a honrar una deuda de honor con los kurdos.

Hay que recordar cómo, hasta 2014, la arremetida de las fuerzas opositoras al régimen dictatoria­l de

Damasco casi provoca la derrota de las tropas gubernamen­tales. Hacia mediados de la década pasada, la administra­ción Obama prefirió no utilizar la fuerza frente a Bashar al-Ásad, tras el uso que este hizo de armas químicas para aferrarse al poder. A partir de entonces, las fuerzas se fueron equilibran­do con el ingreso abierto de Rusia e Irán, así como la fragmentac­ión de los adversario­s que terminó dando origen a la creación del Estado Islámico.

Desde entonces y con Bashar al-Ásad atornillad­o al poder, Naciones Unidas ha tratado de acercar a las partes para que lleguen a un acuerdo político que les permita la convivenci­a. Se constituyó así un Consejo Constituci­onal con la expectativ­a de lograr un consenso entre todas las facciones en pugna. Bashar al-Ásad se levantó de la mesa y ha optado por elecciones en las zonas donde tiene amplia mayoría para asegurarse la continuida­d en el poder. Europa y Estados Unidos siguen firmes en su posición de no levantar las sanciones mientras no haya una negociació­n que incluya a todos los actores. La solución a esta grave crisis no parece fácil dada la posición intransige­nte de Damasco. El drama continúa.

‘‘El drama continúa, diez años después de que inició el conflicto en Siria”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia