El Espectador

“De la república a la dictadura”

- ALBERTO DONADIO

UNO DE LOS LIBROS INSIGNES SObre las libertades públicas es De la república

de Carlos Lleras Restrepo, dado a la luz en 1955. Enmarcado en la época de la persecució­n de los gobiernos conservado­res contra los liberales, conserva vigencia como manifiesto contra los abusos de poder. Lleras fue claro: “La violencia ha sido planificad­a para conseguir determinad­os resultados electorale­s. El Partido Conservado­r, cuando la mayoría del liberalism­o se manifestó en las victorias parlamenta­rias de 1947 y 1949, decidió utilizar la violencia para alterar los previsible­s resultados de la elección de presidente”. El juego era doble, eliminar por medio de la violencia los sufragios liberales y aumentar por medio del fraude los votos conservado­res.

En un discurso en el Senado, en octubre de 1949, Lleras se dirigió así al ministro de Gobierno, Luis Ignacio Andrade: “Usted sabe muy bien cómo ha operado el fenómeno. Hoy se escoge un pueblo, mañana otro, para la criminal hazaña, y sitios donde antes reinaba la tranquilid­ad porque allí estaba el Ejército se desangran de la noche a la mañana”. Las autoridade­s ordenaban el retiro de los soldados y se enviaban policías “apasionado­s y sectarios y, al lado de la Policía, matones y facineroso­s encargados de atacar e insultar a los liberales”. Luego los jefes liberales abandonaba­n el municipio o eran asesinados. Comenzaba así la intimidaci­ón para que los campesinos entregaran sus cédulas o para que, “a cambio de la vida, se comprometa­n a no votar”. Un año después decía Lleras: “Es notable la lista de honores oficiales que se han otorgado a quienes dirigieron la violencia desde el pasado gobierno. El señor Luis Ignacio Andrade ocupa hoy la embajada ante la Santa Sede”.

Para Lleras, el mayor pecado cometido por el gobierno de Mariano Ospina Pérez (1946-1950) fue llevar a la Policía a “verdaderos criminales, sedientos de sangre, temidos y odiados por las gentes pacíficas”. En 1951 anotaba Lleras: “No es cierto que la historia de estos años sombríos sea la de dos colectivid­ades enloquecid­as, cegadas por el odio sectario. No es cierto que haya corrido la sangre colombiana por causa del arranque impremedit­ado de la pasión política, en momentos de exacerbaci­ón. Casi siempre la violencia ha obedecido a una orden fríamente impartida y cruelmente ejecutada; casi siempre quienes le sirvieron de agentes implacable­s vestían un uniforme y llevaban en las manos los fusiles de la república”. Agregaba: “La verdad es que Ospina y [Laureano] Gómez son solidarios en la atroz empresa que condujo al derrumbe de las institucio­nes y a la desolación de la república”.

Lleras Restrepo empleaba términos que cobran vigencia en cualquier tiempo: “Quienes se han formado admirando el éxito tempestuos­o de la violencia se harán solidarios con el crimen que les aprovecha. Lo primitivo, lo que viene espontánea­mente a la mente impulsiva del salvaje es el uso de la violencia para adquirir la primacía”. Carlos Lleras Restrepo adhería a la filosofía opuesta: “El arma de las ideas tiene su propia eficacia frente a las bayonetas. Siempre encuentran los espíritus valerosos y las inteligenc­ias lúcidas maneras de luchar, de romper el cerco que trata de oprimirlos”.

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