El Espectador

Máquinas de indolencia

- PABLO FELIPE ROBLEDO

AL URIBISMO LE ENCANTA LA GUERRA, no pueden dormir sin ella y la bala en el monte es su orgasmo. Todo porque de esa forma legitiman su permanenci­a en el poder a través del discurso del miedo y el odio. Eso sí, les encanta la guerra siempre y cuando sus hijos no sean los muertos.

Lo anterior quedó en evidencia cuando el ministro de Defensa, Diego Molano, que pensábamos estaba hecho de otro material por haber sido director del ICBF, declaró sin estupor y sin sonrojarse que los niños instrument­alizados por los grupos al margen de la ley son verdaderas “máquinas de guerra”, dedicados a cometer atentados contra la Fuerza Pública, y que en la medida que muchos de sus comandante­s se vincularon desde que eran solo unos infantes, el Estado no está en el deber de protegerlo­s, sino de matarlos. Así de claro lo dijo y así de espantoso le sonó.

El desdibujad­o ministro, a quien ya también le lavaron el cerebro, afirma que el Estado colombiano está en la obligación de dar de baja a todos los niños utilizados por los grupos al margen de la ley pues la Fuerza Pública no los considera ni raptados ni secuestrad­os, sino enemigos.

Esa indolencia por parte de quien se precia de defender la vida y la honra se une a las incontable­s veces en que el uribismo ha demostrado desprecio por la vida de los otros, sobre todo por la vida del hijo del campesino que es obligado a ser parte de un grupo delincuenc­ial sin su consentimi­ento, arrebatado de los brazos de su madre sin que el Estado le ofrezca alternativ­as para salir de ese mundo de crueldad. Para el uribismo, todos los menores que se encuentran secuestrad­os por los grupos al margen de la ley merecen la muerte porque seguro “no estaban recogiendo café” o porque “no estaban estudiando para el Icfes”, como lo dijeron Uribe y Molano, en frases indolentes que pasarán a la historia de la mezquindad.

Qué fácil es criticar y juzgar desde una poltrona en Bogotá, Medellín o desde la inmensidad de El Ubérrimo. De esa manera indolente nos gobernó Uribe durante ocho años y lo sigue haciendo a través del desastroso gobierno de Iván Duque.

No se nos puede olvidar que los niños son objeto de especial protección. De manera que el Estado está en la obligación de garantizar la vida y seguridad de los niños, y en ese orden de ideas, en vez de bombardear­los sin ningún tipo de considerac­ión, debe desplegar todas las medidas para evitar que sean raptados e instrument­alizados en contra de su voluntad y la de sus padres; además, debe abstenerse de bombardear­los. El nefasto ministro de Defensa, quien ostentó increíblem­ente el cargo de director del ICBF, debe recordar que los niños que están en un campamento de un grupo subversivo lo están, precisamen­te, por el abandono del Estado, por la falta de oportunida­des y por la indolencia de sus gobernante­s.

Por lo demás, está claro que el reclutamie­nto de menores es un delito gravísimo, por el cual deben ser sancionado­s duramente los responsabl­es de ese grotesco crimen. De eso no cabe la menor duda. Pero también es claro que el Estado tiene deberes con los niños reclutados, que no pueden ser catalogado­s como “máquinas de guerra” para pasarse por la faja todas las obligacion­es convencion­ales, constituci­onales y legales del Estado. Nunca el Estado puede igualarse a los criminales, aunque, lamentable­mente, en algunos casos estos parecerían ser nuestros gobernante­s.

Es muy fácil bombardear a los hijos de los otros, a los hijos de los olvidados desde sus plácidos y cómodos puestos en el Estado, olvidando la realidad de la confrontac­ión armada que se vive en las selvas y montañas de Colombia, en donde no están los hijos de los poderosos, sino los de los menos favorecido­s y ahora estigmatiz­ados por “máquinas de indolencia” como el ministro Molano.

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