La inmigración
Los diferentes discursos sobre la seguridad y la necesidad de dar un parte de tranquilidad a la ciudadanía que han tenido como foco la inmigración venezolana, desde los estrados políticos estatales, nacionales, regionales y locales, poseen ciertos rasgos de lo que la filósofa española Adela Cortina ha denominado “aporofobia”, categoría que unifica dos términos griegos: aporos, que significa pobre o pobreza, y fobos, que significa miedo. Podría resumirse y entenderse más que literalmente como una forma de rechazo, exclusión e incluso odio a personas que por sus condiciones son denominadas pobres. La aporofobia subyace a que el tema neurálgico no es la migración en sí misma.
En ese caso, siendo los migrantes pobres el foco del discurso sobre seguridad y construyéndose de esta manera más que una xenofobia una aporofobia, se incorporan mediática y políticamente una serie de estereotipos que construyen el maniqueísmo social para definir a los enemigos y los chivos expiatorios. Esta dinámica no solo es local, puesto que mientras en Estados Unidos los discursos plantean como enemigos a mexicanos y latinos pobres, y en Europa a los refugiados e islámicos, Colombia centra su discurso de seguridad contra inmigrantes venezolanos, ahora criminalizados públicamente como una de las formas de política criminal selectiva. Esta lógica, además de peligrosa, plantea otro elemento y es la generación de cierto consenso que subyace a la normalización social y mediática de dicha aporofobia, pero también a una posible normalización de la represión social, de la cual las redes sociales y los linchamientos públicos son sus máximas expresiones, incitando y determinando conductas contra los migrantes. Estas características son parte de la cultura hegemónica que implica dividir la realidad por “similitud y diferencia”, la generación de un adentro donde están los iguales y un afuera donde están los distintos. En esta cultura, la seguridad debe dejar por fuera a “los distintos” o, en otro caso, exacerbar todos los mecanismos defensivos. Se produce un territorio social en disputa, definido por los “incluidos en el adentro”, que ofrece la percepción de seguridad y la desconfianza y amenaza que ahora suscitan “los de afuera”, acompañadas de una supuesta actitud de superioridad y unamismo nacional.
En este contexto, donde la inmigración es sinónimo de subalternidad, de estereotipos y chivos expiatorios, de profundización de la exclusión, del rol de “enemigos de turno” y de “razones nacionales o culturales” para producir una comunidad de odio que centra su bipolaridad en la lógica de amigo/enemigo, sería relevante recordar y legitimar la importancia de la migración para la evolución humana, para la construcción necesaria de sociedades multiculturales y el enriquecimiento humano que trae consigo la diversidad étnica y demográfica. William Andrés Mesa Cárdenas.