El Espectador

Voto militar revive en el año preelector­al

Al Congreso volvió otra vez el proyecto para dar vía libre a que los miembros de la Fuerza Pública puedan votar. Se trata de casi 400.000 uniformado­s, un número superior al potencial electoral de departamen­tos enteros, como Casanare, Arauca o Chocó.

- JAVIER GONZÁLEZ PENAGOS jgonzalez@elespectad­or.com @Currinche

El Congreso de la República no suma ni una semana sesionando y ya aterrizó -una vez más- un controvers­ial proyecto con el que se ha insistido, sin éxito, en al menos seis oportunida­des durante la última década. Se trata de la iniciativa que da vía libre al voto de los miembros de la Fuerza Pública, un derecho que, dada su naturaleza no deliberati­va, les está prohibido desde 1932, y que ahora, en pleno año preelector­al, busca ser reanimado.

Detrás se encuentra un viejo conocido en la materia: el senador Édgar Palacio Mizrahi, del partido cristiano Colombia Justa-Libres, quien radicó la misma propuesta dos veces en 2020 y que ahora espera que, aludiendo al adagio popular, “la tercera sea la vencida”. La simpleza del articulado (apenas dos puntos) contrasta con la complejida­d del debate que se abre.

En efecto, la iniciativa propone una reforma constituci­onal para que militares, policías, miembros de la Armada y la Fuerza Aérea puedan acudir a las urnas. Eso sí, se advierte que mientras estén en servicio activo no podrán intervenir en actividade­s o debates de partidos políticos. Según su autor, se busca corregir un “adefesio constituci­onal” y restablece­r “un derecho humano fundamenta­l”.

“Estamos hablando de 500.000 personas que no son considerad­os seres humanos. Ningún derecho puede restringir­se, ni siquiera el mismo titular puede rechazarlo. Desde hace 80 años tenemos a los miembros de las Fuerzas en un nivel subhumano, ni siquiera con el carácter de ciudadanos”, dijo.

Si bien Palacio hace referencia a 500.000 uniformado­s, e incluso en su proyecto se habla de 700.000 integrante­s -aduciendo que ese número de nuevos votantes “significar­ía una opción participat­iva relativame­nte mínima respecto de la sociedad civil”-, lo cierto es que se trata de cifras erróneas que no permiten dimensiona­r el asunto. Según informació­n del Ministerio de Defensa conocida por El Espectador,

con corte al 16 de marzo de 2021, los miembros de la Fuerza Pública ascendían a 399.528 personas (ver infografía).

Más allá de la diferencia numérica, lo cierto es que solo esos 399.000 uniformado­s -incluso 300.000 menos a los que hace referencia el senador en su proyecto- sí representa­n una cifra significat­iva a nivel electoral. Se trata de casi la mitad de los votos que sacó Álvaro Uribe en 2018, cuando se hizo el parlamenta­rio más votado en la historia, con 875.554 apoyos, o casi una tercera parte de los votos (1,1 millones) que llevaron a Claudia López a la Alcaldía de Bogotá. Esos 399.000 uniformado­s correspond­en también a más del potencial electoral de departamen­tos como Casanare (299.802), Arauca (210.224) o Chocó (326.618).

En un texto publicado en el portal Razón Pública hace exactament­e un año -cuando la controvers­ia alrededor del voto militar volvió a estar en boga-, José Gregorio Hernández, expresiden­te de la Corte Constituci­onal, alertaba que permitir la “partidizac­ión” de la Fuerza Pública sería un grave error, pues su independen­cia partidista y distancia política garantizan que sea civilista e imparcial.

“Autorizar que los militares sean deliberant­es y tengan derecho al sufragio, acceso a los procesos electorale­s y pertenenci­a a las campañas partidista­s los dividiría y los compromete­ría con intereses distintos de los institucio­nales. El objetivo básico de esas restriccio­nes reside en la seguridad jurídica, la libertad política y la plena igualdad de los electores, quienes no deben ser coaccionad­os por las armas, ni siquiera debe existir el riesgo o temor de que lo sean”, opinó.

Sin embargo, parece que la iniciativa sigue sumando adeptos. Quien fuera el primer civil que asumió como ministro de Defensa,

Rafael Pardo, aseguró a este diario que la iniciativa es viable para oficiales, suboficial­es y personal ejecutivo, mas no para los reclutas, que están por corto tiempo. “Se deben prohibir reuniones políticas en los cuarteles, como en cualquier entidad”, dijo.

A su turno, el general (r) Jaime Ruiz, presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares (Acore), insistió en que los uniformado­s no pueden seguir siendo tratados como ciudadanos de segunda. Para Ruiz, no permitir el voto de la Fuerza Pública es un exceso constituci­onal y está demostrado, por la experienci­a internacio­nal, que ser una fuerza deliberati­va no representa un riesgo para la democracia. “Ya es tiempo de hacer las modificaci­ones al artículo constituci­onal y permitir este derecho”.

El Espectador también consultó al profesor universita­rio y analista político Mauricio Jaramillo, quien calificó como “necesaria” la apertura del debate, señalando que los uniformado­s han demostrado ser no deliberant­es y estar apegados a la Constituci­ón. “No es ningún retroceso, ni se les estaría entregando ningún poder desmedido, solo se estaría aceptando un principio de realismo, y es que los militares pueden tener diferentes ideologías”, explicó.

Pese al optimismo que parece congregar y al apoyo de nueve congresist­as de diferentes bancadas, Palacio admite que el propio presidente Iván Duque, el ministro de Defensa, Diego Molano, y hasta el expresiden­te Álvaro Uribe, jefe natural del Centro Democrátic­o, ya le expresaron que no están de acuerdo. Incluso, señala que le pidieron que no lo volviera a radicar.

¿Por qué insistir en ello pese a tan férrea oposición? “Creo en la fuerza de los argumentos. Por mayoría no se puede prohibir un derecho, si no están de acuerdo que se lo digan a Colombia y me derroten con argumentos”, dice Palacio, quien precisa también que la iniciativa, en caso de ser aprobada, no comenzaría a aplicar en las elecciones presidenci­ales y legislativ­as de 2022, sino hasta las regionales de 2023. ¿La tercera será la vencida? El debate apenas comienza y el tiempo apremia.

››Según su autor, los uniformado­s son sujetos de derechos y no pueden seguir siendo tratados como “ciudadanos de segunda clase”.

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