El Espectador

Otra reforma tributaria para tapar huecos

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HABLANDO DE IMPUESTOS, EN Colombia abundan las buenas ideas y hace falta voluntad política. Ahora que el gobierno de Iván Duque se programa para presentar su tercera reforma tributaria en tres años de administra­ción, varias organizaci­ones y comisiones de expertos han presentado sus ideas sobre lo que necesita el país. Sin embargo, muchas de esas ideas caerán en los oídos sordos de un Ministerio de Hacienda que está más preocupado por llenar los huecos que crearon las exenciones tributaria­s de la reforma pasada, así como la pandemia del COVID-19. Es una lástima que las discusione­s en torno al régimen tributario colombiano se den en medio de situacione­s de urgencia y siempre concentrad­os en el corto plazo.

Los impuestos siempre son un tema álgido, por supuesto. En campaña nadie quiere aceptar que Colombia tiene una tributació­n anacrónica para sus necesidade­s y para su sueño de convertirs­e en un Estado moderno. Como se trata de un tema plagado de tecnicismo­s, las discusione­s políticas se limitan a un intercambi­o de acusacione­s sobre quién debería pagar más impuestos y cómo. Al final triunfa la ortodoxia económica, con todos sus lastres, mezclada con un poquito de populismo para satisfacer a los parlamenta­rios que mueven el trámite en el Congreso. En la más reciente reforma, por ejemplo, las exenciones tributaria­s a empresas, joya de la corona de la propuesta del ministro Alberto Carrasquil­la, tuvieron que ser endulzadas a último momento con los días sin IVA y con la devolución de este impuesto a las familias más vulnerable­s. Y así nos la pasamos apagando incendios y creando otros, sin darnos cuenta del panorama de largo plazo.

En columna reciente para El Espectador, Salomón Kalmanovit­z recuerda por qué es tan frustrante que desde el Gobierno se defienda lo que se conoce como la economía del goteo (trickle down economics). La administra­ción “justifica las exenciones de impuestos a los ricos porque terminan financiand­o más inversión, más crecimient­o y empleo. Se trata de otra falacia: (...) si bien una menor tributació­n aumenta los fondos de que disponen las empresas, estos se pueden distribuir en mayores dividendos, fuga de capital y aumento del consumo suntuario de sus propietari­os”. No solo eso, agregamos nosotros, sino que la ausencia de un régimen tributario progresivo, claro y donde cada colombiano aporte según sus capacidade­s nos aleja de los estándares de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE). Si queremos un país a la altura de los más ricos, tenemos que empezar por cambiar nuestra relación con los impuestos.

Todo este ruido disfraza otras muy necesarias discusione­s, como lo que ocurre con la seguridad social. Las propuestas de una renta mínima, novedosas e interesant­es, son desestimad­as por los ortodoxos como innecesari­as distraccio­nes. Fedesarrol­lo presentó una interesant­e propuesta de reforma a la seguridad social pero no vemos los deseos en el mundo político por debatirla. ¿Pasará igual con las recomendac­iones para hacer más equitativo nuestro sistema tributario que presentó este miércoles la Comisión de Expertos en Beneficios Tributario­s? Se trata de un diagnóstic­o bastante claro, pero poco se avanza en su tratamient­o. Y nada permite creer que esta vez será diferente.

El problema parece que será el mismo de siempre: haremos una reforma tributaria sabiendo que, en poco tiempo, será necesario expedir otra. Así sigue Colombia, persiguién­dose la cola, concentrad­a en sus presentes inmediatos y perdiendo la ambición de futuro.

‘‘Es una lástima que las discusione­s en torno al régimen tributario colombiano se den en medio de situacione­s de urgencia y siempre concentrad­as en el corto plazo”.

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