El Estado colombiano contra Jineth Bedoya
JINETH BEDOYA TUVO QUE ESPERAR 21 años para que su caso tenga un atisbo de justicia al llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El 25 de mayo de 2000, mientras hacía una investigación periodística sobre una red delincuencial en la cárcel La Modelo, fue secuestrada, torturada y abusada sexualmente por un grupo de criminales, entre ellos miembros de la Policía. Bedoya ha sufrido en 21 años constantes amenazas, inacción de la Fiscalía y todo tipo de revictimizaciones, desde haber tenido que investigar ella misma las agresiones en su contra hasta tener que dar testimonio 12 veces, reviviendo de forma cruel e innecesaria los hechos del 25 de mayo. Aunque las violencias que vivió fueron represalias por su trabajo periodístico, la forma en que se ejercieron, recurriendo a la violencia sexual y a las amenazas a su madre, fue diseñada a la medida de su género. El caso es paradigmático porque reúne las más atroces violencias contra las mujeres y la prensa e involucra a las partes más oscuras del poder en Colombia.
A pesar de todo esto, Bedoya ha seguido haciendo excelente periodismo, ha liderado No es Hora de Callar, una campaña para reconocer a las víctimas de violencia sexual, y logró que el 25 de mayo se convirtiera en un día de reivindicación y lucha por los derechos de las mujeres. De forma sorprendente, Bedoya ha sacado fuerzas para enfrentar esta tragedia y al hacerlo ha ayudado a otras víctimas a sanar y liberarse. Ha identificado su lucha con una mariposa violeta que renace en la dignidad. “Yo sé a qué me estoy exponiendo dando mi testimonio hoy ante la Corte”, dijo Bedoya, “sé que mi vida sigue en riesgo, sé que mi vida sigue en peligro, pero eso no va a ser una razón para que yo me silencie porque eso fue lo que aprendí de esta dolorosa experiencia, que nunca más me iba a callar, que iba a levantar la voz”.
El lunes 15 de marzo Bedoya contó su historia ante la Corte IDH, fue un testimonio contundente y desgarrador. Habló de la forma en que la violencia sexual se usa en Colombia como arma de guerra, del acoso que viven el 60 % de las mujeres periodistas y de las posibles medidas de reparación, como clausurar la cárcel La Modelo, “donde no solamente se cometió un hecho de violación de DD. HH. contra mí, sino donde sistemáticamente se han cometido todos los tipos de violaciones de DD. HH. durante décadas; sería realmente una reparación efectiva”.
Luego, en un gesto de desdén sin precedentes ante la Corte, el Estado colombiano se retiró alegando “que no tenía garantías” porque las juezas y los jueces habían mostrado respeto y humanidad ante el testimonio de Bedoya, y hasta pidió que casi todos fueran recusados. Lo hizo con un perfecto gaslighting: diciendo que se solidariza con Bedoya y luego desconectándose de la llamada. Mostró que su indolencia y abandono en este caso sí son sistemáticos. “No lo hizo Nicaragua, tampoco Venezuela, ni el Perú de Fujimori. Nunca en la historia un Estado se había levantado de una audiencia ante la @Corte IDH. [...] Esto es una declaración de intenciones de cara al fallo que emita el tribunal”, dijo Jonathan Bock, director de la FLIP. “El Estado se retira porque no quiere que se debatan públicamente los niveles de responsabilidad que tienen distintos sectores institucionales en los graves crímenes que se han cometido en contra de Bedoya, de centenares de periodistas y de miles de mujeres”, dijo a El Espectador Viviana Krsticevic, abogada del CEJIL.
La persistente impunidad en el caso de Bedoya es un mensaje del Estado colombiano tanto a los y las periodistas como a las mujeres víctimas de violencia machista. Y lo que suceda en la Corte será decisivo para los derechos de las mujeres y de la libertad de prensa en la región. ¡Jineth, estamos contigo!