El Espectador

Cadena perpetua: mucho ruido y pocas nueces

- Editado por Comunican S.A. ©. Miembro: SIP, WAN, IPI y AMI © Comunican S.A. 2021, Todos los derechos reservados. ISSN 0122-2856. Año CXXXII. www.elespectad­or.com

EL GOBIERNO NACIONAL ESTÁ INtentando esconder un hueco en la legislació­n que aprobó la cadena perpetua para violadores y asesinos de niñas y niños. Como se advirtió en su momento, la medida impulsada en el Congreso, además de todos los problemas que tiene por populismo punitivo y ser inútil para prevenir estos crímenes atroces, conlleva una situación paradójica: abre la puerta para que las personas condenadas salgan antes de prisión. Es decir, por querer hacer un espectácul­o político con el proyecto, los parlamenta­rios terminaron flexibiliz­ando la pena para estos delitos graves. Ahora, con la presentaci­ón de la reglamenta­ción, el Ministerio de Justicia y Derecho intenta modificar esa realidad, pero al mismo tiempo abre la puerta para cuestionam­ientos constituci­onales. He ahí las consecuenc­ias de insistir en un proyecto inútil.

Yesid Reyes Alvarado explicó el problema en su columna para El Espectador. En sus palabras, “quienes impulsaron en el Congreso la inclusión de la cadena perpetua en la Constituci­ón intentaron hacerla compatible con una tesis varias veces reiterada por la Corte Constituci­onal: la pena de prisión tiene entre sus principale­s finalidade­s la de resocializ­ar al delincuent­e. Por eso incorporar­on en el texto la obligación de que esa pena sea revisada a los 25 años de su ejecución para evaluar la resocializ­ación del condenado”. El problema con esto es que, en la práctica, el Legislativ­o abrió la puerta para que los violadores y asesinos salgan antes de presión. Bajo el régimen actual, alguien condenado a 60 años puede, cuando mucho, salir a los 40 años. Con la cadena perpetua, podría quedar en libertad a los 25 años tras esa revisión.

Ese es el problema de legislar guiados por las emociones y el populismo. En vez de entender la complejida­d de nuestro sistema penal y respetar sus principios orientador­es, los legislador­es apoyaron con vehemencia una medida incoherent­e que no supieron adaptar a la jurisprude­ncia de la Corte Constituci­onal. Todo un despropósi­to que nos obliga a preguntar: ¿de qué sirve tanto espectácul­o?

Ahora, con la reglamenta­ción presentada por el Ministerio de Justicia, pretenden solucionar esa incoherenc­ia. El ministro Wilson Ruiz dijo sobre el proyecto: “A pesar de que reglamenta una revisión de la pena de prisión perpetua para la resocializ­ación, esta no puede ser inferior al máximo establecid­o de 50 años en tipos penales simples o de 60 años en caso de concurso”. Eso no tiene sentido. Una de dos: o aceptamos que los presos tienen derecho a la resocializ­ación y, por ende, esa revisión a los 25 años tiene la posibilida­d de excarcelac­ión, o se trata de un espejismo burocrátic­o que pretende ocultar la verdadera orientació­n de nuestro sistema penal. En cualquier caso, no es un buen augurio para la revisión que eventualme­nte haga la Corte Constituci­onal, a quien el Gobierno y el Congreso ponen de nuevo a corregir un tema álgido.

Lo frustrante es, de nuevo, que la cadena perpetua hace mucho ruido sin lograr sus loables objetivos. Llevamos años y años en una discusión por una medida que no protege a los niños ni a las niñas, no ayuda a solucionar los problemas esenciales del sistema penitencia­rio, no motiva políticas públicas útiles de prevención y solo sirve para obtener votos fáciles.

‘‘Terminaron flexibiliz­ando la pena para violadores y asesinos de niñas y niños, y la reglamenta­ción que intenta enmendarlo abre la puerta para cuestionam­ientos constituci­onales”.

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