Se prevé que el gran volumen de personas que intentan cruzar de manera ilegal a EE. UU. desencadenará la primera gran crisis política para la nueva administración Biden.
Se prevé que el “tsunami” de personas que intentan cruzar de manera ilegal la frontera sur desencadenará en la primera gran crisis política para la nueva administración. Biden envía un desesperado llamado: intento ayudarlos, pero “dejen de venir”.
La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca y su intrépida decisión de echar para atrás varias de las políticas antiinmigratorias de Donald Trump colmó de esperanzas a los millones de ilegales que habitan la nación más poderosa del planeta, al tiempo que desató un frenesí entre decenas de miles más que hoy siguen llegando a la línea fronteriza con México en espera de cruzar. Esta situación amenaza con desbordar la acción humanitaria de las autoridades, está a punto de generar la primera crisis política al nuevo inquilino de la Casa Blanca y, de paso, poner fin a la luna de miel entre Biden y sus electores.
Los arrestos de ilegales se multiplican, al tiempo que los centros de atención humanitaria en la frontera ya desbordaron su capacidad ante la llegada en las últimas semanas de alrededor de 16.000 niños migrantes no acompañados, debido a que, según los abogados de inmigración, sus padres creen que así es “más fácil que Estados Unidos los reciba”, a diferencia de la administración Trump.
Frente a las cada vez más frecuentes críticas, Biden ha reconocido que si bien se presenta una emergencia en la frontera sur, la situación está siendo atendida y está lejos de desencadenar en una crisis.
“El presidente Biden tiene que hacer mucho más que enviar inocentes mensajes a los ilegales pidiéndoles que no vengan. Claramente llegó al cargo en buena parte gracias a su promesa de que va a recibir a todo aquel que quiera venir. Ahora tendrá que tomar acciones para blindar la frontera del delito y de la inmigración no deseada, y eso le va a costar tanto en popularidad como en presupuesto, y así es como en este país comienzan las crisis políticas para los presidentes”, aseguró a El Espectador un asesor del líder de la minoría republicana en la Cámara de Representantes, Steve Scalise.
Para mitigar las críticas, funcionarios de prensa de la Casa Blanca hacen llegar informes a los medios de comunicación y realizan encuentros off the record con funcionarios con los que intentan demostrar que la migración ilegal ha registrado en el pasado situaciones como la que se vive en la actualidad. Dichos informes hablan de aumentos repentinos en el flujo de inmigrantes irregulares, especialmente durante temporadas de los años 2014 y 2019. “Desde abril de 2020, el número de encuentros en la frontera suroeste ha aumentado constantemente”, señala uno de dichos informes.
Grupos y organizaciones de apoyo a los inmigrantes también hacen presión desde territorio estadounidense para que Biden lleve a la práctica sus promesas de facilitar la inmigración y dar mejores condiciones de vida a los indocumentados que ya están en su país. La semana pasada, tan solo en Washington, se congregaron integrantes de varias de estas organizaciones bajo la campaña “We are home” (“Estamos en casa”) para impulsar la agenda migratoria que hace curso en el Congreso.
“Lo bueno es que prometió y ha venido cumpliendo con parte de sus promesas. Lo malo es que sus promesas desbordaron las expectativas de 11 millones de indocumentados que creyeron que el cambio de gobierno sería la llave directa hacia su nacionalización y eso, aunque suene duro y desalentador, no se va a dar”, opinó Renato Figueiredo, analista del Instituto de Política Pública de California.
En el mismo sentido, la senadora demócrata por Nueva York Kirsten Gillibrand admite que la política migratoria que presentó la administración al Legislativo sufrirá reformas por este que seguramente estarán muy por debajo de las expectativas que tienen los indocumentados. “Es más fácil sacar adelante temas puntuales que cumplir todas las expectativas de las personas ilegales”, concluyó.