El Espectador

La talentosa a la que le daba pena jugar

La historia de Jessica Caro, mediocampi­sta de América de Cali que recibió de su padre la pasión por el fútbol que ahora le inculca a su hija Isabella, quien también practica el más popular de los deportes.

- SEBASTIÁN ARENAS sarenas@elespectad­or.com @SebasArena­s10

“Si tú hubieras sido un niño, te habría llevado a jugar al Deportivo Cali. Lástima que no, pero me hubiera gustado mucho”, le dijo un entrenador de las divisiones menores del club verdibland­o a Jessica Caro, cuando ella era una niña y la vio jugar un partido con el equipo Intercampu­s, con el que entrenaba desde que le nació la pasión por la pelota compartién­dola con pequeños en el barrio El Guabal, en la capital vallecauca­na.

En dicha calles Jessica ejercitaba su pierna derecha y marcaba goles que la iban haciendo famosa entre los vecinos. Por eso, un día en el que al equipo Pollos Kentucky le faltaban jugadoras para enfrentars­e a otro que se llamaba Independie­nte Cali, las personas del barrio comenzaron a buscarla a gritos. “Jessica, vaya y juegue, que faltan tres futbolista­s y usted sabe de eso”, expresó algún allegado. Ella respondió: “No, no quiero jugar, me da pena”.

Pero la insistenci­a de la comunidad de El Guabal tuvo efectos y Jessica terminó cediendo. Jugó, “la rompió” (dijeron algunos vecinos), y la señora Amparo Maldonado, quien lideraba al Independie­nte Cali, quedó encantada con su talento y se la llevó para ese conjunto. Se olvidó del todo del patinaje y la natación, y se encaminó por el fútbol, el deporte que su padre, José Antonio, siempre le inculcó, pues también es un fanático.

Con el trabajo de vendedor en el estadio Pascual Guerrero, don José conseguía el dinero para que su hija fuera a los entrenamie­ntos de Independie­nte Cali, después del elenco Águila Roja y luego a los de la Escuela Sarmiento Lora. La madre de Jessica, Blanca García, no estaba muy de acuerdo con que su pequeña se dedicara al balompié, pero la soñadora y su padre ganaron el pulso. Y la diestra mediocampi­sta, con 15 años, debutó en la selección de Colombia en el Campeonato Suramerica­no Sub-20 que se celebró en Chile en 2003.

“Mi papá representa todo. Es mi vida y la persona que me apoyó todo el tiempo. Gracias a él estoy aquí, porque fue el que siempre me acompañó”, le contó a este diario la futbolista que jugó con Generacion­es Palmiranas y Cortuluá antes de llegar al América de Cali, club con el que hizo historia al ser subcampeon­a de la Copa Libertador­es Femenina, por la forma en que sucedió: las escarlatas fueron superioras en la final ante el Ferroviari­a brasileño, pero las oportunida­des de gol no las concretaro­n y por quinta vez (cuatro con el equipo masculino) la institució­n roja se quedó a las puertas de la gloria continenta­l.

Los sueños de Jessica no cesan tras esa derrota, y mientras comienza una nueva e improvisad­a Liga Femenina en Colombia, piensa en poder disputar alguna vez unos Juegos Olímpicos con la selección (no será Tokio, pues el combinado nacional no tiene el cupo) y un Mundial de mayores, para aumentar su palmarés, que por ahora cuenta con la valiosa medalla de oro de los Juegos Panamerica­nos de Lima 2019.

Esa consagraci­ón se dio tras una tanda de penaltis frente a Argentina. La mañana de aquella final fue diferente para Jessica, quien compartía habitación con Catalina Usme, actual compañera en América. “En el cuarto amanecimos con una corazonada muy bonita. Me levanté y le dije: ‘Cata, hoy vamos a quedar campeonas, tengo una sensación muy chévere’. Ella también se levantó con la misma sensación y, afortunada­mente, se hizo realidad”, relató Caro, cuya hija se encuentra en el sendero de continuar el legado familiar.

Isabella Caro abandonó el taekwondo y la natación para jugar fútbol. Actualment­e entrena en Generacion­es Palmiranas, por donde también pasó su mamá, simultánea­mente estudia con esmero y observa todos los partidos de América, porque aprende de la mujer que la parió, la que la lleva a sus prácticas y la guía en el difícil entorno del balompié femenino.

Jessica sale siempre a las canchas con las mismas medias. Debajo de ellas, dos canilleras: en una lleva a don José y, en la otra, a Isabella. A la volante de América no le parece complicado ser mamá y futbolista, porque ambas actividade­s tejen su felicidad. Ya no le da pena demostrar sus condicione­s: ahora solo anhela jugar a pasarse la pelota con su hija y su padre.

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/ América de Cali La caleña Jessica Caro, de 32 años, fue campeona panamerica­na con la selección de Colombia en los Juegos de Lima 2019.
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