El Espectador

¿Otra reforma tributaria, el mismo sistema?

- MARÍA TERESA RONDEROS

EL GOBIERNO DUQUE PRESENTA ahora su tercera reforma tributaria, anunciando que resolverá inequidade­s de fondo y no será otro parche más para que sigan rodando las averiadas llantas de un desbarajus­tado Estado.

Como se informó ampliament­e, una comisión de expertos analizó la forma en que se cobran los impuestos y encontró un sistema monstruoso, como dijo un integrante.

En efecto, lo que hay hasta ahora es un adefesio. Está vestido de lenguaje inclusivo y democrátic­o, pero en la realidad es desigual para las empresas y personas. Las pymes terminan pagando una tarifa efectiva más alta y unos sectores también tributan una tarifa mayor que otros. Por ejemplo, entre 2000 y 2015, el sector industrial pagó efectivame­nte el doble de la tarifa del financiero.

También carga privilegio­s abusivos. El 58 % del gasto social se va en subsidiar pensiones, y un jubilado con una pensión de más de $10 millones mensuales recibe casi nueve veces el subsidio de uno con salario mínimo; aún así, no se les cobra a los pensionado­s de lujo suficiente impuesto a la renta proporcion­al para compensar.

Con ingresos visibles, la clase media asalariada e independie­nte paga un impuesto a la renta y unos aportes a la seguridad social demasiado altos, pues las tarifas son rígidas, sin importar los ingresos. Esto, mientras personas naturales que ganan muchísimo dinero esconden fortunas en paraísos fiscales.

En 2019 les dieron exención del pago de renta por diez años a las inversione­s de más de $53 millones en el campo, entre ellas la ganadería, la extracción de madera y monocultiv­os, presionand­o así la destrucció­n de bosques biodiverso­s y el incremento del carbono en la atmósfera, lo que es injusto con las generacion­es que vienen.

Los estímulos a la educación, la inversión en bienes colectivos para el desarrollo de la clase media campesina, en cultura, en ciencia o tecnología son tímidos, en el mejor de los casos. Hay poca fe en el talento potencial de la gente sin dinero.

Antes de que se conozca la letra menuda de la reforma tributaria 2021, se vislumbra que el gobierno Duque propone corregir males: abolir algunas exenciones y subsidios, simplifica­r las tarifas de impuestos y ajustarlas más progresiva­mente a los ingresos, y cobrar impuestos a los que tienen pensiones de privilegio. Esto es bienvenido.

Es positivo el anuncio de que la reforma es para subsidiar mejor y a más familias, becar universita­rios, y ayudarles a las empresas a pagar nómina otro período. No obstante, sin suficiente transparen­cia, es alto el riesgo de que esquemas asistencia­les masivos terminen en captura del electorado y corrupción. “No hay certeza de la magnitud de los recursos dispuestos ni de sus fuentes de financiaci­ón, ni de los gastos efectivame­nte realizados”, descubrió el Observator­io Fiscal de la Universida­d Javeriana al seguir el gasto social extraordin­ario por la pandemia en 2020.

Además el grueso del recaudo, casi $16,8 billones de los $25,4 billones que busca recaen en los hombros de las personas naturales. Pagarán incluso los que apenas sostienen una familia con $2,5 millones mensuales.

El “paganini” de otros $10 billones provenient­es de gravar el IVA a nuevos productos será también el pueblo raso. Devolucion­es del IVA sin transparen­cia (o con populismos como el día sin IVA) no garantizan tornarlo progresivo.

Se mantienen los subsidios a las megainvers­iones y zonas francas (contrario a lo que recomendó la comisión), poniendo así a los más pudientes a pagar apenas $3 billones de la cuenta total.

El país que pinta esta reforma no cambia mucho: reconoce que urge una mayor solidarida­d social, pero todavía exige poco a los ricos y mucho más a los demás.

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