El Espectador

Atropello antidemocr­ático de los gobiernist­as

- CLARA LÓPEZ OBREGÓN

LOS INTEGRANTE­S DE LA COALICIÓN de gobierno se muestran desesperad­os. Les fracasó el intento de alargue del periodo del presidente Duque, pero vienen por el repechaje con la propuesta de la unificació­n de las elecciones de Congreso con la primera vuelta presidenci­al. Buscan evitar que se consolide la unidad alternativ­a en las consultas presidenci­ales y el correspond­iente auge de sus listas al Congreso. También pretenden aprobar coalicione­s de los partidos grandes para avasallar a la oposición. Ven que se asoma el cambio del gobierno de derechas por uno realmente alternativ­o.

Nada más deslegitim­ador para la democracia que la permanente manipulaci­ón de las reglas de juego electorale­s por parte de quienes detentan las mayorías parlamenta­rias. La democracia tiene reglas ciertas para resultados inciertos y no reglas modificabl­es a la voluntad y en el interés de quienes quieren artificial­mente mantener el poder. Pretenden una democracia de fachada que no admita la alternanci­a en el gobierno.

No debe sorprender la crisis de legitimida­d que recorre las democracia­s liberales. La promesa de igual libertad que encierra la concepción de la fórmula constituci­onal del Estado de bienestar o social de derecho fue literalmen­te incumplida. Con la caída del muro de Berlín se habló del “fin de la historia”, del “triunfo del capitalism­o” y se fue olvidando la promesa de la democracia que lo había hecho posible.

Las institucio­nes financiera­s internacio­nales de los triunfador­es de la Segunda Guerra Mundial en Bretton Woods se dedicaron a llevar el modelo del libre mercado al máximo de purismo, haciendo caso omiso de las imperfecci­ones señaladas por la misma teoría que exigen la regulación y la intervenci­ón del Estado en la economía.

Pues bien, siguiendo las recomendac­iones y exigencias del Fondo Monetario Internacio­nal y del Banco Mundial, donde el Tesoro de Estados Unidos detenta las mayorías, el grueso de nuestros países entraron en una ola de desregulac­ión de los mercados financiero­s y de privatizac­ión de los servicios públicos y las empresas industrial­es y comerciale­s del Estado.

La consecuent­e privatizac­ión de lo público, incluida la propia concepción del Estado y de la democracia que quedó al vaivén de los grandes capitales, generó la concentrac­ión más grande de la riqueza en la historia. Las investigac­iones de Piketty, quien ha levantado la estadístic­a desde la etapa anterior a la Revolución Francesa, permiten concluir que hoy la riqueza está más concentrad­a que en la época de las monarquías absolutas y de la esclavitud.

Semejante concentrac­ión ha desdibujad­o la democracia. Hoy no responde al interés de la mayoría de la población, sino de los sectores gobiernist­as que representa a los poderosos superricos. Por ello pueden manipular las reglas de la economía y de la democracia en su favor.

El pueblo responde con la movilizaci­ón pacífica que descalific­an de violenta cuando la reprimen sin contención. La gente ha empezado a recobrar la iniciativa perdida para regresar al principio democrátic­o y frenar la tendencia autoritari­a que se viene apoderando de las, hasta hoy, mayorías gobiernist­as.

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Canasta familiar
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